Doce meses la sombra
La sombra de los helic¨®pteros Agusta ha acompa?ado casi sin pausa a Willy Claes desde febrero, apenas cinco meses despu¨¦s de acceder a la secretar¨ªa general de la OTAN, que ha dirigido un a?o. Su efecto m¨¢s destructivo ha sido pol¨ªtico y de imagen. En varias ocasiones el locuaz secretario general opt¨® por el mutis, a fin de evitar a la prensa. El caso m¨¢s grave se produjo el 27 de febrero, cuando se escabull¨® de la comparecencia conjunta prevista con el vicepresidente norteamericano, de visita en Bruselas.Claes, europe¨ªsta militante antes, que atlantista, aguant¨® el v¨ªa crucis sobre todo gracias al apoyo de Washington. Ayer le devolvi¨® el favor: "Esta Europa es incapaz de actuar por s¨ª sola, como se ha demostrado en Bosnia", porque carece de una pol¨ªtica exterior ¨²nica, y mientras no la ponga en pie, "olv¨ªdense de la pol¨ªtica de defensa", dijo. Pero aguant¨®, sobre todo, por su voluntad de hierro y su monumental capacidad de trabajo, virtudes forjadoras del pol¨ªtico belga que m¨¢s joven triunf¨®. Fue ministro a los 34 a?os. Claes es director de orquesta a ratos libres, pero naci¨® hijo de minero.
Estas capacidades han permitido que aun bajo la sombra de Agusta la Alianza Atl¨¢ntica haya vivido bajo su mandato una ¨¦poca decisiva. Culpable o inocente, lo dir¨¢n los jueces. Pero como lo cort¨¦s no quita lo valiente, el pol¨ªtico flamenco -por su origen nacional y por su peculiar modo de expresarse- tendr¨¢ seguramente un buen hueco en los anales de la OTAN.
Encontr¨® a la Alianza en el sal¨®n de pasos perdidos de la historia. Desaparecido el enemigo sovi¨¦tico y fallecida vegetativamente la guerra fr¨ªa, apenas hallaba sentido a su propia existencia. Atisb¨® su futuro, en el oto?o de 1993, en Travem¨¹nde, Alemania, donde el entonces secretario de Defensa norteamericario, Lee Aspin-, propugn¨® nuevas misiones de mantenimiento de la paz y la creaci¨®n de la Asociaci¨®n por la Paz (APP). Era una f¨®rmula para asociar a los viejos rivales del Este en una arquitectura europea de seguridad, y una antesala para la ampliaci¨®n' de la propia Alianza. Pero su enfermo secretario general, Manfred W?rner, apenas tuvo tiempo de poner el hilo en la aguja.
Bajo el mandato de Claes, la APP funciona a tope. Tiene ya 26 socios, con quienes los 16 comparten informaci¨®n y maniobras. Y la perspectiva de ampliaci¨®n de la OTAN al Este -garant¨ªa de estabilidad en Europa- es algo m¨¢s que ret¨®rica. Incluso quienes, como los polacos, tienen m¨¢s prisa por adherirse y m¨¢s se quejan de las trabas del Kremlin a este deseo, se dicen satisfechos por el dise?o -a¨²n incompleto- de la estrategia de ampliaci¨®n la estrategia de ampliaci¨®n.
Pero la preparaci¨®n de esta ampliaci¨®n, que tanto irrita a Rusia -por el reflejo nacionalista que provoca contemplar c¨®mo el viejo enemigo se acerca a la propia frontera, lo que ratificar¨¢ su p¨¦rdida de influencia sobre los antiguos, sat¨¦lites-, se ha hecho en su primera fase sin romper con Mosc¨². Claes, y no s¨®lo ¨¦l, ha tenido rifirrafes con Andr¨¦i K¨®zirev, el ministro ruso de Exteriores. Pero m¨¢s bien para la galer¨ªa. Se ha empe?ado en aplicarle dosis de convencimiento y parches de lealtad y transparencia.
Adem¨¢s de foguear la APP y de recomponer las relaciones con Rusia, lo m¨¢s notable del mandato ha sido el papel de la OTAN en Bosnia. Ayer recordaba el efecto pavimentador de la paz que tuvieron los bombardeos del verano. Feroz cr¨ªtico de la doble llave -el acuerdo previo ONU-OTAN ante cada acci¨®n-, contribuy¨® a eliminarla y a acompa?ar la rotundidad pol¨ªtica norteamericana que engendr¨® el arimisticio. Su creciente atlantismo sirvi¨® para convencer a Washington de que evitara errores como la retirada unilateral del embargo de armas a Sarajevo, que hubiera echado le?a al fue go b¨¦lico y obligado a retirar a los cascos azules. Contribuy¨® as¨ª a salvar las relaciones Europa-EE UU.
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