Sensacional Valderrama
Aguirre / Rodr¨ªguez, Valderrama, PaulobaCuatro toros de Dolores Aguirre (uno rechazado, otro inutilizado en la lidia, devuelto), con trap¨ªo, mansos; 4?, bravo,. destruido en varas. 6? de Ortigao Costa; 2?, sobrero de F¨¦lix Hern¨¢ndez, con trap¨ªo, mansos. Miguel Rodr¨ªguez: cinco pinchazos -aviso- y descabello (silencio); tres pinchazos, otro hondo trasero -aviso- y cuatro descabellos (divisi¨®n y tambi¨¦n protestas cuando sale al tercio). Domingo Valderrama: pinchazo, estocada -aviso- y dobla el toro (oreja); dos pinchazos bajos y estocada ca¨ªda (vuelta). Luis de Pauloba: dos pinchazos y estocada corta ladeada (palmas); pinchazo y bajonazo (palmas).
Plaza de Las Ventas, 2 de octubre. 6? corrida de feria. Lleno
JOAQU?N VIDAL.
Menuda emoci¨®n, cu¨¢nta torer¨ªa la de este sensacional Domingo Valderrama, que se faj¨® con los torazos broncos y puso los pelos de punta a la plaza entera, la carne de gallina tambi¨¦n, pues aguantaba los arreones sin volver la cara siquiera -all¨ª el terror estaba en el p¨²blico, un ?ay! desgarrado preced¨ªa cada pase- y adem¨¢s ejecutaba el toreo con una naturalidad y un gusto que estremec¨ªan los corazones sensibles de la afici¨®n ¨¢vida de arte.
Ejecutaba el toreo que se pod¨ªa ejecutar con aquellos torazos serios, agresivos, avisados; torazos de aquellos que al segundo muletazo se aprend¨ªan la cartilla, al tercero sab¨ªan lat¨ªn, al cuarto obten¨ªan la licenciatura en tauromaquia. Al primero de ellos -un sobrero cuya mansedumbre se desvel¨® desde los valent¨ªsimos lances de saludo- lo cit¨® Valderrama de largo, lo embarc¨® en redondos mandones y cuando se ech¨® la muleta a la izquierda el toro estaba opositando a c¨¢tedra. Lo llev¨® al tercio encelado en unos ayudados torer¨ªsimos, y la estocada que cobr¨®, a toma y daca, puso al p¨²blico en pie.
El p¨²blico en pie, el toro doblando sin puntilla, el torero en la gloria. El coso de Las Ventas vibraba como en los viejos tiempos. As¨ª era la fiesta no hace tanto: toros y toreros en el redondel, bravura o mansedumbre, arte o desastre, grandezas o miserias -Seg¨²n vinieran dadas-, pero siempre emotiva y aut¨¦ntica. De esta manera, argumentada y apasionante, se desarroll¨® toda la corrida. Miguel Rodr¨ªguez pas¨® bien por derechazos al manejable toro que abri¨® plaza, mientras el toreo al natural ni lo intent¨®. Alguien desde los altos de sol se lo reproch¨® en su siguiente faena: "?Tiene usted la mano izquierda rota o qu¨¦?".
No ser¨ªa madrile?o castizo el espectador, pues hubiese dicho u qu¨¦; faltar¨ªa m¨¢s. Aficionado s¨ª deb¨ªa serlo, y quiz¨¢ estaba liberando resentimientos dif¨ªcilmente perdonables. El toro aqu¨¦l que no toreaba Rodr¨ªguez con la izquierda era bravo, y el picador lo hab¨ªa destruido hinc¨¢ndole fierro hasta las entra?as. Chorreao en verdugo, cuajado y cornal¨®n, bello de capa e imponente de l¨¢mina, el toro derrib¨® con estr¨¦pito, luego sufri¨® el puyazo infame atrapado por el remolino d¨¦ la vil carioca, se arranc¨® pronto a los tres pares de banderillas que le cuarte¨® el matador, tom¨® a duras penas unos derechazos que ¨¦ste le instrument¨® con aguante y valent¨ªa. Y ya no pudo m¨¢s. Estaba moribundo. Por eso desagrad¨® a la afici¨®n el artificio tremendista que mont¨® entonces Miguel Rodr¨ªguez, porfi¨¢ndole junto a los pitones.
Toros de feo estilo impidieron a Luis de Pauloba desplegar su buen toreo. Algunas muestras pudo ofrecer en el tercero de la tarde, incluso dio tres naturales de frente, mientras la reservona mansedumbre y la incierta embestida del sexto s¨®lo permit¨ªan un trasteo de ali?o. Ese toro hab¨ªa galopado despavorido por el redondel huyendo de los siete picotazos que las plazas montadas le acertaron a pegar casi al vuelo. El tercero derrib¨®, en el batacazo qued¨® el picador al descubierto, otro compa?ero hizo el quite desde el callej¨®n lanzando el castore?o, y cay¨® sobre el toro, que se lo llev¨® puesto en la cabeza. durante un buen trecho. ?Un toro disfrazado de picador! ?Lo nunca visto!
La tarde estuvo llena de incidentes provocados por unos toros imposibles. Aunque seg¨²n y c¨®mo. A veces la catadura del toro depende del torero que los lidie. El quinto le peg¨® a Domingo Valderrama una colada espeluznante en el primer muletazo y la reacci¨®n del torero fue doblarlo por bajo con una serenidad, una torer¨ªa y un fundamento propios de los grandes maestros en tauromaquia. Instrument¨® luego una amocionante tanda de redondos honda y ce?ida, remat¨® con el de pecho, y la faena ya estaba hecha, dominado el toro, entregado el p¨²blico, el ¨¦xito conseguido.
Cuantos pases intent¨® Valderrama a partir de entonces sobraban y pusieron el toro a la defensiva. De todos modos el peque?o torero lo tumb¨® al tercer embite y dio una vuelta al ruedo aut¨¦nticamente triunfal. Menuda sensaci¨®n caus¨® Domingo Valderrama, diestro de arte y valent¨ªa, torerazo donde los haya.
Babelia
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