Decadencia
Del inicio de los a?os sesenta recuerdo la perfecci¨®n de las piernas de aquellas chicas californianas que caminaban descalzas por las calles de San Diego y de La Jolla. Aunque entonces yo ten¨ªa un concepto antibal¨ªstico de la historia, no dejaba de admirar la carne de primera clase que exhib¨ªan aquellas americanas. Siempre hab¨ªa cre¨ªdo que s¨®lo los mendigos sab¨ªan caminar con los pies desnudos y que esa sabidur¨ªa era producto de dos mil a?os de aprendizaje. Hasta aquel verano que pas¨¦ en California no comprend¨ª que andar descalzo pod¨ªa ser una conquista de la elegancia y la libertad. Yo era un progresista de molde: odiaba el poder de Estados Unidos, la VI Flota, el misil Persing y el avi¨®n esp¨ªa U-2. En cambio, adoraba los tobillos de las mujeres californianas a¨²n m¨¢s que la gabardina de Bogart. Por las aceras relucientes de San Francisco, La Jolla y San Diego en aquellos tiempos militaristas se paseaban los mejores cuerpos del planeta. Hubo un momento en que en el valle de Pasadena la belleza de la carne humana y la elegancia de las armas entraron en conjunci¨®n y durante unos a?os participaron de un esplendor semejante. Despu¨¦s se han ido distanciando lentamente. Parte de la filosofia actual consiste en que en Nortearn¨¦rica las armas cada vez son, m¨¢s bellas y m¨¢s duras, mientras la carne de sus ciudadanos cada d¨ªa es de peor calidad. Hoy ya no consigue alcanzar la perfecci¨®n de un simple cat¨¢logo de electrodom¨¦sticos. Por las calles de Norteam¨¦rica ahora no se ve desfilar sino gente alimentada con piensos hormonados cuyos conservantes han generado legiones de gordos descomunales y un n¨²mero desproporcionado de j¨®venes fofos que recuerdan a la boller¨ªa que uno acaba de desayunar. He aqu¨ª la diferencia: Kennedy ten¨ªa entonces mejor dise?o que el Persing y Clinton hoy no puede compararse ni en sue?os con la belleza del misil Patriot. La carne de este presidente est¨¢ confeccionada meticulosamente con infinitas hamburguesas una a una. ?sta es la verdadera decadencia.
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