Clinton y Am¨¦rica Latina
Por el efecto en el margen de maniobra y la capacidad negociadora del presidente Bill Clinton, por el impacto ideol¨®gico del triunfo avasallador de la derecha republicana y por las reverberaciones del s¨ª en California a la Proposici¨®n 187 sobre los derechos de los indocumentados, las recientes elecciones norteamericanas pueden convertirse en una de las m¨¢s significativas en muchos a?os para M¨¦xico y Am¨¦rica Latina. Corren el riesgo de dar al traste con las oportunidades que abri¨® la llegada al poder de los dem¨®cratas, en 1992.Clinton es hoy un presidente herido; no de muerte, pero seriamente. Va a enfrentar dificultades insuperables en pol¨ªtica interior, sobre todo en lo que se refiere a la aprobaci¨®n de una reforma de fondo del sistema de salud norteamericano, transformaci¨®n para la que fue electo y que no logr¨®, en buena medida por carecer de prioridades claras y de simplicidad legislativa e ideol¨®gica. Quiz¨¢ pueda detener la fensiva conservadora de los republicanos reci¨¦n electos, pero su propia agenda se ver¨¢ sin duda congelada hasta 1996. En lo externo probablemente suceda lo mismo, aunque en menor grado. Los nuevos dirigentes republicanos de la C¨¢mara y del Senado, desde Jesse Helins hasta Newt Gingrich, ya han manifestado su intenci¨®n de imprimirle un nuevo sello a la pol¨ªtica exterior norteamericana en ¨¢mbitos como el GATT, la asistencia extranjera, la participaci¨®n en misiones bajo el mando de la ONU y el env¨ªo de tropas a Hait¨ª u otras latitudes. En estas condiciones, dif¨ªcilmente se realizar¨¢n las esperanzas de los presidentes latinoamericanos de ver realizados sus sue?os de una gran zona hispanoamericana de libre comercio.Pero ante todo, Clinton es hoy un mandatario cuya reeleci¨®n -obsesi¨®n ¨²nica de todo presidente estadounidense- se encuentra en riesgo. De tal suerte que si antes se ve¨ªa obligado a subordinar algunas facetas de la pol¨ªtica exterior a las vicisitudes de la vida interna norteamericana, ahora dicha inclinaci¨®n tender¨¢ a exacerbarse. Toda se sujetar¨¢ a los imperativos de la campa?a del 96: Cuba, Hait¨ª, la cuesti¨®n migratoria, el libre comercio, el combate al narcotr¨¢frico, la devoluci¨®n del Canal de Panam¨¢ en su segundo periodo, etc¨¦tera. Visto que los contrincantes m¨¢s peligrosos de Clinton ser¨¢n, entre otros, el gobernador de California, Pete Wilson, quien asegur¨® su reelecci¨®n en parte gracias a una campa?a contra los inmigrantes, y el senador Robert Dole, quien ha comenzado a reconsiderar su apoyo tradicional a la. apertura del mercado estadounidense, el ocupante actual de la Casa Blanca se ver¨¢ forzado a deslizarse hacia posiciones cada vez m¨¢s demag¨®gicas.
Segundo efecto: el triunfo republicano revestir¨¢ consecuencias pol¨ªticas e ideol¨®gicas sustantivas, y no puramente ret¨®ricas o superficiales. El tr¨¢nsito iniciado en 1938 hacia la conformaci¨®n de una mayor¨ªa conservadora y republicana en el Congreso se consum¨® finalmente en 1994. La p¨¦rdida de la mayor¨ªa en 1938 por Franklin Roosevelt y el Partido Dem¨®crata puso fin al Nuevo Trato; la reconquista de 1948 para los dem¨®cratas alter¨® la correlaci¨®n de fuerzas partidista, pero no pol¨ªtica.La abrumadora victoria de Lyndon Johnson en 1964 le brind¨® una mayor¨ªa progresista en el Congreso para ratificar sus programas sociales y antirracistas, pero ¨¦sta fue ef¨ªmera; en 1968 se desvaneci¨®. As¨ª, entre 1932 y 1994 predomin¨® una mayor¨ªa conservadora en el Congreso, aunque formalmente los dem¨®cratas mandaban. Hoy se alinea la mayor¨ªa ideol¨®gica con la partidista, se trata posiblemente d¨¦ una mutaci¨®n de largo aliento.
El vicio profundo de la democracia de Estados Unidos, a saber, la abstenci¨®n electoral del electorado pobre, negro e hispano, y la alta participaci¨®n de los votantes blancos, anglosajones, suburbanos y de clase media-alta, acab¨® por imponerse. El triunfo republicano es el de una mayor¨ªa homog¨¦nea de una minor¨ªa uniforme: cincuenta y tantos por ciento del 35%, casi todos a la imagen del Amerlcan Dream: Bart Simpson y su clan en vivo y en directo a las urnas. A Clinton le sucedi¨® lo que a Carter; ambos trataron de evitar que les ocurriera lo que a Roosevelt y Johnson. Estos dos, se cree, se cargaron demasiado hacia la izquierda; la clase media los abandon¨®. De all¨ª que los dos sure?os, Carter y Clinton, se desplazaran hacia la derecha antes de que les pasara lo mismo; al hacerlo perdieron su electorado tradicional, que se refugi¨® en la abstenci¨®n. Clinton sacrific¨® la reforma del sistema de salud y logr¨® la aprobaci¨®n de una ley antidelincuentes y el acuerdo de libre comercio con M¨¦xico. Los votantes conservadores no le agradecieron lo segundo; los progresistas no le perdonaron lo primero. Se qued¨® como el perro del hortelano.
