Las razones pedag¨®gicas
"Hoy d¨ªa podemos convertir el mundo en un infierno: como ustedes saben, estamos en el buen camino para conseguirlo. Tambi¨¦n podemos transformarlo en todo lo contrario". As¨ª comenzaba Marcuse su conferencia de 1967, concluyendo con la posibilidad real de realizar ya la utop¨ªa, una vez producidas las condiciones hist¨®rico-sociales adecuadas. Quisiera pensar algo parecido en la regulaci¨®n oficial de las actividades alternativas a la ense?anza de la religi¨®n. ?No seremos capaces de concordar a las partes, manteniendo un m¨ªnimo de dignidad? No ser¨¢ f¨¢cil resolver el contencioso, si nadie est¨¢ de acuerdo con lo hecho. Diversas son las razones, todas respetables. Unos creen que el fundamento son los acuerdos internacionales Estado espa?ol-Santa Sede, v¨¢lidos, quiz¨¢, para aquellos tiempos de 1979, que permanecen intocados 16 a?os despu¨¦s. Otros piden al Estado que garantice la formaci¨®n religiosa a los que la deseen. Hay quien no entiende que, trat¨¢ndose de una opci¨®n voluntaria, se obligue a cursar una altemativa a los que no se acojan a este derecho. Sigue sonando a sanci¨®n por no cursar religi¨®n. Existen tambi¨¦n motivos pedag¨®gicos para rechazar la actual regulaci¨®n.Sorprende que estas actividades educativas carezcan de uno de los principios b¨¢sicos, que puede truncar el proceso mismo de ense?anza y aprendizaje. La regulaci¨®n incluye objetivos generales y espec¨ªficos, contenidos, cierta metodolog¨ªa, y no su evaluaci¨®n. Las ¨®rdenes son contundentes: "No ser¨¢n objeto de evaluaci¨®n y no tendr¨¢n constancia en los expedientes acad¨¦micos" (orden de 3 de agosto de 1995, art¨ªculo 3.1). Eso no obsta para mantener que los profesores entregar¨¢n en jefatura de estudios relaci¨®n de alumnos que realizaron las actividades, "con el fin de que quede constancia" (art¨ªculo 3.2), lo que implica asistir asiduamente a ellas y hacer el trabajo previsto. ?Y si no lo hacen o no asisten? ?No entrar¨¢n en la relaci¨®n, sin m¨¢s? Es poco serio. Son la ¨²nica actividad (educativa) en todo el sistema no evaluada. Suscitan perplejidad: si la religi¨®n es evaluable, ?por qu¨¦ no lo es la alternativa? Es la evaluaci¨®n elemento sustancial del proceso educativo . En su forma positiva faculta la promoci¨®n y acceso a niveles superiores. Informa, orienta y forma a los sujetos de la comunidad, especialmente alumnado y padres. La LODE considera, un derecho de los alumnos que su rendimiento sea evaluado por criterios, objetivos.
Igualmente los padres tienen derecho a conocer el aprovechamiento de sus hijos en las escuelas y recibir informaci¨®n de la marcha de su aprendizaje. Tambi¨¦n el profesorado toma decisiones, adopta medidas de refuerzo, adaptaciones curriculares y estrategias de ayuda para que los alumnos puedan superar las dificultades y avanzar en sus tareas y programas de estudio. Y la sociedad necesita saber si los recursos empleados contribuyen a la calidad educativa o constituyen un despilfarro econ¨®mico y profesional. Finalmente, educadores y educandos podr¨ªan sentirse discriminados, al no existir igualdad de trato en las condiciones descritas, en cuyo caso la regulaci¨®n ser¨ªa no constitucional.
Por otra parte, es preciso distinguir entre las propuestas para el segundo ciclo de Secundaria y Bachillerato 1 y las altemativas para los dem¨¢s cursos. En relaci¨®n con ¨¦stas, se atribuye su organizaci¨®n a los centros. S¨®lo en caso de no hacerlo, se ofrecen ejemplos de repertorios de diverso car¨¢cter, a veces pintorescos, impresentables o vergonzosos. Mas son referencias y orientaciones, que a nadie obligan. Equipos de ciclo y departamentos did¨¢cticos deben organizarlas, siendo el claustro quien selecciona y aprueba. Es una nueva tarea del profesorado, pero nadie tendr¨¢ que dedicarse a juegos de mesa, fantas¨ªas cient¨ªficas o reparaci¨®n de juguetes, si no quiere. Los contenidos de Secundaria 3 y 4 y Bachillerato 1 son de muy distinta ¨ªndole. Para empezar, tienen denominaci¨®n propia: Sociedad, cultura y religi¨®n (SCR); tambi¨¦n, naturaleza determinada que permite su enfoque hist¨®rico o filos¨®fico, principalmente, permitiendo encargarlos al profesorado de la correspondiente especialidad, bajo la f¨®rmula de "preferentemente". Los contenidos son aceptables y su organizaci¨®n en m¨®dulos de dos horas semanales permite ofrecer una informaci¨®n sint¨¦tica sobre las principales religiones. Hay una cuesti¨®n, ideol¨®gica y de principios que a nadie escapar¨¢: cualquier alternativa produce escr¨²pulos de conciencia por contribuir a la presencia escolar de la religi¨®n. Habr¨ªa que deslindar, esto con precisi¨®n, sin impedir que el Estado atienda las demandas del conjunto social que pide ense?anzas de religi¨®n. Adem¨¢s, sin evaluaci¨®n no es posible el proceso educativo normal. Si esto se resolviera, el profesorado de Ciencias Sociales y el de Filosof¨ªa podr¨ªan asumir los contenidos de SCR.
Otro asunto es la gu¨ªa de trabajo, similar a las elaboradas para las dem¨¢s materias. Tendr¨ªa que estar operativa antes del comienzo de curso, aunque ya no tenga remedio. Resu¨¦lvase, al menos, cuanto antes. De lo contrario, temo que no va a funcionar, contribuyendo a la degradaci¨®n de la educaci¨®n. Toca al ministerio reorganizar el tema y elaborar un nuevo marco regulador, corrigiendo la primera precipitaci¨®n. Es una tarea urgente, porque el mal est¨¢ hecho y podr¨ªa llegar a ser irremediable.
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