Euskadi: sociedad frente a pueblo
El ¨¦xito de la manifestaci¨®n celebrada el martes en Donostia sugiere una constataci¨®n inmediata: existe en Euskadi una importante capacidad de movilizaci¨®n social en favor de una convivencia democr¨¢tica, libre del terror y de la intimidaci¨®n. Una agrupaci¨®n pacifista, Denon Artean, logr¨® un resultado mucho m¨¢s esperanzador que todas las actuaciones sobre el tema de los partidos democr¨¢ticos en estos tres meses de se cuestro. Sin embargo, la cruz de la moneda existe. De nuevo un ciudadano inocente ha tenido que sufrir un acto criminal de ETA para que esa respuesta salga a la luz, siendo por otra parte improbable que los terroristas atiendan la demanda de la sociedad vasca y liberen a Aldaya. Incertidumbre en cuan to a los resultados inmediatos de la movilizaci¨®n que, a su vez, no debe llevarnos a certifica su inutilidad, y menos, como alguien apuntara de forma miope para el secuestro de Iglesias, a creer que quienes salen a la calle intentan el aprovechamiento pol¨ªtico de una desgracia personal.Tal vez el clamor de la calle no consiga acelerar el fin del secuestro, pero conviene recordar que el sistema ETA se muestra siempre sensible a las reacciones de la sociedad que aspira a dominar. Cada acto como el del martes les recuerda que una mayor¨ªa de vascos no comparte ni sus m¨¦todos ni sus fines y constituye una advertencia acerca de la escasa rentabilidad pol¨ªtica de acciones cuya amenaza potencial recae sobre todos los ciudadanos. En la misma p¨¢gina de Egin donde una breve nota en euskera (para que se lea menos) daba cuenta de la manifestaci¨®n por la libertad de Aldaya se encontraba otra noticia significa tiva, ¨¦sta en castellano, tal vez para que sirviera de recomen daci¨®n a unos y de aviso de navegantes a los otros: en un bar de Oyarzun, un muchacho de 17 a?os hab¨ªa desvelado en una conversacion con amigos su condici¨®n de afiliado a EGI, las juventudes del PNV. Inmediatamente fue "increpado" (sic) por otros all¨ª presentes, recibiendo los calificativos al uso de ?cipayo" y "espa?ol", acompa?ados de empujones, a los que siguieron una zancadilla y acciones no identificadas (quiz¨¢s el noble pateo abertzale), con la consecuencia final de contusiones atendidas en una cl¨ªnica. Era la agresi¨®n nuestra de cada d¨ªa. Otras veces le toca al ertzaina de paisano identificado, al padre de familia que pase desafiante por La Concha con el agresivo lazo azul, al concejal de otro color pol¨ªtico, sin olvidar los veh¨ªculos de matr¨ªcula francesa o de las distintas va riedades de cipayos que arden en plena noche y ahora ya a la luz del d¨ªa. Es la normalidad, tal y como la ve y la pide la minor¨ªa pol¨ªtica seguidora de ETA: sin lazos azules, sin comitiva de autoridades en La Salve donostiarra y, en definitiva, sin otro due?o y se?or de la calle que ellos mismos. Diagn¨®stico: intimidaci¨®n de tipo estrictamente fascista. De ah¨ª que les irrite la visibilidad concurrente del pacifismo cuando cre¨ªan ya garantizado su monopolio. Las contramanifestaciones de HB de los jueves tienen ese sentido, as¨ª como los gritos que dirigen en ellas contra los silenciosos ciudadanos que respaldan a los trabajadores de Alditrans: "?Gora ETA militarra!", "?Los asesinos llevan lazo azul", "Zuekfascikstak zarete terroristak!". Y para culminar: "iETA, m¨¢talos!".
De un lado se encuentra la sociedad vasca, con su composici¨®n plural, nacionalistas y no nacionalistas, euskaldunes y castellanohablantes, gente de toda condici¨®n, edad e ideas, que aspira a ver respetada su pluralidad. De otro, el "pueblo vasco", un sujeto social que pretende confundirse, e incorporar las esencias, de la colectividad, pero que, en realidad, encama a la minor¨ªa que trata de imponer violentamente sobre la mayor¨ªa social su visi¨®n m¨ªtica de las cosas, sus objetivos y sus exclusiones, a sabiendas de que por medios democr¨¢ticos no va a triunfar. En la vida cotidiana, la minor¨ªa ha conseguido ganar esta vez la partida frente a la no-violencia, logrando a base de agresiones la casi desaparici¨®n del lazo azul. Pero el precio pagado por la victoria es alto: ante la opini¨®n, la imagen tradicional de j¨®venes rom¨¢nticos entregados a la borroka, por la patria cede paso a otra mucho menos id¨ªlica, con el ¨²nico referente posible de los movimientos totalitarios.
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