La sonrisa de un hombre de empresa
CIemente vive hoy su mejor momento como seleccionador: ha fabricado un equipo solvente
Ya no se pone de puntillas sobre el borde de la acera y ladea por igual la cabeza a la izquierda y a la derecha antes de afrontar un paso de cebra como un ciudadano cualquiera. Antes, los coches generalmente no paraban. Hoy, en cambio, frenan y le saludan con un toque de claxon: "Dales cera, Clemente". "Ahora, sobre todo, se respeta a la selecci¨®n", interviene cuando se le advierte de su ascendente. "A m¨ª, por contra, diga lo que diga, siempre habr¨¢ quien me ponga a parir". "Estoy seguro de' que alguno, si pudiera, acelerar¨ªa a mi paso, para ver si me engancha". "Bueno", matiza, "quiza no hay para tanto". "Clemente", interviene un miembro de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, "siempre fue, por encima de todo, un hombre de empresa".?Y qu¨¦ quiere decir ser un hombre de empresa? "Es aquel que antepone los intereses del colectivo a los personales", responde uno de los portavoces autorizados del Barcelona, que pasa por ser el club mejor gestionado del pa¨ªs y cuyo presidente, Josep Llu¨ªs N¨²?ez, siempre suspir¨® por contar con un jefe de personal del talante de Clemente, un t¨¦cnico que cobra una ficha parecida a la del segundo azulgrana, Carles Rexach.
"Hay un ejemplo flustrativo", a?ade el mismo directivo azulgrana. "Es el caso de Johan Cruyff, un entrenador de conceptos opuestos a Clemente, y el de N¨²nez. Podr¨ªa decirse que, cuando ambos discrepan, el socio est¨¢, por norma general, al lado de N¨²?ez porque es el presidente, mientras el aficionado suspira por Cruyff porque no tiene intereses econ¨®micos en el club y se gu¨ªa exclusivamente por criterios futbol¨ªsticos. El t¨¦cnico holand¨¦s ha seducido a mucha gente que no era del Barca y, en cambio, ha Planteado pulsos dif¨ªciles con el presidente de su propio club. Es lo contrario a un hombre de empresa. A Nu?ez le gusta Clemente porque, en calidad de presidente de un club, le permite hablar de f¨²tbol y de futbolistas". Cruyff se lo tiene terminantemente prohibido.
Cruyff y Clemente, sin embargo, tardaron un tiempo parecido en ganarse el cr¨¦dito de la hinchada. El seleccionador vive su mejor momento. El espa?ol es hoy un equipo solvente y fiable de acuerdo a los n¨²meros (es la segunda selecci¨®n en la. clasificaci¨®n de la FIFA, por detr¨¢s de Brasil) y las letras. Ha acabado el seleccionador con aquellas noches heroicas de Sevilla en que se necesitaban casi tantos minutos como goles para clasificarse. Tiene el grupo espa?ol un sentido del juego colectivo, un estilo y una forma de vida. Hay, por encima del criterio del futbolista, un m¨¦todo a respetar por el grupo. Un programa de empresa. Otra historia es que guste.
Clemente, al fin y al cabo, no ha, enga?ado a nadie. El d¨ªa en que debut¨® como seleccionador, el 9 d? septiembre de 1992, ya dijo: "Quiero que Espa?a sea una selecci¨®n consistente, compacta, que no tenga altibajos, ni de brillantez ni tampoco de rid¨ªculo, una selecci¨®n homog¨¦nea, as¨ª que mi primer objetivo es no tener que esperar a cada partido a ver si los jugadores tienen un buen o un mal d¨ªa". El proyecto es hoy una realidad tras muchas vicisitudes.
Acusado primero de intrusismo por aceptar el cargo mientras Vicente Miera comandaba la selecci¨®n ol¨ªmpica, Clemente comenz¨® a imponerse m¨¢s en las listas de convocados que en el campo. Prescindi¨® de la Quinta del Buitre como colectivo, pero arm¨® un primer equipo sensible al juego, con jugadores como Mart¨ªn V¨¢zquez, Amor o Michel. Luego impuso la defensa de cinco, y al equipo le llamaban el gafas, porque no sal¨ªa del 0-0. M¨¢s tarde invent¨® el 3-3-3-11 la llamada f¨®rmula de Dubl¨ªn, que no le sirvi¨® para ganar a Corea. Y regres¨® posteriormente al 4-4-2 o, a veces, 4-4-1 -1. La fase es el juego de los pivotes que se mueven entre la defensa y la delantera y las dobles parejas que operan por banda. Clemente quiere, como premisa, que su equipo no sea vulnerable, y aboga por un f¨²tbol de ritmo, agresividad y velocidad.
Hay un concepto y un sistema de juego v¨¢lido para todo el a?o, y tambi¨¦n un toque en cada encuentro. Le gusta a Clemente vivir partido a partido y dejar su sello. Los marcajes de Alkorta a Moller en el Mundial 94 o a Michael Laudrup en Copenhague ilustran su inter¨¦s por destripar al rival. Tiene un recambio pr¨¢cticamente para cada futbolista seleccionable. S¨®lo Zubizarreta, Nadal, Hierro y Alkorta parecen estar por encima del bien y del mal.
Para estar en la selecci¨®n es condici¨®n indispensable ser an¨®nimo y solidario. Le aterroriza a Clemente la posibilidad de que se cuele en el grupo un intruso muy capaz de dinamitar la convivencia por su actitud. El jugador que llega a la selecci¨®n se libera de sus frustraciones a nivel del club, porque Clemente asume toda la presi¨®n. Es un escudo. Los jugadores se muestran encantados. Clemente, al rev¨¦s que muchos entrenadores, no marca una distancia con el vestuario. Es frecuente verle en las concentraciones participar como uno m¨¢s en una partida de mus o domin¨® con sus chicos. Adem¨¢s, tampoco impone un manual disciplinario. Cuando alguno llega tarde a una comida basta como reprimenda el cachondeo general. Un gesto m¨¢s de un hombre de empresa. Y hoy las cuentas de la empresa arrojan un saldo positivo.
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