?C¨®mo se ver¨¢ Madrid ah¨ª arriba?
Desde lo alto de las torres de KIO se puede observar el campo
CHARO NOGUEIRA Peque?a primero, roja despu¨¦s. La gran capital deja de serlo vista a 110 metros de altura: hay mas campo que casas (primera sorpresa). Luego se revela como una urbe rojiza, trufada de champi?ones gigantes: los rascacielos. Desde el helipuerto de las inclinadas torres de KIO, el v¨¦rtigo atenaza los talones y la ciudad se convierte en maqueta animada. Ricos al norte, pobres al sur; tejados y asfalto para todos. Y coches, muchos, como bolitas brillantes.
Madrid tiene fin. Y confines. Ciudad inabarcable al caminar para sus tres millones de habitantes, pero sobrada de verde y bald¨ªos alrededor con la vista desde lo alto. Aunque no salen en la foto. El poblach¨®n manchego no es ni Par¨ªs ni Nueva York, desde cuyas atalayas m¨¢s altas el cemento no tiene l¨ªmites; adem¨¢s, la torre Eiffel y el Empire State, sus miradores m¨¢s c¨¦lebres, nacieron verticales. Aqu¨ª el api?amiento tambi¨¦n es real, pero parece innecesario.
Al norte no est¨¢n el mar Cant¨¢brico, ni los montes Pirineos-que-nos-separan-de-Francia. Las cumbres del Guadarrama cumplen la tarea de ce?ir norte y oeste. Antes de que el paisaje se estrelle contra ellas, monte de El Pardo y Casa de Campo aten¨²an el impacto con una cinta verde.
Por oriente, las terrazas del r¨ªo Jarama, cobijo del aeropuerto. Despega un avi¨®n, de juguete a esta distancia de Barajas. La vista gira luego hacia el sur. Existe; y se desdibuja hasta llegar a su puerta: el cerro de los ?ngeles, junto a la carretera de Andaluc¨ªa. Los enga?os de la perspectiva hacen morir all¨ª la Castellana.
La gran avenida, que fue ganadera antes que noble y luego creci¨®. financiera, es la mayor cicatriz en la piel de la ciudad. Una piel negruzca de asfalto, con motas verdes de arbolado y mucho ladrillo rojo que no puede descuidarse: los revestimientos blancos y las fachadas de cristal crecen con la ferocidad de la competencia.
La Castellana acoge la mayor¨ªa de los rascacielos y su carrera de alturas. El r¨¦cord de Torre Picasso (el edificio, m¨¢s alto de la ciudad, sobre rasante, sin contar el Pirul¨ª: 150 metros, 46 plantas y 5 s¨®tanos) queda rebajado desde su rival Puerta de Europa, alias torres de KIO. Los desniveles del terreno manipulan esta carrera a las nubes. Y hacen que, con sus 110 metros, los rascacielos inclinados superen en . unos 150 cent¨ªmetros a la obra del japon¨¦s Miroru Yamasaki, explican los responsables de las torres. Desde la cubierta de las gemelas al nivel del mar hay 840 metros de desnivel, casi 200 m¨¢s que en otros puntos de la ciudad.
La competici¨®n de cristal y ladrillo hacia el cielo es desigual: desde aqu¨ª unas moles tapan a otras. La sede del Banco Bilbao-Vizcaya, obra novedosa del arquitecto Francisco Javier S¨¢enz de Oiza, desaparece con su fachada de flotadores rojos en la esquina de Azca. Quien le hace sombra hasta ocultarla es Torre Europa, m¨¢s baja, en la. plaza de Lima.
M¨¢s suerte tiene otro edificio del creador vasco: Torres, Blancas luce su negrura sin rivales en la avenida de Am¨¦rica, al otro lado de la Castellana y m¨¢s all¨¢ del televisivo Pirul¨ª, r¨¦cord absoluto de altura madrile?o, avalado por sus 191 metros.
Vuelta a la cicatriz que fue ca?ada. Al girar la vista hacia el oeste de la Castellana aparecen otros rascacielos que ya forman parte del paisaje rom¨¢ntico de esta ciudad escasa en ¨¢ticos ajardinados. Es el eje de la Gran V¨ªa, esplendor de los a?os de la posguerra y el estraperlo.
