Tres puentes sobre el Drina
La escasez de observadores de la ONU compromete la verificaci¨®n del bloqueo a los serbios de Bosnia
ENVIADO ESPECIALDos hombres ateridos miran atentamente c¨®mo unos polic¨ªas uniformados de azul ferroviario inspeccionan ocasionalmente el maletero de un coche que cruza el puente. Cerca de ellos una ametralladora pesada, camuflada en una tienda de lona, apunta al otro lado del r¨ªo. La escena, impensable hace dos meses, se desarrolla en Banja Koviljaca, un paso fronterizo entre Serbia y Bosnia, al suroeste de Belgrado, sobre el Drina. Los dos hombres que golpean sus pies contra el suelo son suecos y forman parte del centenar escaso de observadores civiles que la ONU ha desplegado en Serbia para verificar que el presidente Slobodan Milosevic est¨¢ cumpliendo efectivamente el bloqueo que ha decretado en agosto pasado contra sus antiguos protegidos serbios bosnios.
El paso est¨¢ abierto de seis de la ma?ana a siete de la tarde, como casi todos los dem¨¢s. El puente que atraviesa el r¨ªo tiene poco m¨¢s de cien metros, y al otro lado, en Bosnia, hay una zona boscosa. A esta hora, diez de la ma?ana, no hay apenas tr¨¢fico, s¨®lo algunos coches particulares. Los suecos miran y anotan en su cuaderno.
El camino que trae hasta aqu¨ª desde Belgrado, despu¨¦s de atravesar el r¨ªo Sava, es llano todav¨ªa. El paisaje es relativamente arbolado y lleno de maizales. Manzanas, patatas, sand¨ªas, mazorcas, hortalizas, se alinean en peque?os puestos al borde de la carretera que va desde Belgrado a las proximidades de Sarajevo.
Los observadores internacionales -hay uno espa?ol en Montenegro- tienen prohibido hablar con los periodistas. Las declaraciones las hace en Belgrado su jefe, el general sueco retirado Bo Pellnas. Ahora no llegan al centenar, pero la semana pr¨®xima ser¨¢n 161. Tienen que vigilar casi 450 kil¨®metros de frontera. "Vamos de un sitio a otro en turnos de seis horas. Nos lleva mucho tiempo desplazarnos". La insuficiencia de mecanismos de verificaci¨®n significa en la pr¨¢ctica qu¨¦ el control de muchos de los pasos entre Serbia y Bosnia est¨¢ confiado m¨¢s a la buena voluntad de la polic¨ªa local que a la vigilancia internacional.
El conductor de un Lada que llega a Banja Koviljaca desde la zona serbio-bosnia muestra a la polic¨ªa un recipiente con unos cinco litros de gasolina que trae consigo. Es la ¨²nica forma de que se lo dejen pasar a la vuelta. La gasolina ha pasado de tres a ocho marcos (aproximadamente 650 pesetas) el litro al otro lado de la frontera. Se ingenian m¨¦todos inauditos para introducirla en la autodenominada Rep¨²blica Serbia de Bosnia. Los portaequipajes de los pocos coches que cruzan el puente est¨¢n anormalmente vacios.
El tr¨¢fico se anima a trav¨¦s del puente, sobre todo en direcci¨®n hacia Serbia, a medida que avanza la ma?ana, pero son siempre coches, y sus conductores son interrogados brevemente. El asediado enclave bosnio musulm¨¢n de Tuzla queda a medio ,centenar de kil¨®metros al Oeste-. Bijeljina, al otro lado del r¨ªo y a unos 40 kil¨®metros, es ya un pueblo ¨¦tnicamente limpio, despu¨¦s de una org¨ªa de expulsiones de musulmanes. Sorprende lo lejos que la guerra coloca a- lugares tan pr¨®ximos.
El control de la informaci¨®n a trav¨¦s de los medios oficiales de prensa, radio y televisi¨®n es tan estricto en Serbia que mucha gente ignoraba una semana despu¨¦s que el presidente Milosevic hab¨ªa decidido bloquear a sus antiguos protegidos serbio bosnios, Todav¨ªa hoy s¨®lo los serbios que viven a lo largo del Drina, por motivos obvios, reciben informaci¨®n de primera mano sobre lo que sucede al otro lado del r¨ªo. Y, sentimientos aparte, se quejan amargamente de c¨®mo sus negocios se est¨¢n viniendo abajo. Mali Zvornik es un paso importante, porque al otro lado est¨¢ Zvornik, con unos 20.000 habitantes. El - Drina, de unos 50 metros de anchura, discurre manso y verdoso. "Los observadores de la ONU no han venido por aqu¨ª hoy", dice un sargento de la polic¨ªa serbia. Tambi¨¦n en Mali Zvornik una ametralladora pesada descansa bajo una carpa de lona. Otra est¨¢ montada sobre un todoterreno.
