A sangre fr¨ªa
Moreiras actu¨® con premeditaci¨®n y alevos¨ªa, y es dudoso que hubiese querido enviar a Mario Conde a la c¨¢rcel
"El problema de ra¨ªz de la pol¨ªtica en una sociedad moderna, es el control de los comportamientos profesionales".Martin Mayer, 1969
El comportamiento del juez Moreiras ha reactualizado una sensaci¨®n que ya en la crisis del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito (Banesto) y otros casos de corrupci¨®n fue evidente. Si la citada crisis fue un cap¨ªtulo importante de la historia reciente, no se debi¨® solamente a los miles de millones de pesetas gastados para cubrir el d¨¦ficit. Sobre todo se pudo constatar qu¨¦ bajo hab¨ªa ca¨ªdo en este pa¨ªs el nivel de comportamiento profesional en el terreno de la banca, la auditor¨ªa, las empresas de valoraciones, la pol¨ªtica y la prensa. La intervenci¨®n del banco por el Banco de Espa?a fue adoptada, finalmente, in extremis. Y la acci¨®n en el terreno penal, m¨¢s tarde, result¨® ser un intento de no dejar impunes delitos econ¨®micos importantes.
Pero los viejos h¨¢bitos profesionales siguen en pie, y se han encarnado, al menos durante estos d¨ªas, en el juez Moreiras, titular del juzgado n¨²mero 3 de la Audiencia Nacional. Durante todos estos meses, el juez mantuvo el procedimiento sobre tres facturas pagadas por Banesto (dos a Publitax por un total de 44,8 millones y una a Argentia Trust por 600 millones) con un objetivo mayor: solicitar para s¨ª, por acumulaci¨®n y/o conexidad, tambi¨¦n el procedimiento que instruye su colega, Manuel Garc¨ªa-Castell¨®n, el llamado caso Banesto.
Fue en el momento exacto en el que ten¨ªa que adoptar una decisi¨®n crucial, precisamente, cuando Moreiras ha perpetrado las acciones irregulares del pasado mi¨¦rcoles. Una vez hecha la calificaci¨®n por el fiscal Ignacio Gordillo, el 5 de octubre pasado, y conseguido el visado del fiscal jefe, Jos¨¦ Aranda, el martes 10, el juez ten¨ªa que hacer sus deberes: dictar el auto de apertura de juicio oral. Al dar este paso, el juez terminaba su relaci¨®n con el caso Argent¨ªa Trust-Publitax, que pasaba a la otra fase, en la que deb¨ªa se?alarse fecha para celebrar juicio oral.
La l¨®gica de Moreiras de retrasar lo m¨¢s posible el cierre de este procedimiento es coherente con sus decisiones de primeros de agosto en relaci¨®n con el caso Banesto que instruye Garc¨ªa Castell¨®n. Los abogados de Conde esperaron hasta dos d¨ªas antes de que Garc¨ªa-Castell¨®n se marchase de vacaciones, el 14 de agosto, para presentar la propuesta de nuevas diligencias, como el nombramiento de peritos, la citaci¨®n de 24 nuevos testigos, la repetici¨®n de 22 declaraciones realizadas bajo el secreto sumarial y una comisi¨®n rogatoria a Panam¨¢.
El juez titular del caso se march¨® y Moreiras, que le sustituy¨®, resolvi¨® admitir las peticiones. No hab¨ªa nada urgente. No se trataba, por ejemplo, de un asunto de prisi¨®n, por el que, dicho sea de paso, Moreiras nunca ha demostrado respeto.
No. Nadie, por ejemplo, ir¨ªa a ser citado para prestar declaraci¨®n en el mes de agosto, ni los peritos, como se demostr¨® m¨¢s tarde, abandonar¨ªan sus lugares de veraneo para presentarse en la calle de G¨¦nova. Pero Moreiras se sinti¨® al volante de lo que para ¨¦l parece ser una especie de Ferrari Testarrosa, es decir, el caso de su vida, el de Banesto, y acept¨® las peticiones de Conde, para condicionar a Garc¨ªa-Castell¨®n y retrasar la instrucci¨®n de ¨¦ste.
En los d¨ªas previos, a mediados de julio, tanto Mariano G¨®mez de Lia?o como Jes¨²s Santaella visitaron a Moreiras. Ten¨ªan todo su derecho para intentar que el juez les hiciera caso. Pero este tipo de compincheo no es irrelevante para conocer los comportamientos antiprofesionales del juez.
La repetici¨®n de las 22 comparecencias, por ejemplo, consumi¨® un mes al completo, septiembre, de la instrucci¨®n sumarial. Por el tipo de preguntas realizadas en las declaraciones no est¨¢ claro que la defensa de Conde quisiera obtener algo concreto.
