Lavapi¨¦s
En una tienda de la calle de Mes¨®n de Paredes leo un cartel escrito a mano que dice: "Estoy en el bar de enfrente". Me encanta esta actitud. del comerciante, a quien supongo tan conversador como aquel Estupi?¨¢ de Fortunata y Jacinta. Me di una vuelta el otro d¨ªa por el barrio de Lavapi¨¦s, donde a¨²n se ve gente del lejano Madrid del que Ram¨®n G¨®mez de la Serna pudo decir que era "de un desinter¨¦s supino".Se puede pasear agradablemente por las calles que bajan de Tirso de Molina, ya nadie dice Progreso y menos Pogreso, hasta Tribulete. Se ha hecho peatonal alguna de ellas, se han abierto plazas, se ha restaurado algunas casas aunque los vecinos se quejan, creo que con raz¨®n, del mal estado en que se encuentran algunas de las suyas. El barrio ya no est¨¢ habitado s¨®lo por gente "de Madrid de toda la vida", como en el tiempo en que all¨ª naci¨® y vivi¨® la poeta Gloria Fuertes. Hoy los viejos vecinos de tertulia de silla de anea y limonada en las noches veraniegas alternan con gente joven que se ha ido a vivir all¨ª, y los comercios d¨¦ coloniales, las mercer¨ªas,- las tiendas de ropa o los artesanos de siempre, con bazares de marroquiner¨ªa o de bisutier¨ªa regentados por africanos o asi¨¢ticos.
Hay all¨ª un Bazar Mohammed o una tienda que se llama Asia. Venta al por mayor, no lejos de una fruter¨ªa en una tienda con portada de preciosos azulejos. Tom¨¦ un vino en una taberna que se llama -no imagino nombre mejor para una taberna- El Menester. Queda la portada de una antigua peluquer¨ªa, ya cerrada, con la inscripci¨®n "Lociones nacionales y extranjeras". En la calle de Caravaca alguien- ha abierto una chocolater¨ªa, llamada El Madro?o, adornada con azulejos que representan -?oh inconmovible fe en"e1 casticismo!- chulapos y chulapas bailando el chotis en un ladr¨ªllo.
En la asociaci¨®n de vecinos del barrio se celebra los lunes una tertulia madrile?ista que versa sobre todo lo humano y lo divino que se haya hecho o dejado de hacer en, de, por, con, tras o contra Madrid. Asisten unas pocas personas y, antes de empezar, se toma un vasito de bebida que se consum¨ªa mucho en el Madrid del Siglo de Oro, el hipocr¨¢s, inventado, como su nombre indica, por el mism¨ªsimo Hip¨®crates, acerca de cuyas virtudes escribi¨® Lope. La bebida se acompa?a con un surtido de galletas variadas cuya condici¨®n sine qua non es que hayan sido fabricadas en Madrid.
Lavapi¨¦s, un ignoto Madrid en el coraz¨®n del viejo Madrid.
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