S¨²plica familiar

Manuel Curiel Mohedano, un agricultor andaluz de 40 a?os, deber¨ªa haber ingresado en la c¨¢rcel a finales de agosto para cumplir una pena de tres a?os de prisi¨®n menor. Un juez le conden¨® por haber vendido medio gramo de coca¨ªna a dos personas en su pueblo de Palma del R¨ªo (C¨®rdoba). Pero la semana pasada, Manuel no tom¨® el tormentoso camino del centro penitenciario de Sevilla y decidi¨® convertirse en un fugitivo. En su casita de 60 metros cuadrados abraz¨® a su mujer y a sus seis hijos y grit¨®: "Somos inocentes".Entonces, el clan Marial rez¨® una salve y abandon¨® su hogar en direcci¨®n a Madrid para acampar frente al Ministerio de Justicia. Desde ayer est¨¢n acomodados en la acera de la calle de San Bernardo. "De aqu¨ª no nos mueve nadie hasta que nos den una soluci¨®n", chilla exaltado frente a la fachada del palacio de Parcent.

Seg¨²n Manuel, el episodio m¨¢s triste de su vida comenz¨® a escribirse hace tres a?os, cuando dos guardias civiles se presentaron en su casa. Dos agentes que sin mirarle a los ojos le dijeron: "Quedas detenido por tr¨¢fico de drogas".

No entend¨ªa nada. "Yo viv¨ªa f¨¦liz", relata. "Me ganaba la vida de forma legal. No ten¨ªa empleo fijo. Unos d¨ªas trabajaba cogiendo naranjas y otros transportando mercanc¨ªa".

Manuel entr¨® en el cuartelillo de la Guardia Civil con la cara pintada de l¨¢grimas. "Me acusaron de vender medio gramo de coca¨ªna". Pero era una rampa y una mentira. Yo era un t¨ªo limpio, en mi vida no hab¨ªa fumado ni un porro". Seg¨²n su sereno relato, "un cabo de la Guardia Civil [de cuyo nombre no quiere acordarse] dijo a dos personas que me acusaran de vender medio gramo". "Era mi palabra contra la suya", prosigue. "Y todo porque ese cabo y yo mantenemos desde ni?os un enfrentamiento personal".

El proceso sigui¨® adelante. Manuel, que hasta entonces no hab¨ªa tenido ning¨²n problema con la justicia, fue acusado de un delito contra la salud p¨²blica. El fallo del juez le conden¨® a tres a?os. "Se me vino el mundo encima. Adem¨¢s no ten¨ªa dinero para m¨¢s abogados", dice Carlos, quien pidi¨® un pr¨¦stamo para contratar los servicios de un letrado.

"Ahora s¨®lo proclamo mi inocencia y pido justicia a quien haga falta, porque en el juicio todo el mundo se contradec¨ªa y quiero que se respete la verdad".

Manuel no piensa moverse de la calle de San Bernardo mientras no le den "una miguita de esperanza". A su lado le acompa?a su mujer y sus seis hijos. La esposa, Anaceli Mu?oz, de 34 a?os, s¨®lo habla de la palabra indulto. "Queremos que le perdonen, ¨¦l no es culpable". Uno de sus hijos es invidente. Se llama Ra¨²l y tiene 16 a?os. "A mi padre le necesito, porque es el que me lleva y me trae a Sevilla para estudiar en un colegio especial", relata. La familia Curiel suplica una audiencia con representantes del ministerio. "Que me escuchen", dice. Si no le reciben asegura que cortar¨¢ la calle. "Aqu¨ª voy a estar todo el d¨ªa, y ma?ana me planto en el asfalto con mis nenes".