Como el 'Guernica'
Sobre fondo de aspecto algo arenoso, casi todo ¨¦l cubierto por un enjambre de abanicos dorados, una linda zagala japonesa, ataviada a la antigua usanza, acaba de lanzar al invisible aire una pelotica que es, en manos del azar oriental, roja, gualda y tambi¨¦n morada. Se, trata de la estampa que me env¨ªa Michiko Okubo desde Zushi, como siempre acostumbra por estas fechas, para felicitarme el a?o nuevo. En el interior de esa estampa que es d¨ªptico prefabricado con sumo celo, hace gala Michiko de s¨ªntesis perfecta cuando pasa a informarme de lo que all¨ª ha ocurrido en los ¨²ltimos doce meses. De entrada, he aqu¨ª el aplomo leve con que puede un estilo fundir lo prologal y lo epilogal en una sola informaci¨®n dichosa: 1994 ha sido un a?o, si no fruct¨ªfero, por lo menos ameno para Jap¨®n. Desatada a galope nuestra envidia, nada la ha aminorado al saltar en seguida, como luego tal vez la pelotica, de lo general a lo particular: En cuanto a nuestra familia, hemos podido bautizar a nuestro hijos, Yu y Yuri, que sintieron el amor incondicional, la ternura y el cari?o de tantos amigos que, sin nuestro merecimiento, hemos recibido a lo largo de nuestra vida. Alg¨²n, lector comprender¨¢, incluso por lo poco entrevisto, que yo aguarde con impaciencia que transcurran deprisa los a?os para tener noticias de Michiko Okubo. Su ritual envio navide?o respira amenidad de conjunto, y hogare?o estado de gracia, nuestras m¨¢s esenciales carencias; no reh¨²ye, sin embargo, el abordaje de lo sociopol¨ªtico Aqu¨ª han ca¨ªdo tres gobiernos. Y el ¨²ltimo es una coalici¨®n entre el partido liberal democr¨¢tico y el partido socialista, que han sido los polos opuestos durante casi 40 a?os. Es como una tarta hecha con la crema de las empresas y el polvo de los sindicatos. Y, a rengl¨®n seguido, jibariza su propio resumen coyuntural por medio de un rasgueo castizo: En una palabra, un cachondeo. Dicho lo cual, la econom¨ªa es enfocada con elegante crudeza: Los institutos de estad¨ªsticas oficiales no hacen m¨¢s que anunciar el final de la recesi¨®n, aunque en la vida cotidiana de los ciudadanos no se percata la mejora en absoluto. (Y, aun cuando el castellano flaquease, puede la analog¨ªa allanar el entendimiento). Por ¨²ltimo, Michiko Okubo traza del m¨¢s reciente premio Nobel de Literatura un austero perfil, ¨¦se que habr¨ªan agradecido los peri¨®dicos de haber llegado el mismo d¨ªa del fallo: Kenzaburo Ooe (con dos oes) es un novelista para la minor¨ªa intelectual, quien concienzudamente ha tratado de romper su escritura probando numerosos experimentos vanguardistas, adem¨¢s, de tener un hijo retrasado, m¨²sico, que le ha cambiado su visi¨®n vital, un novelista preocupado por los problemas sociales, sobre todo ha escrito numerosos ensayos sobre las v¨ªctimas de la bomba at¨®mica. (?Qu¨¦ dir¨¢, a todo esto, Jorge Herralde?).
Correspondencia
Lo embarazoso, claro, ser¨¢ corresponder a tal tersura. M¨¢xime, desde un lugar real en el que todo asunto se ha vuelto sospechoso: la Galatea de Cervantes, los trigales de La Armu?a, las sabrosas galeras de Sanl¨²car de Barrameda, las prendas de tergal, la raya de Portugal, los l¨ªmites legales de los regalos, el marisco de Gal¨ªcia, la sombra de los nogales, el paladeo del regaliz, las expesiones tradicionales (??chale un galgo!), el uso de bengalas en los campos de f¨²tbol, la memoria de Tierno Galv¨¢n o dejar que su amiga Sara Montiel nos cante aquello eterno de Ay, va, ay va, / ay, v¨¢monos a Galilea... -Nada mejor, en suma, que darse cita popular con Lope en Lepe: Negro: lo tiene el garz¨®n por llamarse Baltasar. Pero los pormenores de este pa¨ªs occidental pasan tambi¨¦n por una revelaci¨®n sonada: el torero Jesul¨ªn de Ubrique confiesa, al fin, que lo que m¨¢s le gusta de las mujeres son los zapatos. Mientras tanto, el alcalde Jes¨²s Gil se descubre apasionado por la escritura: Yo soy adicto a los bol¨ªgrafos. Tengo miles, pero escribo, con los cariocas de capuch¨®n largo que pido en los bingos. Y la cantante Lola Flores vuelve de F¨¢tima un Poquito decepcionada, porque la Virgen est¨¢ en una urnita de cristal y casi no se la puede apreciar. O sea, todo como el Guernica. A ver, entonces, quien se lo pinta ahora a Michiko Okubo, que vive tan feliz en Zushi esperando las doce campanadas.
Babelia
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