Agua, precios y estacazos
El agua es uno de los bienes m¨¢s abundantes de la naturaleza; y, sin embargo, los hombres luchan hoy por ella como si se tratara de algo muy preciado. Sabemos que la distribuci¨®n del agua es uno de los principales obst¨¢culos a un acuerdo de paz en el Oriente Pr¨®ximo y en Castilla, Murcia y Andaluc¨ªa las tensiones que la distribuci¨®n del agua ocasiona producen violencia no s¨®lo verbal. Los distintos colectivos que se disputan el agua no s¨®lo parecen dispuestos a llegar a los tribunales, sino tambi¨¦n a llegar a las manos. ?Tiene soluci¨®n el asunto?A escala mundial la soluci¨®n es dif¨ªcil, dificil¨ªsima, y lo ser¨¢ cada vez m¨¢s a medida que aumente la poblaci¨®n. La soluci¨®n mundial al problema del agua requiere una planificaci¨®n a escala global de los recursos humanos y de su reproducci¨®n, algo muy dif¨ªcil, en gran parte por la resistencia encarnizada de diversos grupos, la mayor¨ªa religiosos, a la planificaci¨®n demogr¨¢fica. La cuesti¨®n no me parece compleja conceptualmente, pero s¨ª social y pol¨ªticamente. La dejaremos para otro d¨ªa.
A escala nacional el problema tambi¨¦n parece dificil¨ªsimo. Que se lo pregunten si no al ministro Borrell, que ha visto el. pobre peligrar sus vacaciones tratando de contentar a unos y a otros, y con el riesgo a?adido de llevarse alguno de esos estacazos, que de vez en cuando se pierden en cuanto se menciona la palabra, trasvase. El agua escasea, y cada grupo cree que sus necesidades son m¨¢s urgentes Y, prioritarias que las de los otros usuarios. Se haga lo que se haga, alguien se va a considerar perjudicado y va a actuar en consecuencia: manifest¨¢ndose y atizando, si puede, a quienes considera culpables del agravio.
Sin embargo, hay razones para no ser tan pesimistas por lo que a Espa?a se refiere. Indudablemente, tenemos un pa¨ªs ¨¢rido en su mayor parte; los recursos h¨ªdricos, adem¨¢s, est¨¢n muy desigualmente repartidos; muchos, de nuestros problemas econ¨®micos se derivan de ah¨ª, como la historia demuestra. Si a?adimos la creciente desertizaci¨®n y las consecuencias del cambio clim¨¢tico, que parecen ir en perjuicio nuestro, la cosa es alarmante. Sin embargo tenemos tambi¨¦n elementos favorables. En primer lugar, nuestro crecimiento demogr¨¢fico es muy bajo, lo cual elimina uno de los factores que afectan m¨¢s gravemente a otras regiones del planeta. En segundo lugar, nuestro problema se deriva m¨¢s bien del crecimiento econ¨®mico y de la fuerte redistribuci¨®n de los recursos humanos que ha tenido lugar en nuestro pa¨ªs en las ¨²ltimas generaciones. Estas dos caracter¨ªsticas, bajo crecimiento demogr¨¢fico y alto nivel econ¨®mico (y, supuestamente, cultural), hacen que las posibilidades de soluci¨®n, o m¨¢s bien de arreglo, al problema del agua sean considerables. Pero para ello se requiere un tercer elemento: vencer nuestra eterna inercia pol¨ªtica y social.
El problema del agua en el sur de Espa?a es muy familiar a los economistas: tenemos un bien en cantidades limitadas cuyos demandantes parecen ilimitados. Todos quieren agua, unos para beber (la inmensa mayor¨ªa), otros para regar, otros para usos industriales, otros para usos ornamentales, otros para usos ambientales, etc¨¦tera. Unos quieren lavarse la cara, otros lavar su coche, otros llenar su piscina, otros que los patos y los peces puedan nadar: todos quieren agua y no hay para todos. La soluci¨®n del economista es muy simple: demos un precio adecuado al recurso escaso. Encareciendo el agua evitaremos el gasto, superfluo y distribuiremos mejor un bien tan preciado. Parece l¨®gico, racional, incluso justo, que en las regiones donde el agua es escasa su precio sea m¨¢s alto que donde es abundante. Pagando el agua m¨¢s cara no s¨®lo gastaremos menos, sino que la conservaremos mejor. Se destinar¨¢n mayores cantidades a su almacenamiento y a mejorar las instalaciones, evitando p¨¦rdidas en la conducci¨®n, que son actualmente una de las mayores causas de escasez. Se podr¨¢n paliar as¨ª las restricciones, que se imponen no tanto para limitar el consumo cuanto para evitar las fugas en las redes de distribuci¨®n.
Con un sistema de precios ajustado a los recursos podr¨¢ terminarse con este absurdo sistema actual de distribuci¨®n a golpes y el estacazos, a manifestaciones y presiones, que tenemos ahora, en que el se?or Borrell y sus consejeros distribuyen con arreglo a lo que ellos creen justo o estiman pol¨ªticamente rentable, sometidos a halagos y amenazas. ?Que el agricultor murciano considera que sus frutales son m¨¢s importantes que las vides manchegas? Muy bien: que lo demuestre pagando por el agua un precio m¨¢s alto que el viticultor. Ya ver¨¢n ustedes c¨®mo los regantes del Tajo estar¨¢n dispuestos a ceder parte de su agua de buen grado si se les ofrece un precio adecuado. Los cultivos que no puedan pagar el agua a un precio que refleje su coste deber¨¢n ser abandonados" como es l¨®gico. Tantas actividades se han ido abandonando cuando han resultado poco rentables (desde las diligencias a los cines de barrio) que parece injusto defender hoy ciertas actividades agr¨ªcolas inviables.
Ah, me dir¨¢n algunos, usted nos propone que los m¨¢s fuertes se lleven el agua y que los pobres se queden sin beber, regar campos de golf a costa del consumo familiar. Se trata de todo lo contrario. La realidad es que cerca del 90%. del agua consumida en Espa?a lo es en usos no dom¨¦sticos. El efecto de una subida del agua ser¨ªa el opuesto: aumentar¨ªan las cantidades destinadas al consumo dom¨¦stico porque se conservar¨ªa mas y se despilfarrar¨ªa menos en el campo. Sin embargo, dado que efectivamente el uso dom¨¦stico debe ser privilegiado, lo l¨®gico ser¨ªa introducir una tarifa graduada en este tipo de consumo, de manera que lo gastado por encima de un m¨ªnimo costara m¨¢s. De este. modo, el agua para beber resultar¨ªa m¨¢s barata que la destinada a lavar el coche o a regar el c¨¦sped. En realidad, la tarifa graduada ser¨¢ recomendable para todos los consumos, entre otras cosas porque estimular¨ªa el ahorro del recurso.
El problema del agua en Espa?a tiene arreglo. Pero debemos tener en cuenta que no hay m¨¢s que tres alternativas: la primera, la soluci¨®n racional, el mecanismo de precios; la segunda, la soluci¨®n racial, los estacazos; la tercera, la soluci¨®n m¨ªstica, las rogativas. No echemos ¨¦sta en saco roto: quiz¨¢ a fuerza de procesiones logremos que el cielo se apiade de nosotros y del se?or Borrell.
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