La Gran V¨ªa del Guadarrama
El macizo m¨¢s accesible de la sierra es un lugar id¨®neo para iniciarse en el senderismo durante la primavera
La monta?a es una de las pocas rep¨²blicas donde a¨²n se saludan los caminantes: "-Buenos d¨ªas."- "-Y que usted lo diga." Si ello es verdad en el com¨²n de las sierras, lo es muy especialmente en el caso de Siete Picos, macizo que se distingue del resto por su gran volumen de transe¨²ntes, que es cosa digna de verse c¨®mo se pasean y dedican salutaciones en cuanto asoma el primo sol del a?o.En tiempos de Alfonso XI, este accidente era llamado Pe?a Caballera (Libro de la monter¨ªa), nombre rotundo y se?orial como un t¨ªtulo de marqu¨¦s, del que acaso ha heredado su vocaci¨®n de calle mayor de los monta?eros, quienes a su modo constituyen una nobleza de esp¨ªritu y de costumbres higi¨¦nicas. Para iniciarse en esta aristocracia, nada m¨¢s sencillo que llegarse al puerto de Navacerrada -por carretera o v¨ªa f¨¦rrea, a pie o a caballo- y recorrer los tres kil¨®metros largos que mide esta Gran V¨ªa del Guadarrama.
Como en toda iniciaci¨®n, el aspirante a senderista ha de asimilar un poco de doctrina antes de echarse a andar. Ha de aprender, en primer lugar, que Siete Picos es la formaci¨®n m¨¢s reconocible de la serran¨ªa, con su recortada l¨ªnea de cumbres que se interponen entre el puerto de la Fuenfr¨ªa (1.796 metros) y el de Navacerrada (1.869). Tambi¨¦n debe aprender -y para ello conviene mostrarle estos escarpes desde alg¨²n despejado observatorio de Cercedilla- a distinguir los siete riscos de marras, pues si bien seis de ellos saltan a la vista, otro m¨¢s bajito que ¨¦stos, el de Majalasna, permanece apartado hacia poniente como avergonz¨¢ndose de su estatura. Y, por ¨²ltimo, a numerarlos correctamente, de oeste a este, desde el primero y m¨¢s achaparrado (1.933 metros) hasta el s¨¦ptimo y m¨¢s altivo (2.138). y tambi¨¦n m¨¢s pr¨®ximo a Navacerrada.
Sabido esto, luego ya todo es caminar... Habr¨¢ que empezar subiendo por la pista del Tel¨¦grafo, a mano derecha de Venta Arias, para despu¨¦s proseguir por el cordal hacia el suroeste hasta alcanzar unas rocas rematadas por la imagen de la Virgen de las Nieves. Impaciente o ateo, el sendero rodea estas pe?as y, en menos de media hora desde el puerto, desemboca en la pradera de Siete Picos, que viene a ser algo as¨ª como el recibidor de estas cimas.
Las ruinas indican que aqu¨ª hubo anta?o un refugio del Club Alpino Espa?ol, donde, al parecer, un tal Victoriano Fern¨¢ndez Ascarza realiz¨® las primeras investigaciones patrias sobre f¨ªsica solar. Tras memorizar este dato in¨²til, el ne¨®fito del senderismo habr¨¢ de encarar el tramo a repecho que, zigzagueando entre pinos notables, le conducir¨¢ a los pies del s¨¦ptimo pico. Aqu¨ª y all¨¢ advertir¨¢, diseminados por la cuesta, peque?os amontonamientos de cantos. ?Ardillas juguetonas??Rocas imantadas? Nada de eso. Se trata de hitos que algunos monta?eros con alma de Pulgarcito han ubicado estrat¨¦gicamente para guiar a los que ignoran el camillo.
El s¨¦ptimo pico es como uno de esos hitos, pero a lo bestia. Una suerte de altos escalones, ubicados junto al sendero, permiten efectuar una f¨¢cil trepada hasta el v¨¦rtice geod¨¦sico, desde donde se obtienen cuatro vistas justas, a saber: al norte, los pinares de Valsa¨ªn; al sur -y esta ladera es de ¨®rdago, fragosa y a pico-, el caser¨ªo de Cercedilla; al este, la Maliciosa, la Bola del Mundo y Pe?alara; y al oeste, las alturas de Fuenfr¨ªa y el resto de los Siete Picos.
Esqueletos de pinos resecos, que dir¨ªanse de plata, jalonan el recorrido de poco m¨¢s de un kil¨®metro desde el s¨¦ptimo hasta el segundo pico. En el tercero h¨¢llase la Ventana del Diablo, portillo natural formado por varios bosques de granito a trav¨¦s del cual se divisa la llanura madrile?a. En el segundo, nueva trepada; si el d¨ªa es propicio, coinciden sobre estos pen¨²ltimos canchos familias, grupos escolares, andarines de toda laya e incluso alg¨²n espont¨¢neo.
El primer pico -ya se dijo- pilla lejos y a trasmano, y con los bocatas inquietando en la mochila, pues no es cuesti¨®n, la verdad.
Senderistas, al tren
D¨®nde. El puerto de Navacerrada est¨¢ a unos 60 kil¨®metros de Madrid, pero el camino m¨¢s corto (carretera de La Coru?a y M-601) no siempre es el m¨¢s c¨®modo. Para evitar atascos, mejor dar un rodeo por la autov¨ªa de Colmenar (M-607). Hay autobuses de Larrea (tel: 530 48 00). Y trenes de cercan¨ªas que llevan hasta el mismo puerto y son el transporte m¨¢s limpio (Renfe, 563 02 02).
Cu¨¢ndo. Lo ideal es un d¨ªa despejado, para gozar las vistas. La marcha, del puerto al segundo pico y vuelta, lleva unas cuatro horas.
Qui¨¦n. La Direcci¨®n General de Juventud de la Comunidad de Madrid edit¨® en 1986 una gu¨ªa de Domigo Pliego, Siete Picos y sus alrededores, que sigue siendo lam¨¢s exhaustiva de la zona. Se vende en la librer¨ªa de la comunidad (Fortuny, 51, tel.: 319 84 34).
Cu¨¢nto. Aparte de las 300 pesetas de la gu¨ªa, la jornada de senderismo es gratuita. Salvo que decidamos yantar en Venta, Arias (tel.: 852 14 32) o en Casa Ochoa (junto a la estaci¨®n del ferrocarril; tel.: 852 14 30), porque entonces la cosa se pone por las 2.000.
Y qu¨¦ m¨¢s. El regreso desde el segundo pico al puerto se puede verificar por el mismo sendero. Otra variante para noveles es el retorno por el camino Schmid, al que se accede por la torrentera que desciende por la ladera norte del segundo pico. Discurre siempre entre pinos y est¨¢ bien se?alizado con c¨ªrculos amarillos.
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