Una desgracia para el comprador
S¨ª, yo tambi¨¦n lo era. Un Adicto An¨®nimo al Vinilo. Una deformaci¨®n fetichista que te llevaba a comportamientos absurdos. Por ejemplo, comprar tres edic¨ªones del mismo disco para conseguir un ejemplar impecable: la estadounidense (por la carpeta de cart¨®n r¨ªgido), la alemana (por el prensaje) y la brit¨¢nica (a veces, el prensaje era superior al germano y siempre llevaban amorosas fundas interiores de papel y pl¨¢stico).Esa locura se extingui¨® con la llegada del disco compacto. La publicidad anunciaba que ese soporte ofrec¨ªa "sonido perfecto para siempre", pero, como obeto de coleccionismo, el CD produce abundantes frustraciones. El enervante celof¨¢n que te destroza las u?as, esas cajas que se rompen a la menor ca¨ªda, unos encartes que se deterioran con s¨®lo intentar sacarlos. Sobre todo, se echan de menos aquellos envoltorios extravagantes, aquellas fundas desplegables, aquellos caprichos del rock progresivo donde el trabajo de los dise?adores gr¨¢ficos era -es hora de reconocerlo- infinitamente m¨¢s satisfactorio que el contenido de los surcos.
La tendencia a la miniaturizaci¨®n iniciada con el CD -mejor no hablar de la DCC o el MD- fue una tragedia para los dise?adores. Y se vengaron castigando a los compradores: textos ilegibles, ya sea por el tama?o de las letras o por la perversidad de imprimir sobre colores fuertes.
El disco digital en s¨ª tambi¨¦n sac¨® lo peor de los m¨²sicos. Si la calidad media del rock descendi¨® al perderse la disciplina del single con el desplazamiento hacia el elep¨¦, el compacto acentu¨® esa degeneraci¨®n hasta niveles abismales. Un elep¨¦ ten¨ªa 10, 12 canciones y duraba unos cuarenta minutos; hoy, cualquier indocumentado nos presenta un CD con 18 o 20 canciones, apurando la capacidad del CD, m¨¢s de 75 minutos. Y es que las discogr¨¢ficas han renunciado a ejercer su prerrogativa de control de calidad: para justificar los desmesurados precios de los compactos, se excusan en la cantidad de m¨²sica incluida. No hay crisis de creatividad. Hay crisis de autocomplacencia, agravada por la dejaci¨®n de funciones de los responsables. Fue una conspiraci¨®n, triunf¨® y ahora todos pagamos el pato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.