El a?o de Mandela
EN ESTOS d¨ªas se cumple un a?o de la elecci¨®n triunfal de Nelson Mandela como presidente de la Rep¨²blica Surafricana. Obtuvo el 62% de los votos, un porcentaje excepcional que pon¨ªa de relieve el inicio de un nuevo per¨ªodo de la historia de ese pa¨ªs. No se trataba de una victoria electoral m¨¢s: esa elecci¨®n significaba nada me nos que el fin definitivo del r¨¦gimen del apartheid, un sistema de discriminaci¨®n racial que hab¨ªa sido condenado en el mundo entero, pero al cual los blancos de ?frica del Sur estaban fuertemente atados por costumbres ancestrales.Era casi imposible de imaginar que el apartheid pudiese ser abolido, no s¨®lo en el terreno legislativo, sino en la vida real y en el sistema pol¨ªtico.Pues bien, as¨ª ha ocurrido en el a?o transcurrido con Mandela al frente del Estado. Y con un m¨ªnimo de violencia. Incluso muchos blancos liberales no escond¨ªan su p¨¢nico ante la ola de violencia que ellos consideraban inevitable. En esta transformaci¨®n asombrosa de Sur¨¢frica el papel personal de Mandela ha sido decisivo. Es cierto que el partido del Congreso Nacional Africano (ANC) ha sido capaz de realizar las mutacionas internas indispensables para pasar de un partido de lucha (y en gran parte de lucha armada) a un partido de poder. Mutaci¨®n doblemente dif¨ªcil cuando, desde el poder, no hab¨ªa condiciones para mejorar de golpe las situaciones materiales de los negros, sumamente penosas. El caso de Winnie Mandela, la antigua esposa del presidente, destituida de su cargo ministerial, pone de relieve lo dif¨ªcil que ha sido para el ANC adaptarse a las nuevas tareas y al nuevo ritmo en que el cambio hist¨®rico es posible. En todo ese proceso, el papel de Mandela ha sido decisivo: ha demostrado ser no s¨®lo una, figura hist¨®rica rodeada de prestigio, sino un pol¨ªtico capaz de abordar los temas de cada d¨ªa con oportunidad e inteligencia.
Tambi¨¦n el Partido Nacional, agrupaci¨®n de los blancos que han sido capaces de ir asumiendo las nuevas realidades que tiraban, por tierra los esquemas del pasado, ha sido un factor del cambio. Gracias a su evoluci¨®n gradual no se ha producido el "¨¦xodo de blancos" que muchos preve¨ªan y que hubiese creado dificultades enormes para la puesta en marcha de la nueva rep¨²blica democr¨¢tica y multirracial cuyo primer aniversario se cumple en estas fechas.
Por otra parte, la grav¨ªsima ruptura con los zul¨²es, que durante meses se convirti¨® en una guerra civil sanguinaria, est¨¢ ahora en una. fase m¨¢s tranquila. Lo que piden los zul¨²es es que, en la elaboraci¨®n de la nueva "Constituci¨®n, Sur¨¢frica se dote de un sistema federal que les permita a ellos tener un territorio propio. Es poco probable que esa soluci¨®n pueda prevalecer, ya que podr¨ªa engendrar un proceso de disgregaci¨®n sumamente peligroso en un pa¨ªs africano que acaba de conquistar su existencia como Estado democr¨¢tico. En todo caso, el hecho de que los desacuerdos de los zul¨²es se planteen ahora, no en choques armados como hace unos meses, sino eh el debate constitucional, indica la seriedad de los avances hechos en el ¨²ltimo a?o.
A¨²n le esperan a Sur¨¢frica momentos dif¨ªciles, pero el salto. cualitativo que necesitaba dar para entrar en la familia de los Estados democr¨¢ticos ya est¨¢ hecho. Ahora, las exigencias m¨¢s fuertes ser¨¢n probablemente de orden econ¨®mico. Los niveles de vida de gran parte de su poblaci¨®n, sus viviendas, sus medios de transporte, su alimentaci¨®n, necesitar¨¢n progresos serios, que s¨®lo ser¨¢n posibles conservando la actual estabilidad pol¨ªtica. Pero al mismo tiempo requerir¨¢ iniciativas en el plano econ¨®mico que, con una pol¨ªtica de cooperaci¨®n extranjera que el propio Mandela preconiza sin descanso, permitir¨¢ un ritmo de progreso indispensable.
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