Cohetes estadounidenses matan a ocho somal¨ªes en los ¨²ltimos minutos de la evacuaci¨®n de Mogadiscio
El secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali, celebr¨® ayer el ¨¦xito de la evacuaci¨®n de Somalia del ¨²ltimo casco azul y de los marines norteamericanos que escoltaran el fin de una misi¨®n que concluy¨®, despu¨¦s de dos a?os, en un absoluto fracaso. "Fue una salida r¨¢pida y sin incidentes", dijo Butros-Gali, que no pas¨® la noche del jueves al viernes en Mogadiscio. En Bullo Hubey, al suroeste de la capital, y en Bermuda, en el centro, cohetes norteamericanos e intercambios de disparos causaron la muerte de al menos ocho somal¨ªes.
Los cohetes fueron un inesperado regalo de hierro a las dos de la madrugada del viernes, cuando el ¨²ltimo marine estadounidense abandon¨® las playas de Somalia. Las bengalas lanzadas desde los buques norteamericanos empezaron a iluminar Mogadiscio al atardecer del jueves y no dejaron de sacar espectrales fotograf¨ªas de la ciudad destruida hasta la 1.40 horas de ayer. Poco antes, y entre disparos espor¨¢dicos de origen incierto, una lluvia de balas trazadoras surc¨® el cielo desde un nav¨ªo surto frente al aeropuerto y en direcci¨®n al suroeste de la ciudad dormida. Luego todo qued¨® en silencio y un burro rebuzn¨® en medio de la noche. Otro le replic¨® desde otra huerta perdida.En Bullo Hubey, a la ma?ana siguiente, el cuerpo de Abdula Muhamed Al¨ª, de 42 a?os, yac¨ªa en una chabola de hojalata. Sobre su cad¨¢ver, que hab¨ªa goteado sangre a trav¨¦s de un somier sin s¨¢banas, una pizarra mostraba los restos de una clase de ingl¨¦s: "El ni?o se est¨¢ riendo. El se est¨¢ riendo. Aquella chica tambi¨¦n se r¨ªe. Ellos se est¨¢n riendo". Hac¨ªa horas que Abdula Muhamed Al¨ª hab¨ªa dejado de re¨ªrse.
Abdi Isse, un vecino de 25 a?os, muestra el agujero en el techo de hojalata por donde entr¨® el cohete. "Estaba durmiendo y o¨ª un ruido tremendo. Corr¨ª hasta aqu¨ª y vi a mucha gente que gritaba. Hab¨ªa un muerto y cinco o seis heridos, que han sido llevados al hospital. Creo que era la una y media o las dos de la madrugada". En la zona no hay m¨¢s huellas de combates. En el jard¨ªn de una vivienda cercana, sede de la Swedish Church Rellef, hay un cohete blanco medio enterrado en el suelo. El artefacto, que no estall¨®, lleva una inscripci¨®n: "Motor Rocket, 2.75-ich / Mark 66 Mud 2 Loaded Assembly / Firing temperature flmits -50? F to +150? F / Do not use if dropped 2 feet or more / Lot. 14. BBG86FO13-003". Lo ¨²nico que no dice es "Made in USA". Mohamed Issa, de 20 a?os, vive en la casa y escuch¨® el aterrizaje del cohete sobre las des de la madrugada. En una vivienda pr¨®xima yac¨ªa el cad¨¢ver de otra mujer, y en el barrio de Bermuda, en el centro de la ciudad, los vecinos mostraban los restos de otro cohete id¨¦ntico.
[Un portavoz del Pent¨¢gono inform¨® anoche que al menos seis somal¨ªes murieron por los intercambios de disparos con los ¨²ltimos marines estadounidenses que abandonaban Somalia, informa France Press.]
El Isbitaalka Gutid (hospital general) de Mogadiscio est¨¢ tan devastado como el resto de la ciudad. "Aqu¨ª es mejor morirte que caer herido", advierte Ibrahim. Baadil, inspector jefe y m¨²sico. Las v¨ªctimas de, la noche del jueves al viernes yacen tendidas en un cuarto sin luz, perfumado de orines y saturado de moscas. Facluma Ahmed Al¨ª tiene 40 a?os, seis hijos y heridas en la espalda, en la rodilla y en la mano. S¨®lo la ha visto una enfermera. El ¨²nico m¨¦dico est¨¢ demasiado ocupado. "Dorm¨ªa en mi casa cuando o¨ª un ruido espantoso. Me levant¨¦ y algo me dio en la espalda". Faduma reposa sobre unaestera, como sus vecinos del barrio de Bullo Hubey, otras dos mujeres, un hombre y un ni?o. Familiares piadosos les espantan las moscas con improvisados abanicos de cart¨®n.
El general Aidid, cuyas milicias controlan el sur de la ciudad, expres¨® ayer su alegr¨ªa por la salida del ¨²ltimo soldado extranjero de su suelo y celebr¨® el fin "de una misi¨®n que fue un completo error", y cuyo "¨²ltimo paso equivocado fueron los disparos de un buque norteamericano". Su rival del norte de laciudad, el autonombrado presidente Al¨ª Mahdi, por contra, que siempre cont¨® con el visto bueno de la ONU, lament¨® la partida de los cascos azules sin que hubieran conseguido un acuerdo para la reconciliaci¨®n nacional despu¨¦s de "haber invertido miles de millones de d¨®lares en Somalia". Mahdi rechaza que toda la culpa del fracaso de la ONU recaiga sobre los somal¨ªes. Desde la terraza de su casa, entre blancas columnas y tiestos de buganvillas, Mogadiscio parece una hermosa ciudad blanca frente al azul del ¨ªndico. La guerra parece un asunto lejano. Pero basta alejarse unas cuantas manzanas para encontrarse con el espectro de la destrucci¨®n. La paz no habla somal¨ª.
M¨²sica somal¨ª
La capital de Somalia, un Estado inexistente, est¨¢ dividida por una l¨ªnea verde: un ancho cintur¨®n de muerte. El coraz¨®n de Mogadiscio, una aut¨¦ntica ciudad blanca frente al ¨ªndico, con antiguas villas coloniales coronadas de buganvillas, es hoy un chapa rral de escombro y chatarra. La plaza del Parlamento, un hermoso edificio de ladrillo rojo contra el que todas las facciones parecen haberse empe?ado en tocar la m¨²sica somal¨ª (as¨ª llaman los humoristas locales al estruendo de las armas), es tierra de nadie. El viejo caf¨¦ de los diputados est¨¢ tan muerto como la Yibuti Air Lines, que se anunciaba como las L¨ªneas A¨¦reas del Mar Rojo y hace a?os que no despacha pasaje a parte alguna. El silencio es sobrecogedor. Mogadiscio es hoy una ciudad devastada. Pero en medio del desastre los mercados est¨¢n concurridos, los milic?anos recorren las calles subidos a sus veh¨ªculos artillados, y las mujeres, hermos¨ªsimas, lucen saris y pareos. Nadie se atreve a hacer vaticinios ahora que la ONU se ha retirado con el rabo entre las piernas. Ayer, tras la partida del ¨²ltimo soldado extranjero, la noche se tej¨ªa en calma sobre las chabolas, los burros cansados de acarrear agua todo el d¨ªa y sobre la gente, que se buscaba la vida -un poco de comida, un jerg¨®n donde conciliar el sue?o- como siempre.
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