Cuevas: la paja en el ojo
Habr¨¢ muerto el esp¨ªritu de Montesquieu, pero la carne de Rousseau ha resucitado. Porque con la bendita excusa de que en Espa?a se echaba en falta una, fecunda tradici¨®n (?otra. m¨¢s!) de literatura confesional, el personal se ha emplumado de gallard¨ªa para ejercer el amor propio y, de paso, colmar de tinta el hueco.. As¨ª que nada, venga autobiograf¨ªa por un tubo, dietario o memori¨®n -bioman¨¢n del escriba, con tres sabores-, por mor de adelgazar al m¨¢ximo la socorrida idea de un biombo, desde siempre instalado entre la vida y la escritura, entre la fatalidad y el escarmiento. Hasta el extremo de resonar de nuevo, en medio del presente inevitable, las palabras de aquel ventero que imagin¨® Quevedo para el Busc¨®n: "Se?or nuevo, a pocas estrenas como ¨¦sta, envejecer¨¢". Esa d¨¢diva inici¨¢tica, que en otros es viruela postrera, tuvo en el dibujante mexicano Jos¨¦ Luis Cuevas la calidad de un precoz principio, transformado despu¨¦s en perseverancia: "Sentado en la bacinica, escrib¨ª sobre el suelo del ba?o que ese d¨ªa, 26 de febrero, era mi cumplea?os. Hab¨ªa nacido tres anos antes, en l934". A partir de semejante entrada en materia, comprender¨¢ el lector comprensivo que no exista otra autobiograf¨ªa m¨¢s auto, m¨¢s b¨ªo y m¨¢s graf¨ªa que la que nos ofrece este artista en las 700 p¨¢ginas del libro titulado Gato macho (Fondo de Cultura Econ¨®mica, M¨¦xico), reci¨¦n salido o reci¨¦n llegada, donde cabe, asimismo, leer: "Soy incopiable. A esa conclusi¨®n puede llegarse cuando alguien ha sido tan copiado como yo".La originalidad de Cuevas, su desverg¨¹enza ejemplar, consiste en reconocerlo que los dem¨¢s disimulan: a saber, que s¨®lo le interesa aquello que directamente tiene que ver con ¨¦l. A los cinco a?os, reci¨¦n levantado de la bacinica como quien dice, supo que se estaba aproximando por vez primera a una mujer "con intenciones er¨®ticas"; ocho a?os m¨¢s tarde, nos dice, "tuve mi primera relaci¨®n sexual con la que fue mi amante: Mireya". Y, poco antes de cumplir los 60 a?os, anota en su cuevario: "Mujeres que haya conocido ¨ªntimamente suman hasta el d¨ªa de hoy 608; y nunca he sido v¨ªctima de una traici¨®n femenina". Sin abandonar ese apartado er¨®tico-matem¨¢tico (all¨ª te pillo y aqu¨ª te anoto), Cuevas confiesa que ha, recibido 15.589 cartas de mujeres a las que nunca lleg¨® a conocer; s¨®lo en 12 de ellas aclara"no hab¨ªa ning¨²n requerimiento sexuaV. Ha sido besado 2.386 veces por mujeres desconocidas, en plena calle. Pero s¨®lo en 12 ocasiones fue amenazado por esposos ofendidos; ?ser¨¢n los de las 12 corresponsales castas? Y ., desde tal traj¨ªn, agita la modestia de otra cifra: "Desde mi adolescencia, me he masturbado ocho veces".
Lo corrido y lo recorrido, el placer y el peligro se entremezclan: en su edad adulta, ha re?ido a pu?etazos en 47 ocasiones, ha recibido 753 cartas an¨®nimas amenazantes; sufri¨® un atentado en el que se emplearon metralletas; fue intimidado a punta de pistola en seis incidentes y estuvo al borde de la muerte tres veces (en moto, en avi¨®n y en coche). Para no desfallecer sin saberlo, se ha tomado la presi¨®n sangu¨ªnea en 476 ocasiones, y se ha hecho 393 electrocardiogramas y ha roto 47 term¨®metros cuando intentaba darse cuenta de lo febril de su caso. Tanta pasi¨®n y tanto riesgo, ?para qu¨¦ diablos sirven? Para afirmarse. Cuevas tiene la costumbre de hacerse una foto al d¨ªa, "del lado derecho, que es por donde menos he envejecido". Dolores del R¨ªo fue testigo de su boda con Bertha. Una noche, Rita Hayworth le bes¨® la mano. Un d¨ªa, Tyrone Power le dijo que admiraba sus dibujos. Bu?uel, Le¨®n Felipe, Borges, Francis Bacon, John Huston, Joan Mir¨® y G¨®mez de la Serna figuran entre el amplio millar de personajes que estuvieron encantados de conocerle.
Hay insolencia, humor y picard¨ªa en esta forma neorrupestre de pintarse siempre en la mejor postura -la inconfesable, la ¨ªntima-, agitando la paja en el ojo y haciendo astillas de la viga ajena. Se le reprocha a Cuevas con frecuencia ese delirio de verlo todo en funci¨®n de lo que maneja. Pero tal. vez lo que ha logrado, mediante el impudor obsesivo, es satirizar el g¨¦nero autobiogr¨¢fico hasta el punto de dejarlo inservible para cualquiera. Quien tenga a¨²n dudas sobre s¨ª mismo, que lea Gato macho y se arrepienta.
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