A lo lejos, el edificio de la Telef¨®nica pierde su l¨ªnea m¨¢s afinada para convertirse en fond¨®n. Otro tanto le ocurre a la silueta del edificio Espa?a, s¨ªmbolo con su pareja, la Torre de Madrid, del fin de la autarqu¨ªa. La veterana torre, que se lava la cara desde hace meses, s¨ª mantiene la l¨ªnea.
De la recta a la curva. Cuanto m¨¢s antiguo es el barrio, m¨¢s bajas sus casas, y m¨¢s c¨²pulas en el horizonte. S¨®lo dos se distinguen con claridad: la de San Francisco el Grande Gunto al Madrid de los Austrias), y la moderna, pero a la antigua, de la Almudena.
La nueva catedral, que tantos a?os y cuestaciones precis¨® para su remate, pierde terreno paisaj¨ªstico frente a los templos del dinero. No le vale haber sido inaugurada por el Papa: vista desde aqu¨ª gana el C¨¦sar. Divino consuelo: tambi¨¦n el omnipotente Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda pierde estampa visto desde 110 metros de altura.
La cuenta corriente deja otras huellas sobre el paisaje urbano. A los pies de KIO, dos barrios bajitos con apariencia agradable._El paseo de la Habana, a un lado, ofrece jardines y tejados de lujo antes de llegar a los ra¨ªles de la estaci¨®n de Chamart¨ªn.
Al otro lado, la Ventilla: casas bajas, tambi¨¦n, pero levantadas con lo justo por los emigrantes en la preguerra. Ahora empiezan a desaparecer de la mano de nuevos trazados en torno a la futura avenida de Asturias.
Esta nueva v¨ªa acabar¨¢ tambi¨¦n con las casas prefabricadas que son un callo en el pie de Puerta Europa. Estos sankis habitados justo debajo de la torre que da hacia Bravo Murillo son un desaf¨ªo no s¨®lo est¨¦tico. Y a un tiro de piedra, el edificio de los juzgados, que redondea la plaza de Castilla.
Entre la Ventilla y el campo, un sarpullido de bloques en forma de muralla. Es el barrio del Pilar, nacido en 100 hect¨¢reas y capaz de albergar 150.000 habitantes: pasa por ser uno de los de mayor densidad de poblaci¨®n de Europa.
La Ilustraci¨®n no brilla: hay que imaginar la avenida como un r¨ªo de coches que los edificios ocultan. En cambio, Sinesio Delgado gana la partida visual en esta zona con abundantes heridas de vac¨ªo: son los solares que aguardan tiempos -inmobiliarios- mejores.
Unos grados m¨¢s a la derecha, el hospital La Paz -hito del desarrollismo franquista- cierra Madrid por el norte, a falta del creciente barrio de Fuencarral. La visi¨®n del Valle de los Ca¨ªdos se reserva para los d¨ªas claros. Sin embargo, no hay que aguzar la vista para distinguir Colmenar Viejo, Tres Cantos o Alcobendas, cintiar¨®n norte?o de la urbe.
Pero la imagen no es reversible. Desde cualquier zona, empinada de estas localidades, la vista es menos ecu¨¢nime: primero se contempla la uve al rev¨¦s de las torres dise?adas por los norteamericanos John Burgee y Philip Johnson. Tras ellas, el resto de Madrid. Y esta forma inclinada es el sello de la casa. "Singularidad", resume Juan Cervig¨®n, el director gerente de la sociedad que gestiona las torres, Produsa. Los principales accionistas de la compa?¨ªa son Fomento de Construcciones y Contratas, Caja Madrid, Banco Central Hispano y Sainco. Eran los mayores acreedores de su due?o anterior, Kuwait Investment Office (KIO). Adquirieron los bloques en la tercera subasta judicial, por 16.500 millones de pesetas.
