Una mordaza a la Iibertad
El tab¨² de las tribus primitivas, la moral victoriana de la Inglaterra decimon¨®nica y la actual jerga americana de lo pol¨ªticamente correcto son intentos de amordazar la libertad de pensamiento y expresi¨®n de los individuos no tanto por la fuerza de la ley o de las armas, sino por la presi¨®n social. Esta presi¨®n se ejerce proclamando un supuesto consenso de la comunidad, en el , que casi todos hip¨®critamente participamos de boquilla, no por convicci¨®n sino por miedo a las dificultades que podr¨ªa causarnos el manifestar nuestro disenso. Hasta los m¨¢s veraces mienten sin pudor cuando se trata de impuestos o de sexo. For the record, todos son partidarios de la fidelidad -conyugal y del pago puntual de cuantos impuestos el fisco tenga a bien imponerles, es decir, todos son pol¨ªticamente correctos. En realidad, los ¨²nicos contribuyentes que se dejan exprimir a tope por el Estado son los que no tienen manera de evitarlo. Todos le pedimos al fontanero que nos haga la factura sin IVA. Y en cuanto tenemos ¨¦xito cantando o haciendo deporte, trasladamos nuestro domicilio fiscal a M¨®naco o Andorra, como hacen los ¨ªdolos populares. Y hacen bien haci¨¦ndolo, desde luego, pero tambi¨¦n hacen bien no hablando de ello. La fidelidad no se pone en duda, por miedo a la reacci¨®n de la pareja y de los vecinos. El entusiasmo tributario tampoco se pone en duda, por miedo a despertar la venganza de la inspecci¨®n de Hacienda. En Catalu?a al menos la mitad de la poblaci¨®n encuentra intolerable la p¨®l¨ªtica ling¨¹¨ªstica oficial, pero aunque casi todos lo comentan en privado, casi nadie se atreve a decirlo en p¨²blico, por miedo a las consecuencias. La imagen p¨²blica de la realidad social est¨¢ sistem¨¢ticamente deformada por un consenso hip¨®crita de mentiras pol¨ªticamente correctas.Casi todos los seres humanos estamos programados gen¨¦ticamente para que nos gusten y nos exciten los cuerpos humanos hermosos. Hay que estar carcomido de prejuicios y complejos para encontrar algo ofensivo en la gloria de nuestro cuerpo. Ya s¨¦ que el no est¨¢ tan bien musculado como el del atleta que anuncia calzoncillos, pero tampoco mi voz es tan buena como la de Pl¨¢cido Domingo, y no me ofende que cante en p¨²blico. Sin embargo, en muchos pa¨ªses, desde EE UU (donde el desnudo est¨¢ prohibido en la TV, en la playa e incluso en el laboratorio fotogr¨¢fico) hasta la Arabia sun¨ª y el Ir¨¢n shi¨ª (donde los guardianes de la revoluci¨®n isl¨¢mic¨¢ arrojan ¨¢cido a la cara o la piel de las mujeres que no se tapan), se cree que el cuerpo humano es tab¨². La g¨®tica est¨¦tica monjil rechaza la curva en nombre de la recta. Por eso se escandaliza ante las insinuantes curvas del cuerpo humano, que no son rectas, ni correctas. La gazmo?er¨ªa carece de argumentos, pero es rica en vestiduras, que no se cansa de rasgar. Los mojigatos florentinos que se escandalizaban ante el David desnudo de Miguel ?ngel acabaron por imponer la siniestra dictadura de Savonarola y por quemar en la hoguera las obras de arte pol¨ªticamente incorrectas. Las feministas de nuestro siglo han hecho una contribuci¨®n enorme a la libertad humana, pero en su amplio movimiento tambi¨¦n hay monjas infiltradas (y no me refiero a las de los conventos). Incluso la ministra Cristina Alberdi (admirable en otros aspectos) piensa que disfrazarse de monja una vez al a?o no hace da?o, y de vez en cuando parte en cruzada contra alg¨²n anuncio en el que se ve o se adivina un hermoso y rotundo culo femenino, hasta obligar a retirarlo, actuando al margen de la ley, como hizo hace un par de a?os con un anuncio de la Seat y m¨¢s recientemente con otro de trajes de sevillana, mejor que los cuales s¨®lo tentaba el cuerpo serrano en pelotas (lo cual era gracioso, pero no original, pues esa idea ya hab¨ªa sido usada por Calvin Klein).
La ministra (mitad monja, mitad goldada) no pod¨ªa prohibir los anuncios, pero los acobardados anunciantes los retiraron r¨¢pida y "voluntariamente", para no meterse en l¨ªos. As¨ª se impone lo pol¨ªticamente correcto. En EE UU tambi¨¦n las relaciones raciales caen bajo ese tab¨². Si dos estudiantes compiten por el ingreso en una universidad, y se admite injustamente al que ha obtenido el peor resultado en la prueba de acceso, ello s¨®lo es criticable si el admitido, es blanco. Si es negro, ser¨ªa pol¨ªticamente incorrecto protestar. Esto ha llevado al sistema de cuotas, seg¨²n el cual los individuos no son juzgados por sus m¨¦ritos, sino por la correcci¨®n pol¨ªtica del grupo al que pertenecen. Ese sistema es tan absurdo que, encuanto se ha permitido discutirlo, hasta los propios negros con sentido com¨²n lo han rechazado, y est¨¢ siendo desmantelado.
Que cada uno tenga la audacia de pensar por su cuenta y el coraje de decir lo que piensa sin tapujos: he ah¨ª la base de una democracia vigorosa y de una vida plena y creativa. Cuantas m¨¢s opiniones her¨¦ticas, chocantes y contran¨ªas al presunto consenso se expresen, tanto m¨¢s rica y pluralista ser¨¢ nuestra sociedad, y tanto m¨¢s fecunda o iluminadora ser¨¢ la discusi¨®n. Ello re quiere tomarse en serio la libertad de expresi¨®n, y tomarse a cachondeo el rollo ese de la correcci¨®n pol¨ªtica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.