Rehabilitar la ciudad
Se desea, al parecer, dar un impulso a la rehabilitaci¨®n urbana de este Madrid nuestro, precisado de tantas mejoras en todos los ¨®rdenes, comenzando por las que hacen falta en el centro hist¨®rico, al que quiere d¨¢rsele especial protagonismo en esas actuaciones rehabilitadoras, las que, sin perjuicio de ello, debieran tener un alcance y unos objetivos m¨¢s generales.Y se afirma tambi¨¦n que constituye una mira prioritaria de esos planes de rehabilitaci¨®n el impedir que los residentes del n¨²cleo urbano resulten expulsados del mismo. Sin embargo, muchos de ellos han sido expulsados ya, a causa de pol¨ªticas cuya sustancial correcci¨®n se presenta como claramente necesaria, si de manera sincera se persigue esa salvaguarda de los residentes.
A tal prop¨®sito, la rehabilitaci¨®n as¨ª orientada puede conjugar m¨²ltiples flujos de recursos para acometerla, si bien existen toda clase de razones para que predominen las subvenciones, las bonificaciones fiscales y otras ayudas p¨²blicas, reforzadas con l¨ªneas blandas de cr¨¦ditos.
No faltan en otros pa¨ªses europeos positivos ejemplos de experiencias de rehabilitaci¨®n urbana -ejecutada incluso masivamente- y que se ha costeado con cargo a fondos p¨²blicos. As¨ª, los excelentes documentos de la Central Office of Information londinense acerca de la pol¨ªtica social seguida en el Reino Unido a lo largo del presente siglo recuerdan que en aquel pa¨ªs, y en las tres d¨¦cadas de los a?os cincuenta, sesenta y setenta, se rehabilitaron nada menos que cuatro millones de viviendas por medio de subsidios p¨²blicos.
En cuanto a posibles aportaciones de los propios residentes para la rehabilitaci¨®n, cabe incentivarlas, pero no deben forzarse, y menos a¨²n con onerosos recargos obligatorios. Requiriendo esa incentivaci¨®n la estabilidad ocupacional de esos residentes, considerados en su dimensi¨®n familiar, e incluidos los que permanecen en r¨¦gimen de arrendamiento.
Esto ¨²ltimo es importante tenerlo en cuenta, por imperativos que no pueden ignorarse y aunque el hecho cierto es que los usuarios en propiedad y los usuarios en alquiler se encuentran muy entremezclados en la trama urbana y son muy pocas las fincas en las que hay ¨²nicamente arrendamientos antiguos, los cuales, no obstante, diseminados por toda la ciudad, cubren un amplio sector de poblaci¨®n, que es, como bien se sabe, el de m¨¢s baja capacidad econ¨®mica.
Por lo que, en un marco de deseable estabilidad de los residentes, es factible -y es lo oportuno- desarrollar una estrategia que combine las dotaciones p¨²blicas, como principal instrumento, y una cierta contribuci¨®n de los residentes mismos, en base a pactos negociados entre las partes implicadas, con apoyos financieros y fiscales que los estimulen.
Siendo, desde luego, indiscutible que, en la jerarqu¨ªa de las atenciones presupuestarias de las administraciones p¨²blicas, los fondos para la rehabilitaci¨®n han de ocupar un lugar de preferencia.
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