Cultura religiosa

La entente entre el Ministerio de Educaci¨®n y el Episcopado para llegar a un acuerdo sobre la ense?anza de la religi¨®n no tiene trazas de resolverse ni pronto ni bien. Los obispos rechazan de plano que la "alternativa laica" a la clase de religi¨®n sea el recreo, el estudio o el irse a casa: perjudicar¨ªa a los ni?os que van a religi¨®n. Tampoco parece satisfactoria la clase de ¨¦tica contra la clase de religi¨®n: lo viene demostrando la experiencia de los ¨²ltimos a?os y otras razones de fondo que se obviaron en su d¨ªa y no vienen ahora al caso. Por ¨²ltimo, la clase de religi¨®n para todos es una propuesta inaceptable para los padres agn¨®sticos, ateos o de confesi¨®n no cat¨®lica. Como es igualmente inaceptable para los obispos suprimir la religi¨®n de la ense?anza y hacer la catequesis en las parroquias o en centros de la Iglesia, como se hace en otros pa¨ªses.. Hay una ¨²ltima opci¨®n por la que parece que empieza a apostar t¨ªmidamente el Ministerio: cultura religiosa para todos. No me parece mala idea si por cultura religiosa se entiende lo que pienso: una historia del judeocristianisismo, lo que antes se llamaba Historia Sagrada.

Somos un pa¨ªs que gusta de los extremos y rehuye el t¨¦rmino medio. Hemos pasado de una. educaci¨®n religiosa hasta la m¨¦dula a una educaci¨®n donde la religi¨®n no es ni un simple adorno: brilla por su total ausencia. As¨ª, nuestros estudiantes son, en general., analfabetos absolutos en materia religiosa. No han visto nunca, una Biblia, confunden a San Pablo con Juan Pablo II, no les suenan los Manda mientos ni, mucho menos, el Serm¨®n de la Monta?a, ignoran qui¨¦nes fueron Abraham o Job, Lutero o Calvino. Su incultura es abisal. Lo, cual tal vez no sea un gran escollo si lo que quieren es estudiar econom¨ªa o biolog¨ªa, pero s¨ª lo es, y grave, si pretenden licenciarse en literatura, arte, filosof¨ªa, o cualquier materia que tenga algo de historia. La religi¨®n es parte esencial de nuestra civilizaci¨®n y nuestra cultura. La cultura religiosa es, parte de la cultura general.

Pienso que la propuesta es, sencillamente, de sentido com¨²n. Dudo, sin embargo, que merezca la aprobaci¨®n de los extremistas. A saber: quienes opinan que reducir la religi¨®n a cultura religiosa es poco, y quienes creen que obligar a todos a saber algo de religi¨®n es pasarse. Precisamente, porque no complace a los extremistas, hay que considerarla como la soluci¨®n m¨¢s prudente y sensata. Y lo que deber¨ªa importarnos m¨¢s: la soluci¨®n m¨¢s conveniente para todos los alumnos, que es, en definitiva, lo que ha de buscar la escuela p¨²blica. A la Iglesia le corresponde hacer proselitismo, en efecto, pero la escuela no es, en estos momentos ni en este pais, el mejor lugar para hacerlo. En cuanto a los padres agn¨®sticos y ateos reclacitnantes, deber¨ªan empezar a preguntarse en serio qu¨¦ da?o puede hacerles a sus hijos un poco de cultura religiosa que no es sino un aspecto b¨¢sico e irrenunciable de nuestro mundo. Me pregunto si esa atracci¨®n' de la juventud hacia lo esot¨¦rico y sectario no ser¨¢ una consecuencia de haberles ocultado en exceso algo tan normal y corriente como la experiencia religiosa.

Pero no echemos las campanas al vuelo. Aun suponiendo que esta soluci¨®n resultara satisfactoria, el problema no quedar¨ªa resuelto. Habr¨ªa que decidir y buscar a los profesores capaces y dispuestos a dar clase de cultura religiosa. Demasiados fantasmas para afrontar esta cuesti¨®n en sus justos t¨¦rminos.