Negrura
Por primera vez desde que estallaron los esc¨¢ndalos, el Gobierno ha tenido reflejos para coger el toro del caso Palomino por los cuernos y adelantarse a ofrecer a la opini¨®n p¨²blica toda clase de explicaciones (aunque no se sepa de momento si ser¨¢ suficiente para desactivar el caso definitivamente). Esto mismo es lo que habr¨ªa tenido que hacer con las anteriores denuncias de corrupci¨®n, empezando por el caso Guerra y siguiendo por Filesa. Pero entonces no se supo o no se pudo hacer, d¨¢ndose con ello lugar a que se crease el actual clima de sospecha generalizada. Y ahora es quiz¨¢ demasiado tarde para volverse atr¨¢s, pues el mal ya est¨¢ hecho y resulta irreparable.Como sostiene Susan Sontag, lo peor de la enfermedad son sus met¨¢foras, lo cual resulta particularmente aplicable al caso que nos ocupa, pues la met¨¢fora de corrupci¨®n envenena mucho m¨¢s el ambiente que el propio problema de ilegalidad pol¨ªtica al que se alude con ella. As¨ª que conviene acostumbrarse a la idea de que la opini¨®n p¨²blica siempre va a seguir haciendo presunci¨®n de culpabilidad, en lugar de hacerlo de inocencia. Y esta, desnaturalizaci¨®n del prejuicio popular tambi¨¦n cabe atribuirla a la responsabilidad de los socialistas (ya que no supieron prevenirla ni curarla), m¨¢s que a la malevolencia de ciertos sectores de la prensa que se han limitado a sacar provecho de ella.
Met¨¢foras al margen, si consideramos los hechos con fr¨ªa objetividad advertiremos que nos hallamos en presencia de graves infracciones de la ley por parte de los mismos responsables pol¨ªticos (de la Administraci¨®n o de los partidos) que precisamente debieran garantizar su cumplimiento: comisiones fraudulentas, trato de favor, financiaci¨®n irregular, etc¨¦tera. Ahora bien, unas infracciones estrictamente an¨¢logas se producen tambi¨¦n al otro lado de la valla, pues la sociedad civil incumple la ley en mucha mayor medida de cuanto pueda hacerlo la clase pol¨ªtica: y no me refiero s¨®lo al tr¨¢fico de influencias, la informaci¨®n reservada o la ingenier¨ªa financiera, sino sobre todo a la econom¨ªa sumergida, el dinero negro y la evasi¨®n fiscal, que vienen a sumar seg¨²n las estimaciones menos alarmistas entre un quinto y un tercio del producto nacional. Al lado de es-Lo, la corrupci¨®n pol¨ªtica parecer¨ªa irrelevante a no ser por algo que la distingue: es p¨²blica, visible y notoria, mientras la corrupci¨®n civil es privada, secreta y clandestina.
Pero lo cierto es que, anta?o hab¨ªa una especie de entente cordiale por la que cada una de ambas partes (clase pol¨ªtica y sociedad civil) toleraba y consent¨ªa las irregularidades de la otra a cambio de conservar las manos libres para proseguir con las propias. As¨ª es como se aceptaba la existencia de un aut¨¦ntico Estado sumergido, producto de las irregularidades financieras de la clase pol¨ªtica y que se asum¨ªa como una especie de impuesto revolucionario o tributacl¨®n paralela que hab¨ªa que sufragar para que el Estado visible hiciese la vista gorda ante la econom¨ªa sumergida. El resultado era un espurio contrato social de negrura mutua pactado entre la sociedad civil y la clase pol¨ªtica.
Pues bien, hoy este pacto impl¨ªcito entre el dinero negro y la pol¨ªtica negra se ha roto como consecuencia de las interesadas denuncias formuladas por los chantajistas como amenaza que busca vender silencio para comprar impunidad. Pero una vez roto el contrato social de negrura, no por ello ha desaparecido la corrupci¨®n social, por mucho que se persiga o denuncie la corrupci¨®n pol¨ªtica. Hoy se procede por fin contra los pol¨ªticos o funcionarios que m¨¢s negros parezcan. Y tambi¨¦n caen, de paso, algunos de los chantajistas financieros m¨¢s significados que hab¨ªan actuado como intermediarios de este negro pacto contra natura. Pero, sin embargo, la mayor¨ªa de la sociedad civil contin¨²a disfrutando ole su dinero negro con plena impunidad fiscal. Y adem¨¢s lo hace con la buena conciencia de ver c¨®mo pagan los platos rotos unos pocos advenedizos y otros cuantos socialistas. ?Cabe imaginar un final feliz m¨¢s conveniente para los intereses de nuestra confortable y biempensante burgues¨ªa?
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