Del esc¨¢ndalo al triunfalismo
Domecq / Mu?oz, Rinc¨®n, S¨¢nchezTres toros de Marqu¨¦s de Domecq (tres rechazados en el reconocimiento): 4? devuelto por inv¨¢lido; resto escasos de trap¨ªo; 2? inv¨¢lido; 6? flojo, noble. Tres de El Sierro: 1? y 5?, anovillados, devueltos por inv¨¢lidos; 3?, inv¨¢lido. Tres sobreros: 1? y 4? de Carlos N¨²?ez, con trap¨ªo, mansos; 5? de Astolfi, con trap¨ªo, encastado y noble.
Emilio Mu?oz: pinchazo a paso banderillas y estocada baja saliendo volteado (bronca); metisaca y bajonazo infamantes (bronca); mat¨® al primer toro devuelto, que se neg¨® a volver al corral. Asistido de contusiones, pron¨®stico reservado. C¨¦sar Rinc¨®n: estocada (silencio); estocada al encuentro -aviso con dos minutos de retraso-, rueda de peones y dobla el toro (dos orejas); sali¨® a hombros por la puerta grande. Manolo S¨¢nchez: dos pinchazos y estocada corta ladeada (silencio); pinchazo y bajonazo descarado (silencio). Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 17? corrida de feria. Lleno.
VIDAL.
Transcurri¨® la corrida casi entera en medio de fenomenal esc¨¢ndalo por la indecorosa presentaci¨®n de los toros unida a las inhibiciones de los toreros, y como C¨¦sar Rinc¨®n se justific¨® en el quinto de la tarde, se desat¨® el triunfalismo. Aqu¨ª no hay t¨¦rmino medio: o blanco o negro; o al cielo o al infierno. A lo mejor la indignaci¨®n que invadi¨® la plaza a causa del aspecto anovillado de varias reses y su invalidez manifiesta no era para tanto, pero las delirantes aclamaciones que dedic¨® a la faena de C¨¦sar Rinc¨®n, premiada con dos orejas, salida a hombros por la puerta grande, era para bastante menos. Entre otras razones, porque el pundonoroso diestro hizo el toreo a ratos.
Cierto que a la mayor¨ªa del p¨²blico el toreo le trae sin cuidado: el caso es que se den pases, all¨¢ penas si son despegados o reunidos, si en ejecuci¨®n de los t¨¦rminos cl¨¢sicos o en la ins¨ªpida versi¨®n modernista. Sin embargo, tampoco estaba tan lejos el modelo del bien torear. Apenas hab¨ªan transcurrido 24 horas desde que en el mismo ruedo, incluso en el mismo terreno cercano a chiqueros, Luis de Pauloba dejaba en suspenso el tiempo para que una multitud all¨ª presente pudiera paladear a plena satisfacci¨®n la solera del arte.
La comparaci¨®n de ambos tipos de toreo deb¨ªa ser inevitable, mas la gente est¨¢ muy desmemoriada ¨²ltimamente. En horas veinticuatro olvida el bien torear y sublima las formas de una voluntariosa faena. 0 quiz¨¢ sea que cambia el tendido, que es distinto p¨²blico de un d¨ªa a otro y s¨®lo permanece la clientela fija: un ilusionado e incomprendido reducto de afici¨®n.
Los derechazos del diestro colombiano descargando la suerte, perdiendo pasos para enlazar el siguiente muletazo y citar fuera de cacho, adelante el pico, se aclamaron con igual entusiasmo que el toreo hondo y bello de la jornada anterior. O acaso m¨¢s. Y de este tenor, los naturales instrumentados sin demasiado ajuste en breve tanda. Un largo y limpio circular iniciado de espaldas encendi¨® el ambiente hasta el paroxismo; qui¨¦n lo dir¨ªa, en Madrid y por San Isidro. El supremo oficiante de la vaina, D¨¢maso Gonz¨¢lez, jam¨¢s logr¨® despertar tantas pasiones con su invento.
Con el p¨²blico ya volcado y masc¨¢ndose el triunfo, C¨¦sar Rinc¨®n se recreci¨®; desafi¨® al encastado toro de Astolfi; prolong¨® la faena; no llegaba el aviso, que ya correspond¨ªa; se llev¨® el toro al tercio mediante ayudados por bajo muy toreros. Y, al cobrar una excelente estocada, el mundo se iba a venir abajo: ovaciones estruendosas, miles de pa?uelos convirtiendo en una nube blanca el grader¨ªo, las dos orejas, la puerta grande abierta de par en par...
El resto de la corrida no vali¨® un duro. No s¨®lo eso: debieron pagar al p¨²blico por soportarla. Sal¨ªan los toros sin trap¨ªo... Seg¨²n aseguraron miembros de la empresa a este periodista, los toros rechazados por los veterinarios y el presidente en el reconocimiento ten¨ªan m¨¢s seriedad y cuajo quelos aprobados despu¨¦s. Debe de haber en Las Ventas un equipo veterinario y una presidencia masoquistas, si es as¨ª.
Sal¨ªan los toros sin trap¨ªo, por a?adidura inv¨¢lidos y tres se devolvieron al corral. Uno de ellos, que abr¨ªa plaza, no regres¨®, sencillamente porque no le dio la gana y lo mat¨® con buen oficio Emilio Mu?oz. Fue lo ¨²nico acertado de Emilio Mu?oz, pues en el resto de la corrida no peg¨® un pase, sufri¨®un serio volteret¨®n y acab¨® metiendo la pata.
En orden a meter patas actu¨® de telonero su pe¨®n Alcalare?o, quien tras dar un sainete con las, banderillas, se encar¨® al p¨²blico. Llegada la hora de matar, Emilio Mu?oz ali?¨® en franca huida, pinch¨® a paso banderillas y al siguiente volapi¨¦ el toro le campane¨® de forma impresionante. Se incorpor¨® ileso y no tuvo mejor ocurrencia que encararse con el p¨²blico tambi¨¦n. Ten¨ªa la tarde torcida, es evidente, y al cuarto lo acuchill¨® al infamante estilo.
Manolo S¨¢nchez tampoco estaba en vena. Incapaz de sacar partido de sus toros, se march¨® sin pena ni gloria. C¨¦sar Rinc¨®n parec¨ªa un principiante, sin sitio, sin concierto de lidiador, perdiendo capotes, porfiando tercamente la embestida moribunda de su primer especimen. Y ya se daba por seguro su fracaso cuando le rebull¨® la casta torera que sin duda lleva dentro y se justific¨® con el quinto de la tarde. No es mucho, justificarse. Claro que tal como encontr¨® al p¨²blico de aplaudidor y triunfalista, con menos le hubiera bastado. O sea, que tuvo un detalle, muy de agradecer.
Babelia
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