El Cesid reabre las dudas sobre si la etarra us¨® su arma antes de morir
El juez Juan Piqueras no durmi¨® la noche del 22 de agosto de 1987, en la que le comunicaron que una activista de ETA hab¨ªa muerto en un enfrentamiento registrado en la calle Renter¨ªa del barrio de Txincherpe. A la una de la madrugada se person¨® en el piso para ordenar el levantamiento del cad¨¢ver. Piqueras sali¨® de la casa a las tres de la ma?ana y una hora m¨¢s tarde orden¨® a los forenses que reconocieran a los presuntos miembros del comando detenidos. A petici¨®n de los guardias civiles, el forense reconoci¨® tambi¨¦n a un agente que presentaba un hematoma y posible fractura de costilla, consecuencia, seg¨²n indicaron, del impacto de un proyectil en su chaleco antibalas. A las nueve de la ma?ana, el juez ordenaba un nuevo reconocimiento m¨¦dico a los detenidos -ya ocho- y hab¨ªa reclamado la pistola de Urigoitia. Los detenidos confesaron no haber visto los hechos y ratificaron que Urigoitia sol¨ªa llear una pistola.
Cruce de disparos
La versi¨®n original del Gobierno civil, que establec¨ªa que la muerte de Urigoitia se hab¨ªa producido como consecuencia de un cruce de disparos entre los guardias que penetraban en la vivienda y la propia activista, no contribuy¨® a disipar sus dudas. Aquel primer relato no era cre¨ªble porque la bala que mat¨® a Luc¨ªa hab¨ªa sido disparada con "el ca?¨®n del arma pr¨¢cticamente tocando la piel". El impacto se produjo en la parte posterior de la cabeza, "entre la parte m¨¢s alta del cuello y la nuca", cuando la activista se encontraba tendida en el suelo gravemente herida en el abdomen por otro disparo.
A la vista de estos datos, el Gobierno civil de la provincia y la propia Guardia Civil fueron aproxim¨¢ndose a los hechos hasta admitir que Urigoitia recibi¨® un segundo disparo. Posteriormente, el guardia que hab¨ªa resultado herido por el impacto de un proyectil en su chaleco antibalas reconoci¨® haber arrastrado unos metros a Luc¨ªa Urigoitia. Dijo que se resinti¨® de sus lesiones y dej¨® caer el cuerpo de la detenida. Al observar que ¨¦sta realizaba un nuevo disparo, se gir¨® y "dispar¨® sobre el bulto".
Las investigaciones no aportaron mucho m¨¢s que la rectificaci¨®n del relato de los hechos facilitado originalmente por el Gobierno civil y el asunto fue sobrese¨ªdo. Ahora, el informe del Cesid vuelve a abrir la duda inicial, que se consideraba despejada, de si Urigoitia hizo efectivamente uso de su arma. Si los informes del Cesid responden a la realidad, los implicados tuvieron la necesidad de sustentar la tesis del enfrentamiento. Su problema era que no ten¨ªan la pistola de Urigoitia y no hab¨ªa casquillo.
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