De la minor¨ªa a la mayor¨ªa

Suele afirmarse que se lee poca poes¨ªa. Pero esta afirmaci¨®n es verdad s¨®lo a medias. Si se refiere a los poetas actuales, cabe suscribirla, aunque habr¨ªa que matizar en algunos casos. Si se refiere a los consagrados, es mucho m¨¢s problem¨¢tica. Los datos est¨¢n al alcance de cualquiera. De las poes¨ªas completas de Antonio Machado (Espasa-C¨¢lpe) en su ¨²ltima versi¨®n, que es de 1975, se vende casi una edici¨®n por a?o, y est¨¢n a la venta otros t¨ªtulos sueltos. Antolog¨ªas de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez hay varias en la calle, y todas se venden razonablemente. Los Veinte poemas de amor de Neruda hace tiempo que superaron los dos millones de ejemplares. La colecci¨®n Alianza Cien vendi¨® de este libro cerca de 200.000 copias el primer a?o de Su lanzamiento. Existen Varias ediciones m¨¢s en el mercado y alguna con numerosas reimpresiones. Las obras completas de Garc¨ªa Lorca fueron el gran ¨¦xito de la editorial Aguilar, que desde 1954 lanz¨® 23 ediciones, que sumaron muchos miles de ejemplares vendidos acompa?adas de m¨²ltiples reimpresiones. Los t¨ªtulos sueltos de Lorca son abundantes, y algunos se reeditan constantemente. Una reciente antolog¨ªa de su poes¨ªa amorosa ha alcanzado tres ediciones en tres meses. En fin, de la obra po¨¦tica de Luis Cernuda hay ahora mismo en el mercado cuatro ediciones diferentes, sin perjuicio de varias antolog¨ªas. El p¨²blico escolar condiciona en parte las ventas, pero s¨®lo en parte. Pi¨¦nsese, por ejemplo, en las abundantes ediciones de Cavafis o de Pessoa.La existencia de una ley

Oct¨¢vio Paz se?ala la existencia de una ley: los grande poetas empiezan con tiradas reducidas y acaban vendiendo muchos miles de ejemplares. As¨ª ha ocurrido con los fundadores de la poes¨ªa moderna, al menos en el ¨¢mbito europeo: Baudelaire, Rimbaud, Mallarm¨¦ tuvieron en vida ediciones reducidas, a veces muy exiguas. En Am¨¦rica no pas¨® lo mismo: Whitman, el gran vate de la democracia, alcanz¨® una amplia audiencia. El destino minoritario de la poes¨ªa moderna europea despu¨¦s del romanticismo ha sido en gran medida voluntario. A Mallarm¨¦, por ejemplo, le hubiera horrorizado ser un poeta popular. De los autores del 27 s¨®lo Garc¨ªa Lorca consigui¨® romper las audiencias minoritarias con el gran ¨¦xito del Romancero gitano (siete ediciones en vida). Cierto que desde entonces algo esencial ha cambiado: la poes¨ªa se propagaba mucho por v¨ªa oral, y los recitadores eran pieza clave; hoy ha perdido, lo perdi¨® a su tiempo, ese p¨²blico popular que la asist¨ªa y que hizo de los poetas figuras p¨²blicas durante la Segunda Rep¨²blica y la guerra civil, como sucedi¨® con Antonio Machado. Los cantautores no han tenido efectos multiplicadores tan fuertes.

Pese a todo, la actual situaci¨®n no es nueva. Los elegidos de los dioses, que en poes¨ªa son pocos -esto importa subrayarlo-, acaban alcanzando grandes audiencias, aunque el camino es lento. Lo dijo un elegido, Rub¨¦n Dar¨ªo: "Yo no soy un poeta de mayor¨ªas, pero s¨¦ que indefectiblemente tengo que ir a ellas".