El ej¨¦rcito misterioso de Afganist¨¢n
Los talibanes, una nueva milicia islamica, han conquistado una tercera parte del pa¨ªs en s¨®lo cinco meses y se acercan a Kabul
Armados con Kal¨¢sinikov y el Cor¨¢n, surgen de nadie sabe d¨®nde, formando un ej¨¦rcito de airados estudiantes y patriotas decididos a poner fin a la guerra civil que ha ensangrentado Afganist¨¢n desde la retirada de las fuerzas sovi¨¦ticas en 1989. A mediados de febrero, despu¨¦s de una ofensiva de cinco meses, los reci¨¦n llegados ya hab¨ªan puesto bajo su control una tercera parte del pa¨ªs y hab¨ªan quitado de en medio a uno de los m¨¢s poderosos jefes militares. Los talibanes (palabra farsi que significa "buscadores de la verdad") estaban ya a las puertas mismas de la capital, Kabul.Entre los 20 millones de habitantes de Afganist¨¢n, muchos de los cuales viven en campos de refugiados dispersos por todo el pa¨ªs y en los vecinos Pakist¨¢n e Ir¨¢n, el ¨¦xito de los talibanes hizo nacer la esperanza en que por fin acabar¨ªan los a?os de caos y sufrimiento a manos de los divididos muyahidin. Sin embargo, preocupan las intenciones declaradas de los talibanes de convertir Afganist¨¢n en un Estado teocr¨¢tico y sus posibles v¨ªnculos con el servicio de informaci¨®n paquistan¨ª.
El fulminante ¨¦xito de los talibanes ha despertado dudas sobre la ¨²ltima iniciativa de la ONU, que ha estado a punto de negociar un alto el fuego entre el Gobierno del presidente Burhanuddin Rabbani y otras nueves facciones de muyahidin que luchan por el poder. El consejo supremo de los talibanes, encabezado por un oscuro religioso llamado Maulana Mohammed Omat, ha rehusado incluso tomar parte en las negociaciones.
25.000 milicianos
Los talibanes (algunos afganos los llaman "el ej¨¦rcito misterioso") salieron en tropel hace cinco meses de las madrasahs (escuelas religiosas) de una remota regi¨®n del suroeste en respuesta a los abusos perpetrados por varios grupos de muyahidin. A las pocas semanas, sus componentes arrasaron en nueve de las 30 provincias del pa¨ªs, desarmando a las bandas de muyahidin, amenazando con ejecutar a los traficantes de drogas y bandidos y encontrando sorprendentemente poca oposici¨®n. En ese tiempo, su n¨²mero se increment¨®, y pasaron de ser unos cuantos centenares a convertirse en un ej¨¦rcito que ahora se calcula en 25.000 milicianos y que cuenta con el apoyo de m¨¢s de 200 tanques capturados, otros tantos blindados, artiller¨ªa, helic¨®pteros y hasta una docena de cazas MIG-23.
La marcha se vio coronada a mediados de mes por un golpe notable: las avanzadas de los talibanes tomaron por asalto el cuartel general de Gulbuddin Hekmatiar, un ex primer ministro renegado y uno de los m¨¢s poderosos jefes militares, en Charasiab, a 15 kil¨®metros al sur de Kabul. La facci¨®n Hezb-i-islami de Hekmatiar llevaba casi tres a?os inundando la capital de misiles y fuego de artiller¨ªa, y hab¨ªa causado 20.000 muertos y m¨¢s de 100.000 heridos, pero sin lograr expulsar al Gobierno de Rabbani. Cuando llegaron los talibanes, Hekmatiar ya se hab¨ªa escapado. En Charasiab, los talibanes encontraron tanques abandonados, veh¨ªculos blindados, camiones y varios helic¨®pteros.
La retirada de las tropas de Hekmatiar marc¨® quiz¨¢ el mayor cambio en el panorama pol¨ªtico y militar de Afganist¨¢n desde la ca¨ªda del r¨¦gimen de Najibul¨¢, respaldado por Mosc¨² hace casi tres a?os. La huida de Hekmatiar alivia la presi¨®n sobre el presidente Rabbani, cuyo Gobierno estaba pr¨¢cticamente indefenso en la sitiada Kabul. El propio Rabbani ha reconocido que su Gobierno "ha dado asistencia directa y apoyo log¨ªstico" a los talibanes.
En su marcha hac¨ªa Kabul, los talibanes siguieron el planteamiento del palo y la zanahoria. Enviaban por delante a mul¨¢s con el Cor¨¢n como ¨²nica arma para negociar con los comandantes muyahidin; si fracasaban, los combatientes y su cada vez m¨¢s sofisticado armamento entrar¨ªan en escena. Un joven l¨ªder, Muhan Daud, afirma: "Nuestro prop¨®sito es limpiar Afganist¨¢n de esos muyahidin que se han convertido en asesinos, ladrones y traficantes de drogas en nombre del islam. Queremos poner fin al saqueo, el desorden y la deshonra de nuestras mujeres".
Conforme se extend¨ªan por el territorio, los talibanes establec¨ªan la administraci¨®n met¨®dica (si no severa) de los shuras o consejos de gobierno. En los mostradores de ladrillos de barro de Kandahar (300.000 habitantes), segunda ciudad del pa¨ªs, los tenderos sonre¨ªan con la reapertura de los negocios y la bajada de los precios. "?sta es la paz de Dios", dice Omar Abbas, un anciano comerciante. Los talibanes apoyaron un plan de la ONU para reanudar el suministro de agua de Kandahar, que llevaba 10 a?os interrumpido. Repararon los edificios da?ados e introdujeron controles de precios en los mercados. Suprimieron el tr¨¢fico de droga en ¨¢reas de cultivo de adormideras pensadas para suministrar hasta el 40% de la hero¨ªna de Occidente. Reprimieron duramente el robo y el bandidaje: para conseguirlo, recorrieron Kandahar con los cuerpos de dos comandantes muyahidin colgados de los ca?ones erguidos de los tanques.
El ajedrez, prohibido
Lo que molesta a algunos afganos es la ortodoxia religiosa del movimiento. Las ni?as han sido expulsadas de los colegios, se ha prohibido a las mujeres salir de casa a no ser que vayan acompa?adas por un hombre y el ajedrez ha sido ilegalizado por ser considerado pasatiempo de gandules.
C¨®mo se formaron los talibanes y d¨®nde consiguieron sus primeras armas sigue siendo objeto de un intenso debate en Kabul. Muchos proceden aparentemente de campos de refugiados del otro lado de la frontera, en las provincias paquistan¨ªes de Beluchist¨¢n y Frontera Noroeste. Eso lleva a una sospecha generalizada de que los talibanes fueron organizados por oficiales retirados de los servicios de informaci¨®n de Pakist¨¢n, que canalizaron la ayuda de Estados Unidos y otros pa¨ªses a los muyahidin durante la guerra contra los sovi¨¦ticos.
Ir¨¢n ha acusado a Pakist¨¢n y Arabia Saud¨ª de respaldar a los talibanes y ha advertido a ambos pa¨ªses que no permitir¨¢ ataques a las minor¨ªas ¨¦tnicas de musulmanes shi¨ªes de Afganist¨¢n. Pakist¨¢n niega toda participaci¨®n, y los l¨ªderes talibanes insisten en que su movimiento es totalmente nacional. Si los or¨ªgenes de los talibanes son misteriosos, no lo es menos su futuro. El movimiento parece deseoso de imponer un r¨¦gimen isl¨¢mico al estilo iran¨ª, aunque a¨²n no ha mostrado signos de sentimientos antioccidentales.
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