Sobre la ley electoral
Escribo esta carta a prop¨®sito del editorial del d¨ªa 3 de julio sobre la ley electoral. No estoy seguro de que el debate sobre una posible reforma de dicha ley vaya a llegar muy lejos, pero si ha de abrirse, mejor ser¨¢ que eviten el tipo de confusiones que han viciado su discusi¨®n en otros pa¨ªses y de las que su editorial comienza ya por dar alguna muestra.Sobre los ben¨¦ficos efectos que atribuyen a las listas abiertas es necesaria una nota de escepticisino. Por dos razones. En primer lugar, basta mirar el caso de Italia para comprobar que dicho sistema no s¨®lo no disminuye necesariamente el clientelismo, como ustedes sugieren, sino que puede ser uno de sus principales instrumentos. Adem¨¢s, si bien es cierto que debilitaba el poder de las c¨²pulas de los partidos italianos, reforzaba el de las c¨²pulas de las facciones de los partidos. No se sabe qu¨¦ es peor. De hecho, las listas abiertas fueron abolidas en Italia por refer¨¦ndum popular. En segundo lugar, basta mirar al Senado espa?ol para comprobar que las listas abiertas pueden simplemente no tener ning¨²n tipo de consecuencias. El que ustedes hayan olvidado mencionarlo es buena prueba de ello. Dice su editorial que el m¨¦todo D'Hont -que se utiliza en muchas democracias- es el responsable de la infrarrepresentaci¨®n de los partidos peque?os (como IU). Los peri¨®dicos repiten incansables esta falsedad que, tal vez de forma intencionada, se puso en curso durante la transici¨®n. Lo ¨²nico cierto es que la. distorsi¨®n antiproporcional se produce al hacer coincidir las circunscripciones con las provincias, por lo que cerca de un tercio de los diputados (los de las provincias m¨¢s peque?as) se eligen en condiciones mayoritarias. Si a esto a?adimos su efecto contra la igualdad del voto (el 60% de los espa?oles eligen a la mitad de la C¨¢mara y el 40% restante, residentes en provincias m¨¢s pobladas, elegimos a la otra mitad) tenemos un problema que deber¨ªa preocupar a los bienintencionados reformistas.-
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