Refuerzos rusos llegan a Daguest¨¢n
La presencia de soldados en una aldea de esta rep¨²blica recuerda la deportaci¨®n sufrida por los chechenos en 1944
ENVIADO ESPECIAL A Lenin-a¨²l, una aldea chechena ubicada en las monta?as de Daguest¨¢n, cerca de la frontera con Chechenia, llegaron anteayer tropas rusas. Esta situaci¨®n recuerda a algunos ancianos locales lo que sucedi¨® hace ya m¨¢s de cincuenta a?os. Tambi¨¦n entonces llegaron soldados rusos: ven¨ªan a deportarlos. Comenz¨® as¨ª la inmensa tragedia del pueblo checheno, expulsado de sus tierras y llevado a inh¨®spitas regiones.
Fue un aut¨¦ntico genocidio del que sobrevivieron milagrosamente; como milagrosamente en Grozni los chechenos siguen resistiendo ante un poderoso enemigo, que con sus bombardeos met¨®dicos parecen querer completar la tarea de Stalin y acabar definitivamente con ellos.
"Estamos para impedir que las bandas entren desde Chechenia a Daguest¨¢n y se extiendan a otras regiones de Rusia", me dice con aplomo Sergu¨¦i, un soldado de 19 a?os que hace guardia junto a la alambrada que marca la zona donde se encuentra su unidad. Sergu¨¦i decide conversar un rato aunque su jefe, un comandante, nos inform¨® de que el general se negaba a recibirnos y que no pod¨ªamos entrevistar a nadie, incluidos los soldados, si no ten¨ªamos un permiso oficial para ello dado por las autoridades militares. El comandante se neg¨® a decir su nombre, el nombre del general y la misi¨®n que, hab¨ªa tra¨ªdo a tropas guardafronteras a esta zona
Los guardafronteras desplegados en las monta?as de Daguest¨¢n vienen de VIadivostok, en el Pac¨ªfico, es decir, desde el lugar m¨¢s lejano a esta zona que uno pueda imaginar. Pero esto no es casual: as¨ª se consigue que ninguno de los soldados sea del C¨¢ucaso.
Puntos estrat¨¦gicos
"Lo que usted ve es s¨®lo una peque?a parte de las tropas guardafronteras desplegadas en Daguest¨¢n. Hay muchas y defendemos- puntos estrat¨¦gicos. Nosotros protegemos el puente que est¨¢ m¨¢s arriba, otros protegen centrales el¨¦ctricas", explica Sergu¨¦i. Los soldados no reciben diarios ni ven televisi¨®n. Y sus conocimientos sobre lo que sucede en Chechenia son pr¨¢cticamente nulos. Sergu¨¦i, por ejemplo, sostiene que all¨ª se libra una guerra civil. Cuando le preguntamos entre qui¨¦n y qui¨¦n, no sabe qu¨¦ contestar. Sabe, eso s¨ª, que all¨ª "est¨¢n nuestros soldados". "y a ellos les disparan". De los bombardeos contra la poblaci¨®n' civil no se ha enterado ni ha visto ninguna imagen, y est¨¢ convencido de que los rusos tienen raz¨®n en actuar como lo hacen. Est¨¢ seguro de que no los enviar¨¢n a combatir a Chechenia, pero si lo hacen no piensan rebelarse.
En Lenin-a¨²l vive Jalid Mench¨ªyev, un checheno de 57 a?os, que naci¨® en esta aldea -entonces se llamaba Aktashaux, por el r¨ªo que corre a sus pies- y que a los siete a?os fue deportado. "Hoy de nuevo quieren exterminarnos", dice con rabia e impotencia. "Era un d¨ªa como el de hoy: nublado, nevaba y hac¨ªa fr¨ªo. Nos rodearon las tropas del Ministerio. del Interior. Fueron entrando casa por casa, sacaron a los hombres y los separaron de las mujeres y los ni?os. Antes recordaba esto como un sue?o; pero no, ahora que los veo aqu¨ª de nuevo lo revivo todo como si s¨®lo hubiera ocurrido ayer", recuerda Jalid.
