Empleo en Europa
Un alud de demagogia nos ha hecho obviar una de las primeras y muy importantes, aportaciones de los n¨®rdicos a la construcci¨®n europea. Me refiero a la idea de considerar la tasa de paro como requisito de convergencia. Debiera ser cuando menos objeto de reflexi¨®n. Se podr¨¢ decidir luego si tal medida ser¨ªa acertada o no, pero desde luego no es ninguna barbaridad que merezca ser despreciada. Reparemos en que es una de las poqu¨ªsimas propuestas concretas que alguien ha hecho sobre el tema en la Uni¨®n Europea.Para qu¨¦ sirven las condiciones de convergencia? Yo har¨ªa dos contestaciones. En primer lugar, son unos requisitos que deben asegurar la estabilidad de la futura moneda ¨²nica en los hist¨¦ricos mercados financieros. En segundo lugar,son un importante elemento disciplinador. Porque no olvidemos que -y esto es lo positivo- los requisitos de convergencia son objetivos de pol¨ªtica econ¨®mica en s¨ª mismos. Por cierto, que es de ley preguntar al pueblo sobre estas cosas; hay que estar legitimado para hacer las reformas necesarias (?y el texto quer¨ªa resolver el d¨¦ficit democr¨¢tico!). El argumento m¨¢s convincente cuando falta fuelle para asumir los costes pol¨ªticos de las reformas ha sido siempre el de Europa. De las consecuencias de tales recursos para el sentimiento europe¨ªsta de las sociedades habr¨ªa que hablar tal vez largo y tendido.
Pues bien, enmarquemos la propuesta n¨®rdica en nuestros objetivos, ?son relevantes las tasas de paro para las monedas? Pues s¨ª. Influyeron en las tormentas monetarias. Algunos pa¨ªses, como Dinamarca e Irlanda, tuvieron problemas por este motivo, a pesar de tener importan tes super¨¢vit comerciales. Queda, justificada, pues, la medida desde esta vertiente. Desde la segunda, la de la utilidad disciplinadora, hay problemas pr¨¢cticos importantes. Son necesarios plazos m¨¢s largos, reformas m¨¢s serias y no se puede olvidar que cuanto m¨¢s larga sea la lista de objetivos m¨¢s posibilidades de incompatibilidades habr¨¢.
Pero los problemas que de verdad han pesado en esa espantada general ante la propuesta son s¨®lo pol¨ªticos. En 1961, el primer presidente de la. Comisi¨®n, W. Hallstein, avis¨®: "No se equivoquen. Estamos haciendo pol¨ªtica, no econom¨ªa". No s¨¦ si por los mismos motivos que entonces, pero estas palabras son de rabiosa actualidad.-
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