Defensa y Cultura buscan una nueva ubicaci¨®n para el Museo del Ej¨¦rcito

VICENTE G. OLAYA Para que Las Meninas est¨¦n a sus anchas, la espada del Cid tendr¨¢ que hacer las maletas. El Ministerio de Cultura, que tiene previsto ampliar el Museo del Prado, ha puesto sus ojos en el viejo caser¨®n que ocupa actualmente el Museo del Ej¨¦rcito, en la calle de Felipe IV. Los m¨¢ximos responsables de Defensa y Cultura mantienen, desde hace meses, negociaciones para trasladar la gigantesca colecci¨®n militar a un nuevo emplazamiento. Se barajan ya dos posibilidades: el Alc¨¢zar de Toledo y el cuartel de Conde Duque. "Todo depende de los costes", comentan en Defensa.

La ministra de Cultura, Carmen Alborch, admiti¨® ayer que el Museo del Ej¨¦rcito se convertir¨¢ en una parte del Prado. "Aunque todo depende del resultado del concurso internacional de ideas que hemos convocado para determinar la futura ampliaci¨®n del Prado", a?adi¨®. En Defensa tampoco son m¨¢s concretos. El ministro, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas, s¨®lo ha confirmado "la excelente disposici¨®n" de su ministerio para colaborar en la ampliaci¨®n de la pinacoteca. Las dos posibilidades, existentes (llevar el Museo del Ej¨¦rcito al Alc¨¢zar de Toledo o al Cuartel de Conde Duque) dependen "del coste que suponga la rehabilitaci¨®n de la nueva sede".Las actuales dependencias del Museo del Ej¨¦rcito son los restos de un palacio ya desaparecido , el del Buen Retiro, construido en 1632. Su antig¨¹edad y el inter¨¦s de las hist¨®ricas piezas que guarda no impiden, sin embargo, que sea uno de los grandes desconocidos de Madrid. Por ejemplo, a pesar de su c¨¦ntrica ubicaci¨®n (a escasos metros del Museo del Prado) ayer fue visitado, por unas 100 personas. "Y eso que ha venido un grupo de estudiantes, que si no...", comentaba el taquillero.

El museo, muy limpio, sin embargo, huele un poco a rancio. A la una de la tarde de ayer, dos extranjeros intentaban desentra?ar, en una solitaria sala, unas explicaciones escritas en castellano que ilustran una colecci¨®n de escopetas del siglo XVIII. "Spanish war?", preguntaron a un jubilado despistado que pasaba por all¨ª. "No. Mor antig¨¹i", respond¨ªa ¨¦ste con buena voluntad. Silencio total. Los visitantes pasaron despu¨¦s junto a la tienda de campa?a que utiliz¨® Carlos I durante la conquista de T¨²nez. "Charles Guan. Tienda", remat¨® el improvisado gu¨ªa.

En las salas del museo se guardan los restos de los antiguos esplendores militares: desde la famosa espada Tizona del Cid hasta un fragmento de la bandera del buque insignia cristiano en la batalla de Lepanto. El general Franco tambi¨¦n permanece omnipresente en muchos rincones: bustos, retratos a caballo, uniformes, mascarillas...

El sal¨®n de Reinos es el coraz¨®n del museo. Su techo (34 metros de longitud por 10 de anchura) fue pintado por Vel¨¢zquez. De sus ventanas penden mazos de banderas ganados en pasadas batallas. Aneja a esta estancia se encuentra la sala ¨¢rabe, decorada al estilo de la Alhambra, y donde se guarda la espada de Boabdil.En el piso superior, en las salas de ultramar, reposan curiosos objetos. Por ejemplo, un trozo de la cruz que portaba Col¨®n al llegar a Am¨¦rica o un fragmento del ¨¢rbol bajo el que se cobij¨® Hern¨¢n Cort¨¦s durante la conquista de M¨¦xico.

"Aqu¨ª tenemos cosas muy bonitas, pero es una pena que la gente no venga", explican los cuidadores.

"Ahora, desde que se rumorea que nos van a trasladar, parece que esto tiene m¨¢s animaci¨®n", terminan.