Autor primerizo
La tragedia de los pol¨ªticos es que no pueden soportar la dureza de su oficio sin la compensaci¨®n del halago, pero casi ninguno es tan necio como para tomarse en serlo los provenientes de su propia tropa. De ah¨ª su necesidad acuciante de reconocimiento por parte de los rivales. Necesidad raramente satisfecha. A la pregunta de I?aki Gabilondo sobre si hab¨ªa le¨ªdo el libro de Aznar, Felipe Gonz¨¢lez respondi¨® que lo habr¨ªa hecho de sospechar que el autor fuera, efectivamente, Aznar. Tal vez no sea un producto exclusivo, pero tambi¨¦n a Gonz¨¢lez y sus ministros les escriben, en todo o en parte, sus discursos. De un l¨ªder pol¨ªtico se espera que sea capaz de rodearse de gentes con m¨¢s talento que ¨¦l, y a nadie extra?a que utilice las ideas que le suministran. En este caso, adem¨¢s, la voz de Aznar, incluyendo sus latiguillos y ret¨®rica caracter¨ªstica -repetir las cosas al menos tres veces-, resulta muy reconocible. Por ello, es algo mezquino que quien todav¨ªa no se ha estrenado le regatee a Aznar su leg¨ªtimo orgullo de autor primerizo.El t¨ªtulo del libro, La segunda transici¨®n, ya fue empleado por Juan Antonio Ortega y D¨ªaz-Ambrona, ex ministro de UCD, en un art¨ªculo publicado en EL PA?S el 4 de agosto. Al final del mismo, el autor mostraba su asombro ante la falta de reconocimiento por los socialistas del PP como "un digno y democr¨¢tico candidato para sucederles en el gobierno". El reproche es justo, pero tambi¨¦n lo ser¨ªa su rec¨ªproco: el PP no reconoce a los socialistas como dignos antecesores. Su insistencia en presentar a Gonz¨¢lez como alguien aferrado al poder, bunkerizado, es una ofensa gratuita, miserable. Esa mutua negativa de reconocimiento, alentada por los amantes de las emociones fuertes, es la causa de la actual crispaci¨®n.
Los socialistas. niegan que el PP se haya centrado y pueda homologarse con los dem¨¢s partidos europeos de centro-derecha: son la derecha de siempre, y la cabra al monte tira; no creen en el Estado de las autonom¨ªas, y si pudieran se lo cargar¨ªan o tratar¨ªan de reducirlo a su m¨ªnima expresi¨®n. Nada en el libro de Aznar autoriza esos juicios. Es verdad que el franquismo sociol¨®gico se reconoce en el PP, pero no ocupa posiciones de poder en su interior y, adem¨¢s, mejor que est¨¦ dentro que fuera del sistema. Las ideas e iniciativas que defiende Aznar en materia auton¨®mica son similares a las mantenidas por el PSOE: reforma del Senado, equiparaci¨®n competencial de las autonom¨ªas de r¨¦gimen com¨²n, defensa de Espa?a como naci¨®n pol¨ªtica compatible con el reconocimiento del pluralismo nacional, etc. Y las referencias doctrinales a que se acoge, de Ortega a Raymond Aron y de Popper a Dahrendorf, son genuinamente liberales y democr¨¢ticas.
Pero es cierto que la identificaci¨®n de la alternancia como "segunda transici¨®n". introduce un factor de confusi¨®n. Es precisamente Ralf Dahrendorf quien m¨¢s ha alertado contra la "desafortunada tendencia a transformar toda pol¨ªtica en constitucional". Es decir, contra la obsesi¨®n por plantear el cambio pol¨ªtico en t¨¦rminos de modificaci¨®n de las "condiciones previas al verdadero juego pol¨ªtico". Su preferencia es por las peque?as reformas "en el marco de la pol¨ªtica normal". Transici¨®n es un t¨¦rmino que s¨®lo puede referirse a las reglas del juego, y los arbitristas m¨¢s nerviosos del momento ya le han se?alado a Aznar las que tiene que cambiar para "regenerar" un sistema al que niegan la condici¨®n de democr¨¢tico.
Lo inquietante de Aznar no es su programa, ni la supuesta amenaza de una involuci¨®n como la que supuso el "bienio negro" en la Rep¨²blica. Lo sospechoso es esa tendencia a magnificar su eventual llegada al poder como algo m¨¢s que la alternancia en el gobierno. Todo adolescente cree inaugurar el mundo, pero seguir pens¨¢ndolo a los 40 es una muestra de inmadurez. En ese sentido es desafortunada la met¨¢fora de la "segunda transici¨®n". Cualquier persona habituada a escribir sabe lo peligrosas que son las met¨¢foras cuando ascienden al titular: la necesidad de justificarla conduce a veces al autor a territorios muy alejados de su intenci¨®n inicial.
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