La tentaci¨®n de las golosinas
Un cient¨ªfico puede ver el futuro observando c¨®mo act¨²an los ni?os de cuatro a?os ante una golosina. El investigador invita a los ni?os, uno por uno, a entrar en una habitaci¨®n y empieza la lenta tortura. Les dice: puedes conseguir esta golosina ahora mismo; pero si esperas mientras hago un recado, podr¨¢s conseguir dos golosinas cuando vuelva. Y se va.
Algunos ni?os cogen el regalo en cuanto el investigador sale por la puerta. Otros tardan unos cuantos minutos antes de rendirse. Pero otros est¨¢n decididos a esperar. Se tapan los ojos; agachan la cabeza; cantan por lo bajo; intentan jugar a algo e incluso quedarse dormidos. Cuando el investigador vuelve, les da a estos ni?os las golosinas que tanto esfuerzo les han costado ganar. Y despu¨¦s, la ciencia espera a que crezcan.
Cuando los ni?os llegan a la escuela secundaria, ha pasado algo extraordinario. Un estudio realizado por los padres y los profesores de los ni?os revel¨® que aquellos que con cuatro a?os tuvieron la entereza para resistir, al crecer generalmente llegaron a ser adolescentes mejor adaptados, m¨¢s populares, intr¨¦pidos, seguros de s¨ª mismos y formales.
Los ni?os, que sucumbieron a la tentaci¨®n en seguida ten¨ªan m¨¢s probabilidades de ser solitarios, de frustrarse f¨¢cilmente y de ser rebeldes. Sufr¨ªan tensi¨®n y hu¨ªan de los desaf¨ªos. Y cuando alguno de los estudiantes de ambos grupos hizo el examen de aptitud escolar, los ni?os que hab¨ªan aguantado m¨¢s tiempo obtuvieron una media de 210 puntos m¨¢s.
Hay que preguntarse por qu¨¦ el talento natural parece encenderse en algunas personas y apagarse en otras con el paso el tiempo. Aqu¨ª vienen a cuento las golosinas.
Parece que la capacidad de aguantar el retraso de la gratificaci¨®n es una habilidad fundamental, un triunfo del cerebro pensante sobre el impulsivo. En resumen, es un signo de inteligencia emocional. Y no queda reflejado en una prueba de inteligencia.
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