La nueva crisis mexicana
Entre los comentarios consensuales m¨¢s escuchados en M¨¦xico desde que estall¨® la nueva crisis mexicana destacan tres: el Gobierno del presidente Zedillo ha abierto demasiados frentes; el efecto de cada acto gubernamental -por acertado que pudiera ser- dura cada vez menos; los m¨¢rgenes de maniobra del r¨¦gimen se han estrechado de manera alarmante, por no decir estremecedora. La culminaci¨®n l¨®gica de esos tres procesos era inevitablemente un callej¨®n sin salida: el momento en que los frentes, los rendimientos decrecientes y los diminutos m¨¢rgenes se juntaran, en una situaci¨®n de la que no parece haber salida, o que admite s¨®lo soluciones m¨¢s costosas que los problemas que pretende resolver. Nos hallamos en la v¨ªspera tal vez de esa coyuntura.El Gobierno del presidente Zedillo enfrenta hoy un sinn¨²mero de dilemas, unos de su propia hechura, otros no. Cada uno exige decisiones desgarradoras; ninguna de las opciones es atractiva o siquiera aceptable. En lo econ¨®mico, que sigue siendo lo fundamental, el problema de qu¨¦ hacer con el tipo de cambio se comienza a volver apremiante. Cuando el gobernador del Banco de M¨¦xico declara que en cuanto cuente con 20.000 millones de d¨®lares de reservas -el equivalente de tres meses de importaciones- se podr¨¢ estabilizar la paridad peso-d¨®lar, quiz¨¢ tenga raz¨®n. Pero su afirmaci¨®n pasa por alto una disyuntiva esencial. M¨¢s all¨¢ de la emergencia econ¨®mica actual, ?quiere M¨¦xico estabilizar el tipo de cambio como estrategia de largo plazo? No es seguro que sea lo deseable, y en todo caso, no es la ¨²nica opci¨®n disponible. S¨®lo que escoger entre un tipo de cambio competitivo acompa?ado de una inflaci¨®n mediana y una paridad fija con una hipot¨¦tica inflaci¨®n de un d¨ªgito implica decisiones de gran envergadura. Nada indica que se est¨¦n tomando, pero el paso de tiempo, la inflaci¨®n misma y las medidas que deben ponerse en pr¨¢ctica a la par de cualquiera de las opciones van estrechando los m¨¢rgenes. Al ritmo que va la econom¨ªa mexicana, dentro de muy pocos meses, ¨¦sta se habr¨¢ comido el margen de competitividad que le otorg¨® la devaluaci¨®n de diciembre y enero, y la decisi¨®n ser¨¢ m¨¢s apremiante.
En los Estados sure?os de Tabasco y de Yucat¨¢n sucede m¨¢s o menos lo mismo. Sostener a los gobernadores pri¨ªstas electos bajo circunstancias vigorosamente cuestionadas por la oposici¨®n genera serias complicaciones con esta ¨²ltima, tanto de centro-izquierda como de centro-derecha, y con la prensa. Existen excelentes motivos para sacrificar a los dos gobernadores impugnados en aras de salvar alianzas pasadas -con el Partido de Acci¨®n Nacional- o futuras -con la fracci¨®n dialoguista del PRD-. Pero el PRI no ver¨¢ con muy buenos ojos el retorno a los arreglos turbios y tras bambalinas, o concertaciones, como se llamaron durante el r¨¦gimen anterior, y no se vislumbra manera alguna de defenestrar a V¨ªctor Cervera Pacheco de Yucat¨¢n o a Roberto Madrazo de Tabasco sin que el hecho parezca lo que es: una concesi¨®n presidencial a los opositores, cualquiera que haya sido la magnitud del indudable fraude electoral. No hay para d¨®nde hacerse, una vez que el Gobierno qued¨® colocado entre esos dos fuegos: el hast¨ªo del PRI de seguir perdiendo elecciones y la necesidad del PAN y del PRD de mostrarles a sus respectivos cr¨ªticos que pueden lograr victorias reales gracias a su flexibilidad. El margen de maniobra de nuevo resulta estrecho: s¨®lo cambiando a la direcci¨®n entera y la esencia misma del partidazo se podr¨ªa convencer a panistas y perredistas de aceptar un t¨¢cito borr¨®n y cuenta nueva. Pero no hay candidatos al liderazgo del PRI que complazcan a la oposici¨®n y a la opini¨®n p¨²blica y proporcionen simult¨¢neamente garant¨ªas de obediencia debida.
