Los m¨²sicos sudaban y sudaban...
Con los m¨²sicos no hubo piedad: les hicieron trabajar de firme. Se pasaron tocando las dos horas largas que dur¨® la comoda, y a alguno le iba a dar algo a la altura del quinto toro, cuando Ponce se propuso demostrar al orbe su ilimitada capacidad para pegar derechazos, la banda entera sudaba y sudaba... Ni se sabe cu¨¢ntas vueltas tuvo que dar al pasodoble para no dejar sin m¨²sica aquel arrebato laboral, que dur¨® m¨¢s de un cuarto de hora.El p¨²blico de la famosa, mundial y m¨ªtica feria de Bilbao lo que quiere es aplaudir y que toque la m¨²sica. Toros ¨ªntegros, toreros que toreen, picadores que piquen, banderilleros que banderilleen, le son indiferentes. Y as¨ª ocurri¨® en esta falsa corrida: que no sacaron toros ¨ªntegros, ni nadie toreaba (salvo Rivera Ord¨®?ez), ni se pic¨® como Dios manda, ni pudo verse un par de banderillas reunido, asom¨¢ndose al balc¨®n el rehiletero, luego saliendo limpiamente de la suerte, andandito y marchoso.
Pilar / Manzanares, Ponce, Rivera
Toros de El Pilar, bien presentados, inv¨¢lidos, aborregados; 2?, bravo; 3? devuelto. Sobrero de Jos¨¦ Luis Pereda, escurrido, inv¨¢lido total.Manzanares: media, rueda de peones y tres descabellos (,vuelta); pinchazo y estocada corta atravesada.(bronca). Enrique Ponce: dos pinchazos y bajonazo descarado (silencio); primer aviso con dos minutos de retraso-, dos pinchazos, mediaestocada ca¨ªda, rueda de peones-segundo aviso con retraso y dos descabellos (vuelta). Rivera Ord¨®?ez: estocada corta trasera, (ovaci¨®n y salida al tercio);, bajonazo y rueda de peones (oreja). Plaza de Vista Alegre, 26 de agosto. 8? corrida de feria. Lleno.
En sustituci¨®n de todo esto, hubo remedos, suced¨¢neos, caricaturas, y el p¨²blico de la famosa, mundial y m¨ªtica feria de Bilbao lo acogi¨® con ovaciones estruendosas. El p¨²blico de Bilbao se pasa la tarde aplaudiendo. Y es l¨®gico, para eso va a los toros: para aplaudir las ver¨®nicas que no se dan; los puyazos carniceros que si se pegan; los banderillazos da igual donde caigan; los derechazos, las gurripinas, las carreras, los desarmes, los pases de pecho, los pinchazos, y si hay bajonazo, entonces ya es el delirio.
No s¨®lo aplaude. En cuesti¨®n de m¨²sica es inflexible. Apenas esboza su primer muletazo el matador, ya est¨¢ pidiendo m¨²sica. Lo hace a ritmo, con palmas de tango -?m¨²-si-ca!- y si el presidente no da de primeras la orden de tocar, se pone furioso.
El presidente se resist¨ªa al empezar la feria porque la banda soplando mientras el torero pega trapazos es una situaci¨®n r¨ªdicula. Pero era una causa perdida. Y ya manda m¨²sica en cuanto alguien la reclama, y la banda -una de las mejores de Espa?a por cierto- se pone a tocar. De manera que la corrida transcurri¨® bajo un fondo de pasodobles, con la ¨²nica excepci¨®n de la cuarta faena, que consisti¨® en un ali?o y no hubo tiempo ni de pedirlos.
A lo mejor fue la frustraci¨®n musical lo que impeli¨® al p¨²blico a armarle a Manzanares una bronca terrible. En realidad el toro no ten¨ªa embestida y el diestro se lo quit¨® de en medio. El anterior de su lote, sin embargo, s¨ª la ten¨ªa aborregada por cierto- y le instrument¨® derechazos -con mandona templanza, aunque sin ligarlos, seg¨²n es costumbre.
Se lleva correr en vez de ligar; una variaci¨®n surrealista del arte de torear en la que Enrique Ponce es maestro consumado. No pudo con la bravura de su primer toro y le dio muchos pases azarosos correteando por ah¨ª al comp¨¢s de la m¨²sica. Tambi¨¦n al quinto, si bien en esta faena, corregida y aumentada, agot¨® la producci¨®n seriada de los derechazos. Instrumentados con el pico todos ellos, destemplados en su mayor¨ªa, cuando el que hac¨ªa doscientos consigui¨® cuajarlo con largura, y otro m¨¢s, y uno por alto rodilla en tierra, la plaza se hizo un clamor, mientras los m¨²sicos sudaban la gota gorda. Desde que empez¨® la faena hasta que termin¨® habr¨ªa dado tiempo de ir a San Sebasti¨¢n y volver. Si se a?ade lo que tard¨® en matar, a tomarse un cafelito por el camino.
Y ocurri¨® despu¨¦s lo inesperado: compareci¨® Rivera Ord¨®?ez e hizo el toreo. Su toro anterior se aplom¨® y s¨®lo pudo estar valiente. Pero en el sexto dibuj¨® ver¨®nicas al cl¨¢sico estilo; se ech¨® inmediatamente la muleta a la izquierda; enjaret¨® los naturales cargando la suerte y los lig¨® sin necesidad de echar a correr; incluy¨® dos circulares de espaldas; ci?¨® redondos. Y result¨® que para explayar esa faena merit¨ªsima, seria, de torero aut¨¦ntico, ¨²nicamente hab¨ªa necesitado, en cuanto al espacio, una p¨¢rcelita chica del redondel; en cuanto al tiempo, cuatro minutos de reloj.. "S¨ª se?or, ese es el toreo", exclam¨® un aficionado, exultante de emoci¨®n. Y quiso intercambiar parabienes con los m¨²sicos, que asent¨ªan, agradecidos, por la brevedad de la faena.
Babelia
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