Un sorprendente 'hit parade' de la inmortalidad
Harold Bloom escandaliza al mundo literario con una lista de los 26 autores clave
La publicaci¨®n de The western canon (El canon occidental; los libros y escuela de las ¨¦pocas), de Harold Bloom, uno de los grandes santones de la cr¨ªtica literaria internacional, ha sido un bombazo. El autor hace en su libro una suerte de hit parade en el que elige a los 26 autores que, seg¨²n ¨¦l, vertebran la historia de la literatura universal. S¨®lo un espa?ol, Cervantes, est¨¢ entre los elegidos. La lista dedicada a las distintas ¨¦pocas es menos restrictiva, aunque hace exclusiones que para algunos son escandalosas (Rousseau, Flauubert, Conrad, Eliot, Faulkner, Calvino). De los ¨²ltimos a?os, la presencia espa?ola se reduce a Cela y a Juan Goytisolo.
?Se puede atacar a ca?onazos? Exaltado por los aires de guerra que una anterior obra suya (The book of J, sobre los escritores de la Biblla) movi¨® en los c¨ªrculos eruditos, Harold Bloom ha pasado a las armas. Autor de 20 libros (alguno tan trascendental como La angustia de las influencias), Bloom es, probablemente, uno de los grandes te¨®ricos de la literatura contempor¨¢nea.Jud¨ªo que ha seguido en sus escritos a menudo la estela hermen¨¦utica de la c¨¢bala, este catedr¨¢tico de Humanidades en Yale ha querido dar un pistoletazo de aviso a los polic¨ªas de lo correcto, lo moralizante y lo partidista. Y a su modo torrencial, ha escrito un libro de casi seiscientas p¨¢ginas que mezcla con h¨¢bil trepidaci¨®n el an¨¢lisis literario de sus autores can¨®nicos y la controversia frente a la moda del multiculturalismo. En un tiempo en que la palabra del beatificado Foucault, resuena en las revistas de rock y la citan modistas, y profesores-cr¨ªticos como la renegada Camille Paglia ("la Madonna de las letras") o Eve Kosofsky Sedwick ("la reinona de los estudios gay") arrasan en los medios de comunicaci¨®n, parecer¨ªa que el proyecto Bloom ha querido entrar a matar bajo los focos (el libro es un best-seller en Am¨¦rica), castigando a los malos del drama.
El canon occidental se presenta en apariencia como el empe?o magistral por fijar, en beneficio de los lectores de hoy y del futuro, el canon o norma de aquellas obras y autores que "el mundo no querr¨ªa dejar morir".
Soberbia
Consciente del peligro de arbitrariedad que le cerca, Bloom hace gala de ¨¦l con cierta soberbia, eligiendo s¨®lo 26 autores desde el siglo XIV hasta hoy, "seleccionados por su sublimidad y su naturaleza representativa", y tratando de "representar c¨¢nones nacionales por sus figuras cruciales". El fantasma del hit parade aparece desde el principio, y nos alarma cuando advertimos que, en el campeonato de las lenguas, Bloom es un ¨¢rbitro descaradamente casero: de los 26 clasificados, la mitad escribieron en ingl¨¦s, quedando despu¨¦s empatados, pero a mucha distancia de la tabla, franc¨¦s, alem¨¢n y espa?ol con tres nombres cada uno; en la cola, con un punto por cabeza, Italia, Rusia, Noruega y Portugal. Una liga sin mucho color.
Ahora bien, por encima del grueso del libro, formado por los art¨ªculos de cada autor agraciado, Bloom ordena sus p¨¢ginas como un ataque frontal, imprecativo en ocasiones, a la que ¨¦l llama escuela del resentimiento, constituida por profesores cr¨ªticos y dem¨¢s defensores de los estudios culturales que, bajo las banderas del feminismo, el afrocentrismo, el marxismo, el nuevo historicismo o la de construcci¨®n, tratan de romper el canon por la v¨ªa de un revisionismo feroz o una ampliaci¨®n de conveniencia pol¨ªtica.
Dos estrategias se cruzan en el trazado de su pol¨¦mica. Por un lado, y apost¨¢ndose firmemente en la l¨ªnea del inteligente fundamentalismo de los valores que hoy representan te¨®ricos como Steiner (en Presencias reales), Frye, Fumaroli y, en un terreno m¨¢s social y pl¨¢stico, Robert Hughes (La cultura de la queja), Bloom aboga por un inflexible mantenimiento de criterios intelectuales y est¨¦ticos ajenos a toda contaminaci¨®n militante. Conocer en profundidad a los autores can¨®nicos no nos har¨¢, dice Bloom, mejores o peores, ni m¨¢s ¨²tiles o da?inos. "Lo m¨¢ximo que el canon occidental puede darnos es el uso apropiado de nuestra soledad, esa soledad cuya forma final es la confrontaci¨®n con la propia mortalidad".
La segunda argumentaci¨®n se centra en los modos de repeler la creciente invasi¨®n de los resentidos, apuntalando al mismo tiempo las razones de la supremac¨ªa art¨ªstica. Aqu¨ª Bloom es rotundo y emocionante: "Las buenas obras literarias son ansiedades logradas, no alivios de las ansiedades". Pero su afirmaci¨®n, tan nietzschiana. de que el valor est¨¦tico surge de la memoria, y por tanto del dolor, le conduce a un terreno al que muchos no le seguir¨¢n. "La musa, tanto la tr¨¢gica tomo la c¨®mica, est¨¢ de parte de la ¨¦lite". Considerando que el com¨²n de los hombres, y en especial aqu¨¦llos que m¨¢s sufren por su subsistencia, desde?ar¨ªan la ansiedad est¨¦tica, tan improductiva, recurriendo en todo caso a la religi¨®n -m¨¢gica, absolutoria- y nunca a la literatura, la gran literatura, que no ofrece perd¨®n ni cura, Bloom coloca el list¨®n del m¨¦rito en la libe angustia de los pocos. "La conciencia intospectiva, libre para contemplarse a s¨ª misma, sigue siendo la m¨¢s elitista de todas las im¨¢genes occidentales, pero sin ella el canon no es posible y, por decirlo del modo m¨¢s brusco, tampoco nosotros lo ser¨ªamos". La cima de esa conciencia introspectiva la ve Bloom en los soliloquios de Hamlet y en las voces cruzadas de Don Quijote y Sancho.
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