Y por ¨²ltimo, el margen se ha vuelto min¨²sculo en lo tocante a los cr¨ªmenes y castigos del a?o pasado: los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y de Jos¨¦ Francisco Ruiz Massieu. Cada vez se antoja m¨¢s inveros¨ªmil la posibilidad de que todas las acusaciones y filtraciones de la Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica, as¨ª como la mayor¨ªa de las indagaciones de la prensa, sean ciertas y que al mismo tiempo el ex presidente Carlos Salinas de Gortari haya permanecido al margen de ellas. La incredulidad reinante no se refiere a la veracidad de cada versi¨®n, sino a la compatibilidad de ambas afirmaciones: los cargos y chismes por un lado, la distancia o inocencia de Salinas por el otro.
Para que Salinas est¨¦ libre de culpa tienen que resultar falsas muchas versiones actualmente en boga; si dichas versiones -dos tiradores en el caso de Colosio, autor¨ªa intelectual de Ra¨²l Salinas de Gortari (hermano del ex presidente) y encubrimiento por Mario Ruiz Massieu (hermano de la v¨ªctima) en el caso del secretario general del PRI- son ciertas, es dif¨ªcil creer en la inocencia del ex presidente. El Gobierno de Zedillo ha dejado escasos m¨¢rgenes de especulaci¨®n: los encadenamientos Jur¨ªdicos son implacables. Si Mario Ruiz Massieu obstaculiz¨® la investigaci¨®n bajo su cargo del asesinato de su hermano, lo tiene que haber hecho por ¨®rdenes de alguien: s¨®lo recib¨ªa instrucciones del presidente de la Rep¨²blica.
De all¨ª que se considere inminente la inculpaci¨®n e incluso el arresto de Carlos Salinas de Gortari: el Gobierno se ha colocado en una postura que pr¨¢cticamente no le deja escapatoria. Si quiere recuperar el m¨ªnimo de popularidad con quistada en marzo con la de tenci¨®n de Ra¨²l Salinas; si quiere dar prendas de seriedad en su empe?o justiciero de construcci¨®n en M¨¦xico de un Estado de derecho; si quiere sostener a sus dos funcionarios panistas -el procurador Antonio Lozano Gracia y el subprocurador Rafael Estrada Saamano- y no echar abajo sus investigaciones e hip¨®tesis, entonces no parece haber salida. O cae Salinas o cae Salinas. S¨®lo que la l¨®gica de la pol¨ªtica sucesoria mexicana y del proceso judicial de la Procuradur¨ªa no es la misma que la de los mercados internacionales o la de la raz¨®n de Estado. Y aqu¨ª la estrechez de m¨¢rgenes se agudiza y se complica.
Carlos Salinas es a¨²n un s¨ªmbolo para los mercados: de modernidad, de audacia, de pol¨ªticas proamericanas. Nadie en Wall Street va a dar la vida por un ex mandatario, ni correr¨¢n l¨¢grimas por ¨¦l entre inversionistas y tesoreros de fondos. Pero de all¨ª a permanecer indiferentes ante su posible encarcelamiento, o ante las revelaciones que podr¨ªan surgir de un hipot¨¦tico juicio a Salinas, impera un abismo. No le ser¨¢ f¨¢cil al pa¨ªs volver a los mercados de capitales, y en particular al de cr¨¦dito voluntario, despu¨¦s de haber encarcelado al ¨ªdolo de los corredores y de los corresponsales.
Tampoco resultar¨¢ sencillo gobernar un pa¨ªs como M¨¦xico con su instituci¨®n central -la presidencia de la Rep¨²blica- en ca¨ªda libre y sujeta ya a las vicisitudes de las luchas pol¨ªticas, los enconos y, en efecto, los delitos de quienes la han ocupado. El sistema pol¨ªtico mexicano funcionaba con una especie de amnist¨ªa t¨¢cita y de oficio para los ex presidentes ante sus fechor¨ªas, reales las unas, imaginadas o exageradas las otras. El dispositivo de la sucesi¨®n presidencial y la amnist¨ªa impl¨ªcita que implicaba son indisociables, e irremplazables dentro del sistema. La peor de las imprudencias -aunque fuera la m¨¢s aplaudida y la m¨¢s justa- consistir¨ªa en mandar a Carlos Salinas a Almoloya, sin emprender al mismo tiempo y con el mismo aliento una transformaci¨®n radical del sistema pol¨ªtico, de la vida pol¨ªtica, de la cultura pol¨ªtica del pa¨ªs. Nadie sabe si se puede todo; todos sabemos que a cuentagotas nadie es durable. Al gozo de ver que hay justicia en el mundo y que los malos terminan mal, los que siempre fuimos adversarios de Salinas debemos oponer el fr¨ªo c¨¢lculo de los peligros que entra?a un colapso institucional en este pa¨ªs. Lo importante es liquidar el mecanismo que cri¨® a la estirpe salinista; prefiero la libertad de Salinas a cambio del fin del sistema que la sobrevivencia del mismo merced a su castigo.
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