Una taleguilla para 8.888 mujeres
Nunca en la historia de la tauromaquia la taleguilla de un torero ha sido tan deseada por el sexo opuesto. 8.888 mujeres rug¨ªan como en un circo romano al son de "Ubrique, eres cojonudo". La corrida estaba organizada para satisfacer a las mujeres, nada de toros bravos, nada de sangre, nada de tragedia.En el primer toro negro, noble y sos¨®n, la faena fue para abrir boca. Le dio todos los pases del mundo coreado por las f¨¦minas con un griter¨ªo tan enorme que animaba al matador a seguir dando pases. Le dieron dos orejas y en la vuelta nunca un torero, probablemente, ha recibido tantas flores. Pero lo que si es seguro es que nunca un ruedo se vio tan lleno de prendas interiores.
El segundo toro, manso, se cay¨® varias veces despu¨¦s de picarle. El espect¨¢culo continu¨® y lo ¨²nico que se vio fueron unas buenas banderillas. Brind¨® a su madre y la plaza volvi¨® a rugir. Se puso de rodillas, de frente y de espaldas, y con sus desplantes surgi¨® el inevitable "torero, torero". Despu¨¦s del besuqueo a la voladora comenz¨® la lidia del tercero. Dio una tanda buena de muletazos pero sin soltar la muleta de la derecha. Todas de acuerdo para conseguir dos orejas.
En el cuarto, negro, Antonio Caba dej¨® un buen par y tambi¨¦n Emilio Fern¨¢ndez. Jesul¨ªn volvi¨® a hacer la tortilla, volvi¨® a coger al toro por los pitones y a darle despectivamente la espalda. En la plaza hab¨ªa un disloque total. A la hora de matar se hizo un silencio de Maestranza y le ali?¨® una estocada eficaz. La plaza se vino abajo y las respetables perdieron el respeto a los c¨¢nones y pidieron, adem¨¢s, el rabo, el del Ubrique. En el quinto, Jesul¨ªn quiso tocar todos los palos y los toc¨®. Pidi¨® permiso a la presidenta, y le fue concedido, de un salto se subi¨® al caballo del picador y empu?ando la vara arremeti¨® contra el animal cuan Don Quijote al molino, no satisfecho con eso cogi¨® las banderillas y como pudo se las dej¨® al astado.
A Lavandero, sexto de la tarde, Eva, la picadora, le dio un buen puyazo y despu¨¦s dos picotazos, se emple¨®, el torero la aplaudi¨® y es que "iba a por ellas". Con el regalo de Jaquet¨®n, el sobrero, un casta?o manso, simpl¨®n, que no ten¨ªa muchos pases, Jesul¨ªn le dio un mont¨®n, y muri¨® casi del susto.
Babelia
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