Grave cogida de ?scar Higares
Cuadri / Fundi, Valderrama, Higares
Toros de Celestino.Cuadri, muy serios, cuajados y armados, con casta. Fundi: pinchazo bajo y estocada corta ca¨ªda (silencio); media traser¨ªsima baja perdiendo la muleta, rueda de peones y descabello (silencio). Domingo Valderrama: pinchazo perdiendo la muleta y bajonazo descarado (silencio); estocada traser¨ªsima ladeada saliendo empitonado (oreja). ?scar Higares: pinchazo, otro hondo ca¨ªdo, rueda insistente de peones y descabello (silencio); dos pinchazos, estocada y descabello saliendo cogido; acab¨® Fundi con el toro, de dos descabellos. Enfermer¨ªa:. asistido Higares de comada de 30 cent¨ªmetros en un muslo, pron¨®stico grave. Valderrama, de varetazos.
Plaza de Pamplona, 7 de julio. 2? corrida de feria. Lleno.
El sexto toro cogi¨® a ?scar Higares al descabellar. Fall¨® el golpe, se arranc¨® el toro y le meti¨®. el pit¨®n en la pierna, volte¨¢ndole, de forma impresionante. El torero ni siquiera pudo incorporarse. Las asistencias, con ellas Domingo Valderrama que intu¨ªa la importancia del percance, lo traslada ron a la enfermer¨ªa, mientras Fundi tomaba muleta y estoque en su condici¨®n de director de lidia y despenaba el toro agresor al segundo intento. Una cogida tonta, se o¨ªa decir. Cierto que resultar cogido al descabellar puede parecer absurdo, pero no lo es si se tiene en cuenta el peligro que desarrollan los toros cuando se sienten heridos de muerte. Concentran entonces su fiereza y su sentido, y s¨®lo falta que alguien se ponga a su alcance para pegarle una cornada con toda la ferocidad que le permitan sus fuerzas. No ya al descabellar, sino al apuntillar, se han visto cogidas tremendas, cornadas de grav¨ªsimo pron¨®stico.
La corrida entera, por lo dem¨¢s, se desarroll¨® en medio de un s¨®rdido ambiente. Los toreros no se fiaban de los toros y uno no dice que fueran fiables, pero tampoco sacaron esa bronquedad perversa que obliga a ali?ar y matar sin m¨¢s contemplaciones. Exhibieron una fachada imponente los toros, sacaron la casta propia del toro bravo, y ah¨ª empezaban y conclu¨ªan sus dificultades. C¨®mo se comportaran luego depend¨ªa de la lidia que se les diera y esa lidia fue lamentablente desastrosa.
Sin otro prop¨®sito que zurrarles la badana los picadores, prender los garapullos de uno en uno y en franca huida los banderilleros, situarse lejos del peligro los diestros empleando la muleta m¨¢s en funci¨®n de enga?o que de instrumento adecuado para interpretar el arte, los toros iban aprendiendo a discernir, se harta ban de puntear el se?uelo astroso y acababan paradotes, reservones, sin perjucio de tirar alg¨²n que otro ga?af¨®n.
Lidia tan infame habr¨ªa hecho parecer manso y ronco al mism¨ªsimo Jaquet¨®n, el toro aquel finisecular, paradigma de la casta brava, nunca, superada por ninguno de los de su especie. Porque la lidia tiene un objetivo domina dor, que a su vez va estimulando -si es preciso, tambi¨¦n corrigiendo- la codicia del toro. Mas si esa lidia se convierte en una desordenada capea, una carnicer¨ªa en lo que llaman tercio de varas, una desbandada en el de banderillas; tironeos con precipitada mudanza de terrenos cada vez que el matador intenta un pase, lo m¨¢s probable ha de ser que el toro se enerve, Se descomponga y se ponga a la. defensiva con la siniestra, intenci¨®n de pegarle una cornada en la ingle al primero que pase por all¨ª.
Fundi, muy deslucido en banderillas, sin acierto siquiera para prenderlas al toro que abri¨® plaza, fue el diestro que m¨¢s bull¨® o, dicho de menos piadosa manera, que m¨¢s trapazos peg¨®. Valderrama no se le qued¨® a la zaga en el segundo de la tarde, mientras tuvo en el quinto una actuaci¨®n valentona, que desemboc¨® en el tremendismo.A ese quinto toro lo recibi¨® Valderrama, por ver¨®nicas, juntas las zapatillas, y a los pocos lances se le venci¨® el toro peg¨¢ndole un escalofriante volteret¨®n. Rota la taleguilla y visiblemente dolorido, continu¨¦ la brega el diminuto torero, se dobl¨® rodilla en tierra con la muleta, ensay¨® derechazos y naturales sin que se le advirtieran prop¨®sitos de quietud ni de templanza, el toro fue perdiendo la fijeza de su embestida y tir¨® alg¨²n derrote al bulto...Los despiertos reflejos de Domingo Valderrama libraron el peligro y a¨²n le quedaron arrestros para arrojar le os los trastos y descararse con la fiera a pocos palmos de su temible cornamenta. Al entrar a matar, el toro le enganch¨® por el abdomen y le lanz¨® a considerable altura, afortunadamente sin que el hachazo llegara a herir. La emoci¨®n se hizo intensa entonces, do bl¨® el toro y Domingo Valderrama obtuvo una oreja, en medio de las aclamaciones del p¨²blico.?scar Higares le administr¨® al tercero una faena por naturales con su estilo caracter¨ªstico, que es de largura y entrega. Muy abierto el comp¨¢s, corr¨ªa la mano cuanto le diera de s¨ª el arco de su brazo, y ¨¦sa era una meritoria forma de torear; s¨®lo que le faltaba a la acci¨®n temple y el toro no iba embebido en los vuelos del enga?o. Se sucedieron los enganchones, y la embestida que empez¨® siendo sostenida y franca, pronto se convirti¨® en probona y , calamocheadora.Los toros aprenden -Ya se ha dicho- y ¨¦ste de Cuadri ya se iba a licenciar en tauromaquia.Con el sexto no lleg¨® a acoplarse Higares, pese a su voluntarioso empe?o en sacarle partido, y cuando perfil¨® el volapi¨¦, la faena hab¨ªa transcurrido sin pena ni gloria. Cobrado el espadazo, ensay¨® el descabello, dio el golpe, se le arranc¨® de s¨²bito el toro y le tir¨® certero el derrote. Volte¨® el torero en lo alto sobre el asta, permaneci¨® all¨ª enganchado unos segundos dram¨¢ticos y al caer se sinti¨® herido, se encogi¨® con un gesto de dolor intenso y ni siquiera hizo adem¨¢n de incorporarse. La cornada era profunda y era grave.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.