Los soldados rusos llegaron un d¨ªa diciendo que en la zona deb¨ªan hacer maniobras y un pol¨ªgono. Como no ten¨ªan instalaciones propias, los repartieron entre las familias de la aldea, dos o tres en cada casa. As¨ª vivieron m¨¢s de un mes, aprovech¨¢ndose de la ingenua hospitalidad de los chechenos.
Hasta que, lleg¨® el 23 de febrero de 1944. "O¨ªmos muchos disparos. Y despu¨¦s comenz¨® la pesadilla. Ten¨ªa s¨®lo siete a?os, pero no me he olvidado de nada. Fue horrible. No s¨®lo los perros aullaban, las vacas tambi¨¦n gem¨ªan. No nos dejaron llevamos pr¨¢cticamente nada. Un soldado revisaba nuestras cosas y recuerdo que al encontrar nuestro libro sagrado, el Cor¨¢n, lo sac¨® de la bolsa y lo arroj¨® al suelo. Yo corr¨ª a recogerlo. Me lo quit¨® y lo volvi¨® a tirar. Volv¨ª a recogerlo. Entonces lo arroj¨® al r¨ªo", dice Jalid visiblemente emocionado.
Los subieron en camiones y los llevaron hasta la ciudad, donde los metieron en vagones de carga y los despacharon a Asia Central. Nada m¨¢s llegar a Kirguizist¨¢n muri¨® su padre; al poco tiempo, su madre enferm¨® y como la hospitalizaron, a ¨¦l se lo llevaron a un orfanato, de donde huy¨®. "Sufr¨ª de todo: hambre, fr¨ªo, miseria. No prob¨¦ el pan en dos a?os. El r¨¦gimen de la deportaci¨®n era muy estricto: incluso para ir a la aldea m¨¢s cercana, que quedaba a s¨®lo cinco kil¨®metros, necesit¨¢bamos un permiso del comandante de la polic¨ªa. Y si no lo ten¨ªamos, nos pod¨ªan condenar a tres a?os de c¨¢rcel", relata Jalid.
Los chechenos, que hab¨ªan sido acusados de ser un pueblo traidor, colaborador de, los nazis, fueron amnistiados en 1956. Entonces comenzaron a regresar. Jalid lo hizo en 1960, pero no pudo volver a su aldea natal hasta 25 a?os m¨¢s tarde. "En lugar de darnos la bienvenida, nos recibieron con fusiles. No nos permit¨ªan instalarnos en nuestras aldeas. S¨®lo en el valle. Yo lo hice en Jasaviurt, donde trabaj¨¦ de ch¨®fer", explica.
Ahora sus dos hijos son tambi¨¦n ch¨®feres, y sus cuatro hijas est¨¢n repartidas por diferentes regiones de la ex URSS, pero este a?o volver¨¢n a su patria.
Los avar
Las casas que quedaron vac¨ªas cuando los deportaron fueron ocupadas por los avar, uno de los numerosos pueblos de Daguest¨¢n. Ahora los avar son mayor¨ªa en esta aldea que antes era exclusivamente chechena. "De las 1.700 casas que hoy tiene la aldea, 1.200 son de los avar. Esta no es mi casa. En la m¨ªa vive un avar y no me la quiere devolver", se lamenta Jalid.
Las tensiones que esta situaci¨®n crea estuvo a punto de explotar hace tres a?os, cuando los chechenos de todas las aldeas de la zona se reunieron en Lenin-a¨²l y organizaron m¨ªtines en los que exig¨ªan que se les devolviera sus hogares.
De estas contradicciones se aprovechan hoy los rusos, que ven la hostilidad de los chechenos, pero conf¨ªan en que encontrar¨¢n en los avar a fieles aliados. Sin embargo, esta pol¨ªtica es un arma de doble filo, que puede hacer estallar nuevos conflictos inter¨¦tnicos. Y bastar¨ªa que una chispa se encendiera aqu¨ª, para que todo Daguest¨¢n, poblado por m¨¢s de treinta nacionalidades, ardiera.
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