Razonable y quejumbroso
?poca de resaca y purga, en la que el entumecimiento impele a arrepentirse de los pasados excesos, el arte de los noventa se ha vuelto razonable y quejumbroso. Por do quier, suben al p¨²lpito frailunos orates para sembrar dudas y advertencias ante un p¨²blico compungido, y requerir seriedad, reflexi¨®n y compromiso al propio artista que, obediente, est¨¢ dispuesto a asumir cualquiera de los papeles o tareas ahora asignados psic¨®logo, antrop¨®logo, fil¨®sofo, soci¨®logo, asistente social, bricoleur; todos, en efecto, menos los suyos propios, ¨¦sos maravillosamente descritos por Schiller, en los albores de nuestra ¨¦poca contempor¨¢nea, como los de "dar la libertad por medio de la libertad", que es precisamente lo impensable y lo proscrito, por in¨²til, en nuestra domesticada sociedad de atareados y responsables ciudadanos.Puesto a sacarle punta al calendario, seg¨²n demandan los circunstanciales c¨¢nones de trocear la d¨¦cada. en su primera, mitad por ver si as¨ª espont¨¢neamente alumbra alguna luz orientadora, dentro de mi oscuridad he de confesar que este lustro me produce, cosas de la edad, una cierta sensaci¨®n de dej¨¢ vu. Me recuerda exactamente la primera mitad de los setenta, cuando, tras la quim¨¦rica org¨ªa de desenfreno f¨ªsico y libertinaje ideol¨®gico de art¨ªstica ilusi¨®n de los sesenta, todo se convirti¨® en un recetario de mi¨¦rcoles de ceniza, donde el artista no s¨®lo deb¨ªa de avergonzarse de tener manos, sino hasta, en efecto, de ser un sujeto creador y, por tanto y en tanto, ¨²nico e irrepetible.
Es cierto que la ¨²nica org¨ªa que hemos vivido en la pasada d¨¦cada ha tenido que ver m¨¢s con el comercio y la especulaci¨®n a costa del arte que con la pasi¨®n vital donde ¨¦ste nace y se consume, pero la costura por la combaten nunca las aleccionadoras consignas de asustados fariseos, sino genuinos artistas con el arrojo suficiente para ser ingenuos o, cuanto menos, para recuperar ¨¦sa su genuina ingenuidad que modernamente les ha hecho y les permite ser escandalosamente libres.
Dichas las cosas en roman paladino: quebrado el mercado, una vez m¨¢s y como siempre, para mejor renacer, el artista no puede convertirse en el circunstancial portavoz humanitario de los ideales de la clase media occidental, aunque reciba por ello una propina, como han denunciado recientemente algunas -voces cr¨ªticas independientes -Steiner o Hughes-, sino, precisamente, apuntar directamente hacia lo socialmente indesvelado, algo que no se lo puede soplar al o¨ªdo ning¨²n fil¨®sofo de campana y, aun menos, Hillary Clinton. Frente a la estereotipada cultura de la queja, el artista de hoy, como el de ayer, si quiere serlo, debe afrontar y enfrentarse con, su propia soledad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.