En cambio, parece m¨¢s razonable la hip¨®tesis de que mientras manten¨ªan contactos con el Gobierno, durante los meses de julio y agosto, para conseguir sus exigencias a cambio de devolver los papeles del Cesid presuntamente sustra¨ªdos por el coronel Juan Perote, los abogados pensaran que era mejor ganar tiempo y volver a ensayar el derrocamiento de Garc¨ªa-Castell¨®n en el Consejo General del Poder Judicial, a primeros de noviembre.
El hecho pues, es que Moreiras movi¨® ficha en agosto. Garc¨ªa-Castell¨®n, al regresar de vacaciones, admiti¨® dos de las cuatro peticiones. Moreiras y la defensa de Conde, por tanto, sab¨ªan que el mes de septiembre estaba ganado para la causa de la dilaci¨®n y perdido para la instrucci¨®n. Y a primeros de noviembre, el CGPJ deber¨ªa decidir otra vez sobre los seis meses de Garc¨ªa-Castell¨®n.
En abril, Santaella hab¨ªa fallado la punter¨ªa en el CGPJ. Pero ahora, desde el 1 de septiembre, ¨²ltima reuni¨®n en La Moncloa, el abogado preparaba toda su artiller¨ªa -m¨¢s informaci¨®n del Cesid a filtrar- para ablandar al Gobierno y conseguir sus reivindicaciones: apartar a Garc¨ªa-Castell¨®n, relevar a los peritos del juzgado que elaboran el informe pericial, suspender la inspecci¨®n fiscal a G¨®mez de Lia?o y, finalmente, el respeto de los contratos blindados de Mario Conde y la p¨¦rdida patrimonial sufrida por la diferencia del precio de las acciones de Banesto en su poder. Es decir, los 14.000 millones.
Era necesario mantener todos los frentes abiertos. Si fallaban unos, se pod¨ªa intentar los otros. Sin duda, Moreiras y sus facturas eran otro frente. El juez y el acusado coincid¨ªan: Moreiras quer¨ªa el caso Banesto para s¨ª, y Conde le prefer¨ªa antes que seguir en manos de Garc¨ªa-Castell¨®n. La v¨ªa de Moreiras era la de mantener abierto el procedimiento, porque, una vez cerrado con el auto de apertura de juicio oral, el sue?o de la conexi¨®n o acumulaci¨®n se desvanec¨ªa.
El fiscal Gordillo termin¨® la calificaci¨®n. Cuando los abogados del ex banquero vieron que el fiscal acusaba a Conde de un delito de apropiaci¨®n indebida y de falsedad, mientras que el ex asesor Antonio Naval¨®n, sobre el cual Conde y su c¨ªrculo hicieron insinuaciones sotto voce y declaraciones en la prensa pr¨®xima, no hab¨ªa sido inculpado, decidieron su t¨¢ctica.
Se trataba de ayudar a Moreiras a resolver el caso. Los 600 millones pagados a Argentia Trust hab¨ªan sido una sugerencia de Naval¨®n. Conde ya lo hab¨ªa dicho ante el juez el 18 de octubre de 1994. Pero esta vez lo dir¨ªa un poco m¨¢s directamente.
En lugar de elaborar el auto de juicio oral, como le ped¨ªa Gordillo, el juez hizo el mi¨¦rcoles 11 un auto de prisi¨®n de Conde y otros tres implicados, entre ellos una persona ya fallecida. Orden¨® a la Polic¨ªa Judicial detener a Conde, sin consultar con nadie de la fiscal¨ªa. El ex banquero y su abogado le ofrecieron entonces su versi¨®n. Moreiras no quiso a ning¨²n testigo. Sus maquiav¨¦licos planes de pacotilla tendr¨ªa.
Se vieron. Conde le hizo algunas insinuaciones baratas sobre el posible destino pol¨ªtico de los 600 millones y que el villano era Naval¨®n. Pero aun as¨ª, Moreiras hizo el parip¨¦ ante el fiscal jefe de que segu¨ªa decidido a enviarle a la c¨¢rcel.
Moreiras, pues, actu¨® con premeditaci¨®n y alevos¨ªa, y es incluso dudoso, seg¨²n. fuentes que le han frecuentado en los ¨²ltimos d¨ªas, que hubiese querido enviar a Conde a la c¨¢rcel. Quiso, ante todo, hacer una demostraci¨®n anticondista, a la luz de su conducta reciente amistosa con los abogados der ex banquero, de bajo coste. Y encontr¨® en Aranda la tabla de salvaci¨®n. ?l, Moreiras, quer¨ªa bajar el hacha, pero la mano de Aranda lo impidi¨®. Lo ¨²nico cierto es que Aranda le aconsej¨® revisar la prisi¨®n. Si ¨¦l hubiese querido se habr¨ªa mantenido en sus trece.
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