Los due?os, que ya llevan gastados m¨¢s de 25.000 millones en los 60.000 metros cuadrados de las torres gemelas, ofrecen a los inquilinos potenciales -a¨²n ninguno en firme- un c¨®ctel peculiar: "edificio muy muy representativo, extraordinariamente funcional y muy bien ubicado"._?El precio? Se apunta en torno a las 2.500 pesetas por metro cuadrado al mes, pero la tarifa final depende del espacio alquilado y de la planta elegida.
Los responsables de Produsa dan por muerto el gafe que atenaz¨® durante a?os la manzana m¨¢s cotizada de plaza de Castilla, sobre todo despu¨¦s de la sentencia del Supremo -que acaba de avalar la legalidad urban¨ªstica del proyecto. Al tiempo, sue?an con el d¨ªa en que cada bloque acristalado acoja a 2.000 empleados en sus 24 plantas de oficinas -la de Bravo Murillo se abrir¨¢ en septiembre, la otra esperar¨¢ hasta final de a?o- Para entonces las torres de KIO habr¨¢n enterrado definitivamente su vitola de monumento a la crisis financiera de comienzos de los a?os noventa.
Los responsables imaginan ya los vest¨ªbulos de madera noble y m¨¢rmol italiano cuajados de un enjambre de empleados rumbo a una ascensores r¨¢pidos y victoriosos sobre la inercia: el est¨®mago sube al mismo ritmo que el resto del cuerpo. Ojos tecnol¨®gicos para el control y la seguridad: 81 c¨¢maras de televisi¨®n repartidas en cada torre. Lo que no se ha previsto es una cafeter¨ªa donde solazarse.. Ni miradores abiertos a la curiosidad del p¨²blico.
Los pobladores de las torres.
-trabajadores de empresas de servicios, firmas multinacionales y sedes sociales es lo que se espera- tendr¨¢n que cambiar, adem¨¢s, su sentido de la verticalidad. Sobre todo si se asoman a la calle -s¨ª, esa cosita que se vislumbra abajo- desde la cara m¨¢s pr¨®xima al asfalto.Recostado en los cristales, el mir¨®n se siente suspendido sobre la nada: no se ve los pies. Pero es una visi¨®n sin m¨¢s riesgo que el v¨¦rtigo. Las ventanas no se abren, excepto cuatro -y con llave- en cada planta: medida de seguridad. Para los madridistas, una sensaci¨®n a?adida al recostarse sobre los cristales: el estadio Santiago Bernab¨¦u, casa del Real Madrid, tiene la forma de un flotador en medio del naufragio urbano.
Sobre las oficinas, las cubiertas para helic¨®pteros, una por torre. Los potentados madrile?os no podr¨¢n competir con sus colegas neoyorquinos. Aqu¨ª s¨®lo tendr¨¢n autorizaci¨®n para aterrizar los helic¨®pteros de rescate, ya que la instalaci¨®n no es comercial, sino una medida de seguridad que permitir¨ªa evacuar el edificio en caso de emergencia. La cubierta no tiene pretiles. El soplo de aire se siente como un hurac¨¢n. El cielo est¨¢ m¨¢s cerca.
Desaf¨ªo a la plomada
?C¨®mo construir un edificio inclinado? A partir de una estructura recta. As¨ª es como se han levantado las torres de KIO, agarradas a un eje central de hormig¨®n. Otros dos elementos trabajan para contrarrestar las acciones del viento.El primero es la triangulaci¨®n, o sea, las cintas de acero que ribetean o cruzan las fachadas. El segundo son los 24 cables tambi¨¦n de acero que corren, invisibles, por la fachada m¨¢s larga. Acaban amarrados a un contrapeso subterr¨¢neo de 10 metros de alto, 12 de ancho y 50 de largo. As¨ª tesan el edificio.
La plomada, herramienta imprescindible para medir la verticalidad en cualquier construcci¨®n, ha tenido poco trabajo aqu¨ª. "La figura m¨¢s importante ha sido el top¨®grafo provisto de teodolito", afirma el arquitecto de la obra, Tom¨¢s Dom¨ªnguez.
Las torres han necesitado tambi¨¦n 127.500 metros c¨²bicos de hormig¨®n y miles de cristales. Dentro, los obreros dan los ¨²ltimos toques. Y siguen por la radio la marcha de Indur¨¢in.
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