Unas se?ales de stop, dos barreras cerradas, algunas crucetas antitanque y media docena de polic¨ªas armados con fusiles ametralladores que van y vienen rutinariamente. El puente que une Serbia con Bosnia es largo, porque penetra profundamente en ambas orillas del Drina, el r¨ªo que el Nobel Ivo Andric utiliz¨® a su paso por Visegrado como espejo de cinco siglos de historia serbia.
Llega del lado bosnio un autocar intencionadamente marcado "Belgrado-Sarajevo, con 30 o 40 viajeros. En realidad, el trayecto es Belgrado-Pale, la capital de Radovan Karadzic, a una veintena de kil¨®metros de Sarajevo. La polic¨ªa sube y pregunta brevemente a algunos de sus pasajeros. Cinco minutos despu¨¦s contin¨²a su camino. Nada sugiere que a 500 metros se combate desde hace dos a?os y medio en una guerra que se ha llevado a 200.000 personas. Junto a la carretera hay una exposici¨®n de lapidas mortuorias. Es el negocio m¨¢s boyante de Mali Zvornik, me dicen, y unos alba?iles se afanan en obras de ampliaci¨®n.Una mujer de luto cruza lentamente hacia Serbia el puente sobre el Drina. Tiene alrededor de 40 a?os y su rostro. es muy hermoso. ?Qu¨¦ piensa de esto? Mira fija y nerviosamente y dice muy despacio: "Muy mal. No s¨¦ si los turcos nos van a matar en el otro lado y los serbios no nos van a dejar venir aqu¨ª".
Los "turcos" son los musulmanes. M¨¢s o menos elaborado, el discurso de la mujer enlutada es el mismo que el de la gran mayor¨ªa de los serbios bosnios. No s¨®lo no se consideran verdugos, sino que se creen v¨ªctimas de una gigantesca conspiraci¨®n de la historia destinada a exterminarlos que se pierde en la noche de los tiempos. Y lo que vale para los 600.000 leales a Karadzic sirve para otros muchos de Serbia, que hablan con enraizado victimismo, y como si hubieran ocurrido ayer, de haza?as guerreras o derrotas m¨ªticamente alimentadas desde muchos siglos atr¨¢s.Lo eficaz del aislamiento, seg¨²n la ONU, ha permitido al Consejo de Seguridad levantar la semana pasada la parte m¨¢s simb¨®lica de las sanciones internacionales que pesan sobre Serbia y Montenegro desde junio de 1992, por su papel en la guerra de Bosnia: reapertura del aeropuerto de Belgrado y de una ruta mar¨ªtima con Italia y posibilidad de participar en acontecimientos culturales y deportivos.El embargo comercial ha puesto contra las cuerdas la econom¨ªa de Belgrado y su peque?o socio montenegrino. Por eso el perd¨®n de la ONU a Milosevic, a prueba durante cien d¨ªas, ha sido saludado con entusiasmo. Serbia y Montenegro, los dos pa¨ªses que forman la nueva Yugoslavia, otean el final de su actual condici¨®n de parias y una progresiva reintegraci¨®n a Europa.
En Ljubovica, unos 200 kil¨®metros al suroeste de Belgrado, s¨®lo hay un observador sueco vigilando el paso fronterizo, y se marcha a otro destino un par de horas despu¨¦s de haber llegado.
Salvo uno, Sremska, Raca, sobre el r¨ªo Sava, el resto de los pasos entre Serbia y la parte de Bosnia controlada por el Ej¨¦rcito de Karadzic est¨¢ cerrado a partir de las siete de la tarde y hasta que amanece. "En ese tiempo", asegura un lugare?o "hacen su trabajo unas viejas barcazas; nadie puede cerrar una frontera de casi 500 kil¨®metros y con un r¨ªo de por medio".
Sremska Raca est¨¢ abierto 24 horas al d¨ªa porque es el paso asignado al tr¨¢fico pesado. All¨ª, unos 120 kil¨®metros al oeste de Belgrado, hacen cola los camiones cuyo cargamento ha sido inspeccionado y precintado en origen y a los que se controla el tiempo de su desplazamiento.
El movimiento es intenso en este paso sobre el Sava. La carretera conduce no s¨®lo al estrat¨¦gico corredor de Brcko, que enlaza Serbia con las zonas controladas por los serbios bosnios al norte del territorio deBosnia, sino tambi¨¦n a la Krajina.
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