Chirac intentara conciliar en su nuevo Gobierno a las familias de la derecha
Sobre el papel no hay misterio: el primer ministro de Jacques Chirac ser¨¢ Alain Jupp¨¦, hasta ahora titular de Exteriores. Es un europe¨ªsta convencido, procede de la misma escuela que el flamante presidente, ha sido un aliado fiel dentro del Gobierno de ?douard Balladur y ha sabido arrebatar el control del partido (RPR) a Charles Pasqua. Su Gobierno deber¨¢ conciliar a las diversas familias de la derecha, es decir, ser una combinaci¨®n de nombres nuevos, tecn¨®cratas, liberales de Giscard, ex balladurianos, gaullistas y el inevitable cupo de centristas.
Contra Jupp¨¦ juegan tres factores: su experiencia Internacional le ha revelado como un hombre r¨ªgido, que aprecia los esfuerzos de acercamiento de los competidores; su dominio del partido, sumado al del Gobierno, bien pudiera parecer excesivo; su misma condici¨®n de europe¨ªsta le hace poco atractivo para la importante corriente ultranacionalista del RPR.Philippe S¨¦guin, chiraquiano de conveniencia, te¨®rico del republicanismo social y gaullista de tradici¨®n, ser¨ªa la gran alternativa a Alain Jupp¨¦. Si la descolonizaci¨®n de Argelia la encabez¨® un Charles de Gaulle partidario de la Argelia francesa; si Fran?ois Mitterrand les encarg¨® a Pierre Mauroy y a Jacques Delors la pol¨ªtica de nacionalizaciones y de "relanzamiento a trav¨¦s del. consumo popular", en la que no cre¨ªan ninguno de los dos hombres, a Jacques Chirac podr¨ªa convenirle que quien pusiera en marcha la moneda ¨²nica fuese S¨¦guin, porque ¨¦ste es enemigo de la misma y fuera del Gobierno quiz¨¢ organizase la contestaci¨®n. Es una variaci¨®n de la vieja f¨®rmula del "si no puedes vencerle, ¨²nete a ¨¦l".
El ultraliberal Alain Madelin parece tener todos los puntos para ocupar el Ministerio de Econom¨ªa y Finanzas marcado de cerca por un ortodoxo del gaullismo como Dominique Perben, que heredar¨ªa la cartera de Presupuesto. El l¨ªder liberal de la UDF, Charles Millon, como premio a su permanente distancia ante el balladurismo, parece destinado a ser el titular de Educaci¨®n. Quien lo era hasta ahora, el balladuriano Fran?ois Bayrou, aspira a Exteriores, pero las quinielas le sit¨²an en Justicia. Herv¨¦ de Charette, un fiel de Giscard d'Estaing, ser¨¢ recompensado con Defensa, mientras que Cultura puede recaer. en Fran?oise de Panafieu. .
Una mujer en Sanidad
Otra mujer que todo el mundo ve en el Gobierno es Elisabeth Hubert, que se ocupar¨ªa de Sanidad, mientras la veterana Lucette Michaux Cheviry, siempre defensora de Chirac -"no iba a los consejos de ministros porque todos hablaban mal de ¨¦l", ha llegado a decir- tambi¨¦n estar¨¢ en ese equipo.
Jacques Toubon, el hombre que desde Cultura lanz¨® la cruzada en defensa de la lengua francesa, quiere desembarcar en Interior y en la alcald¨ªa de Par¨ªs. No siempre los deseos se convierten en realidades.
Dominique de Villepin ser¨¢ el nuevo secretario general del El¨ªseo, un cargo en la sombra que confiere mucho m¨¢s poder que la mayor¨ªa de los ministerios. El joven portavoz de Chirac durante la campa?a, Fran?ois Baroin, tambi¨¦n deber¨¢ encontrar acomodo en alg¨²n alto destino, mientras que los cl¨¢sicos del gaullismo de toda la vida, corredores de fondo del partido y de las legislaturas, los Jean-Louls Debr¨¦ y Bernard Pons, ya sea en el Gobierno, ya sea en la Asamblea Nacional, seguir¨¢n desempe?ando su papel de guardianes de las esencias.
El Gobierno de Alain Jupp¨¦, respondiendo a los pactos que sirven de cemento a una derecha dividida, ha de ser el resultado de una sabia dosificaci¨®n entre nombres nuevos, tecn¨®cratas, liberales de Giscard, ex balladurianos, gaullistas y el inevitable cupo de centristas.
S¨®lo Fran?ois L¨¦otard y Nicolas Sarkozy, a quienes se augura una larga traves¨ªa de desierto, y el ministro del Interior Charles Pasqua, cuyas amenazas de informes secretos han acabado por s¨®lo amenazarle a ¨¦l, no pueden formar parte del complicado equilibrio gubernamenta sobre el papel destinado a dar satisfacci¨®n tanto a quienes votaron contra el Tratado de Maastricht como a los m¨¢s acendrados europe¨ªstas, a los ultraliberales como a quienes recuerdan a cada paso la funci¨®n social de la propiedad. Trabajo de equilibrismo pol¨ªtico y de alquimista de las tendencias el que le espera Chirac.
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