Un c¨®mico ilustre
Creo que la ¨²nica vez que he escrito la palabra "obra maestra" en el t¨ªtulo de una cr¨ªtica fue cuando Fern¨¢n-G¨®mez estren¨® Las bicicletas son para el verano. Lo era. Me parece que fue su primera gran muestra literaria, despu¨¦s de otras rescatadas, como El vendedor de naranjas y algunos poemas, antes de sus novelas y sus me morias. En todo lo que ha es crito, hecho o simplemente donde ha estado -en la conversaci¨®n, en el relato entre amigos de algo vivido; o de una conjetura, como el viernes pasado en casa de Luis Zarraluqui-, Fernando Fern¨¢n-G¨®mez tiene el arte, o el don, o el talento, de dar luz y apresto a todo.Hab¨ªa llegado a ese anarquismo de guerra (totalmente vivo en Las bicicletas ... ) despu¨¦s de un catolicismo r¨¢pido: le recuerdo recitando, ni?o, en el sal¨®n parroquial del Perpetuo Socorro, y ya era alguien; ya era alguien cuando pasaba por la calle que compartimos, la de ?lvarez de Castro. Aun fuimos juntos, m¨¢s de medio siglo despu¨¦s, a unirnos a la reivindicaci¨®n de los vecinos contra un estacionamiento- subterr¨¢neo: y hab¨ªa quien se acordaba de ¨¦l.
Cuando "sale" o cuando escribe Fern¨¢n-G¨®mez, tiene siempre halo, como lo tiene sir John Guilgud cuando aparece con "su colaboraci¨®n" en alguna pel¨ªcula. Cuando es ¨¦l mismo: cuando habl¨® en televisi¨®n para esa gran serie de Queridos c¨®micos (Diego Gal¨¢n) o cuando escribi¨® una cosa extraordinaria que se llam¨¦, Viaje a ninguna parte. Y digo una cosa porque primero fue un gui¨®n de radio, luego una novela, por fin una pel¨ªcula. Todos ellos con un toque maestro: la vida de los c¨®micos.
No creo que Fern¨¢n-G¨®mez tenga dentro un tipo de sentimiento m¨¢s sagrado que el que tiene por los c¨®micos (quiz¨¢ por el amor, por la mujer: debe ser un problema de esa generaci¨®n); le viene por v¨ªa ancestral. Supongo que por la admiraci¨®n y el deslumbramiento hacia su madre, Carola Fern¨¢n-G¨®mez, cuyo seud¨®nimo aristocr¨¢tico tom¨® (tiene m¨¢s aristocracia de sangre, si es que eso es algo, que un simple apellido inventado; y tiene la aristocracia civil de la persona excelsa); aunque no s¨¦ si tiene m¨¢s influencia a¨²n de su abuela popular, a la que dedic¨® un poema maravilloso. Republicano por su abuela, cat¨®lico por sus amigos de las Juventudes, mon¨¢rquico por su madre, anarquista en la guerra, actor de las pel¨ªculas religiosas y guerreras del primer franquismo, sabio en las que ha podido ¨¦l elegir, escribir e interpretar, maestro de decir ha llegado a ser uno de los "monstruos sagrados" -como dec¨ªa Cocteau- del teatro: un divo. Lo abandon¨® despu¨¦s, como los otros divos, por el cine y la televisi¨®n. Oficios de c¨®mico. A la manera en que ¨¦l los cuenta y los relata: entra?ables, burlados y burladores de la vida.
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