La educaci¨®n mantiene las diferencias en Sur¨¢frica
Las dificultades econ¨®micas frenan el final del 'apartheid' en los colegios
Destrozados por casi 20 a?os de lucha contra el apartheid, los colegios que acogen a la juventud negra son el lugar donde se cruzan la esperanza nacida de la elecci¨®n de Nelson Mandela y las ense?anzas de una despiadada realidad presupuestaria. En el gueto de Alexandra, cerca de Johanesburgo, los profesionales de la educaci¨®n elaboran soluciones improvisadas frente a una afluencia cada vez mayor de j¨®venes alumnos.A los padres se les exige una contribuci¨®n, aunque la mayor¨ªa est¨¢ en el paro. Los resultados de los escolares negros siguen estando muy por debajo de los obtenidos por sus compa?eros blancos se registra un 48,5% de ¨¦xito en el bachillerato en el caso de los primeros frente a un 98% entre los segundos.
Son cifras duras de aceptar. Por eso, hace unos d¨ªas, en el primero del nuevo curso, Tokyo Sextwale, primer ministro de Gauterig, el nuevo nombre de la regi¨®n de Johanesburgo, no pudo evitar mencionar el tema ante los muchachos de la Gordon Primary School, una de las pocas escuelas primarias del gueto negro de Alexandra. "Estamos aqu¨ª para entablar una nueva lucha para recuperar la confianza", dijo. "Queremos m¨¢s m¨¦dicos, m¨¢s abogados. So?ad con ser pilotos de avi¨®n en lugar de con ser conductores de cami¨®n. No decepcionemos a Mandela, a nuestros padres, a nuestra comunidad. ?El cielo es nuestro ¨²nico l¨ªmite!".
Un hermoso acto de fe en un barrio donde nada invita a so?ar. Alexandra es como el poblado de Ca?o Roto sito en pleno coraz¨®n de la zona residencial de Puerta de Hierro. A un tiro de piedra de las lujosas residencias de Sandton, rodeadas de espaciosos jardines cuidadosamente regados, 400.000 habitantes se api?an en un gueto donde, hace 10 a?os, viv¨ªan la quinta partes de personas. A lo largo de calles llenas de baches donde se acumulan las basuras, las pocas casas construidas con materiales consistentes se alternan con las chabolas hechas de cartones y chapa ondulada. Dos terceras partes de los habitantes no tienen agua corriente, y un n¨²mero por lo menos igual est¨¢ en paro.
Los 20 colegios de Alexandra, que acogen a unos 15.000 alumnos, est¨¢n en ruinas y sin medios, e intentan desesperadamente satisfacer una demanda insaciable estimada en 100.000 ni?os. "El trabajo siempre vence", proclama en lat¨ªn la divisa del colegio de Gordon. Pero hace falta tener un puesto de trabajo. "Acogemos a 800 ni?os", explica Zippora Khumalo, directora adjunta. "Pero decenas m¨¢s esperan a. la puerta. Yo esperaba que todo cambiar¨ªa, pero no ha cambiado nada".
La afirmaci¨®n es un¨¢nime en todos los colegios de Gauteng: nada ha cambiado, ni siquiera la escolaridad obligatoria, de la que los alumnos negros siguen estando exentos. En los elegantes centros, de Sandton, donde se proporciona ense?anza de ¨¦lite, se felicitan por ello. Tem¨ªan que el Gobierno impusiera una cuota obligatoria de negros.
Pero en los colegios negros de los barrios perif¨¦ricos reina la decepci¨®n, apenas suavizada por la comprensi¨®n hacia un Gobierno enfrentado a obst¨¢culos inevitables. La escuela primaria de Alexandra corre peligro de seguir con sus clases superpobladas de alumnos, pero privadas de sillas, de pizarra, de libros.
Como todos los colegios negros, la Gordon Primary School se dedica a la caza de mecenas. El patio fue reparado el a?o pasado gracias a una peque?a empresa vecina que regal¨® unos ladrillos procedentes de existencias sobrantes. El problema de las comidas todav¨ªa est¨¢ por resolver.
El sistema es el mismo para todos los colegios p¨²blicos surafricanos: el Estado nunca paga todos los gastos, lo que obliga a los centros a buscar fuentes propias para su funcionamiento. En general, los colegios blancos y algunos colegios negros pudientes, que tambi¨¦n los hay, las consiguen sin problemas. Pero para la mayor¨ªa de los centros el problema es insuperable.
Dalby Hams, director de instituto en Soweto, est¨¢ en una situaci¨®n similar a la de sus colegas de Alexandra. Su centro, el Progress High School de Pimville, acoge a unos 1.300 alumnos. No es el centro que est¨¢ en peores condiciones en el gueto. Es simplemente un instituto anodino y desagradable, construido en un descampado. Como todos, tiene unas clases superpobladas, unos profesores mal formados, poco motivados y escasos, y una carencia total de medios. Y, desde que la revuelta aneg¨® los guetos, hace 20 a?os, unos alumnos reacios al esfuerzo. Una semana despu¨¦s del reinicio de las clases siguen pase¨¢ndose al sol por el patio, mientras que un vecino comenta sarc¨¢stico: "Siempre es as¨ª: trabajan los dos primeros d¨ªas de la semana. Y dentro de algunas semanas los profesores empezar¨¢n a desaparecer".
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