Esto sign¨ªfica, entre otras cosas, que el vigor o empuje de los nuevos dirigentes del Capitolio es muy superior a aquel que emana de una casualidad, de un accidente, o de una sorpresa. He aqu¨ª el tercer efecto de los comicios estadounidenses. El pliego petitorio conservador no se limita a algunos temas tradicionales del republicanismo cl¨¢sico. Incluye un extremismo cultural notable por sus fobias -antiaborto, antiinmigraci¨®n, antihomosexualidad, proculto- y una exaltaci¨®n de los llamados valores americanos sumamente ideol¨®gica. Los dogmas no suelen prestarse a negociaciones, ni siquiera en el pa¨ªs m¨¢s pragm¨¢tico de todos, y es probable que la predilecci¨®n clintoniana por la conciliaci¨®n se estrelle contra la dura realidad del fervor conservador de la derecha cristiana y de su ambici¨®n redentora. Si bien esto podr¨ªa generar s¨®lo efectos limitados para M¨¦xico y Am¨¦rica Latina, en por lo menos dos ¨¢mbitos importantes de las relaciones entre la regi¨®n y Estados Unidos puede introducir turbulencias preocupantes. Dejaremos a un lado, por ahora, un tercer tema crucial potencialmente conflictivo: el del aborto y el control de la natalidad y el financiamiento de los programas de planificaci¨®n familiar en Am¨¦rica Latina.
El primer tema espinoso ser¨¢ uno que ya conocemos, pero que hab¨ªa perdido cierta conflictividad aparente en tiempos recientes: el combate al narcotr¨¢fico. Los republicanos suelen atribuirle una mayor importancia al asunto, y muchos antiguos extremistas reaganianos de la cruzada antidroga de los ochenta ocupan posiciones cercanas a la nueva derecha. Es un tema intervencionista por excelencia, que permite plantear los problemas en forma maniquea, condicionando todo tipo de apoyos y preferencias comerciales y financieras norteamericanas a su cumplimiento. La creciente injerencia de Washington en la lucha antinarco al interior de cada pa¨ªs latinoamericano podr¨¢ intensificarse, sobre todo si los Estados de la regi¨®n perseveran en su postura t¨¢cita actual: negarse ellos a declararle la guerra al narco, al tiempo que acceden a que Estados Unidos libre dicha guerra en su lugar, y en tierra ajena.
Pero la consecuencia m¨¢s nociva del maremoto conservador en las recientes elecciones de EE UU se centrar¨¢ en la cuesti¨®n migratoria. A pesar de los mejores deseos de numerosos Gobiernos latinoamericanos y de diversos observadores de la realidad estadounidense, la llamada 187 no va a limitarse a ser un fen¨®meno puramente californiano, cuya puesta en pr¨¢ctica sea frenada o revertida por el Poder Judicial norteamericano. La nueva mayor¨ªa republicana en Washington posee luna agenda migratoria, y la va a impulsar. Ya comprob¨® que el tema evoca la sensibilidad de la clase media, tanto aquella conservadora y racista que reprueba la presencia de extranjeros, como aquella m¨¢s tolerante y liberal que rechaza la ilegalidad y sus efectos perniciosos para su propia sociedad. Si no promueve un equivalente federal de la proposici¨®n 187, que busca restarle derechos educativos y de salud a los trabajadores indocumentados y a sus familias, propiciar¨¢ cambios en la ley migratoria que provoque efectos an¨¢logos, o que restrinja la entrada de migrantes sin papeles. La ¨¦poca del liberalismo migratorio en los hechos ha concluido en Estados Unidos.
Tambi¨¦n ha finalizado la era durante la cual el tema migratorio permaneci¨® fuera de la agenda negociadora hemisf¨¦rica, salvo. contadas excepciones coyunturales: Cuba de vez en cuando, las Antillas en ocasiones. Conviene recordarlo: son muchos los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina que han enviado a un alto porcentaje de sus habitantes -m¨¢s del 5%, en algunos casos m¨¢s de la d¨¦cima parte- a trabajar y vivir en Estados Unidos. M¨¦xico, casi toda Centroam¨¦rica, buena parte del Caribe, Colombia, Ecuador y Per¨² son naciones fuertemente expulsoras de migrantes. Para todos estos pa¨ªses, y para sus respectivos Gobiernos, la cerraz¨®n norteamericana en materia migratoria va a obligar, tarde o temprano, a una negociaci¨®n delicada y compleja. Sus t¨¦rminos inevitables anuncian ya el desgarrador dilema que se plantear¨¢: legalizaci¨®n ampliada contra regulaci¨®n compartida. Para todos ser¨¢n lacerantes las alternativas; para M¨¦xico, m¨¢s que para nadie: frontera obliga. Pero ning¨²n pa¨ªs permanecer¨¢ al margen del giro a la derecha en Estados Unidos: para Am¨¦rica Latina, como nunca, mucho se decide desde fuera de casa.
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