El secreto de Bill Clinton
Ya no se presta atenci¨®n a lo que dice Bill Clinton. Habla demasiado. Viaja y habla. Uno se pregunta cu¨¢ndo gobierna. ?Est¨¢ preparando la reelecci¨®n? S¨ª, pero se comporta m¨¢s como un aspirante que como un defensor del cargo. ?Alguien se ha dado cuenta? Tiene el aspecto f¨ªsico de un diputado de oposici¨®n. De un eterno y joven pretendiente. No se presta atenici¨®n a lo que dice Bill Clinton, pero sobre el terreno, en Estados Unidos, he podido ver y o¨ªr que comete uno un error al no hacerlo.Este joven no dice cosas a tontas y a locas. Antes de llegar lo que hay de interesante en lo que dice, he aqu¨ª unas l¨ªneas sobre la impresi¨®n que me ha causado. Tiene la implantaci¨®n cap?lar del cineasta Alain Resnais, a nariz y la boca del actor c¨®mico W. C. Fields y la voz de otro actor, Mickey Rooney. Es cierto que con una gorra y un chaquet¨®n marinero se le podr¨ªa tomar por el m¨¦dico de a bordo en un crucero de placer. Tiene una mirada t¨ªmidamente seductora y amablemente maravillada. Cu¨¢ndo habla, provoca un sentimiento de protecci¨®n, igual que suced¨ªa con J. F. Kennedy. Uno no cree que pueda ser protegido por ¨¦l, como podia serlo por Johnson o Bush. Dan ganas de protegerle.
?No es precisamente eso lo que necesita una sociedad en crisis? Efectivamente. Sobre todo, porque mientras que a los Kennedy se les atribu¨ªa el poder de una gran familia, a Clinton s¨®lo se le conceden los m¨¦ritos le un hombre que se ha hecho a s¨ª mismo. Adem¨¢s, si Kennedy tra¨ªa a los intelectuales, Clinton los solicita. Los artistas y los pensadores buscaban la compa?¨ªa de los Kennedy. Son los Clinton, en cambio, los que buscan la compa?¨ªa de artistas pensadores. Los enemigos del actual presidente, y son numerosos entre los intelectuales que le votaron, a?aden que mientras Kennedy ten¨ªa convicciones, Clinton s¨®lo tiene ideas. Las primeras no cambian seg¨²n los sondeos; las segundas, s¨ª.
Una vez establecido todo esto, vuelvo a mi primera observaci¨®n: Clinton no dice cosas a tontas y a locas. Hace unos d¨ªas e escuch¨¦ pronunciar un discurso sobre el aislacionismo que no interes¨® a nadie y que, sin embargo, era de la mayor importancia. Creo que es la primera vez que un presidente de la superpotencia norteamericana declara con fuerza que el sempiterno debate sobre el intervencionismo y el aislacionismo se ha vuelto completamente arcaico. "La frontera entre pol¨ªtica interna y pol¨ªtica exterior es artificial", proclam¨® ante un p¨²blico de burgueses que celebraban un banquete en torno a peque?as mesas. "Ya no se puede pensar que lo que hacemos, en Arkansas, Ohio o Indiana no repercute en Roma o Singapur, en Madrid o Hong Kong, en Par¨ªs o en Mosc¨²". Clinton a?adi¨® que el mundo se dirig¨ªa a la vez hacia una "mundializaci¨®n econ¨®mica y una fragmentaci¨®n pol¨ªtica", y que la pol¨ªtica, tanto interna como exterior, consist¨ªa ahora en defender la mundializaci¨®n de los intercambios y suprimir los conflictos locales. En resumen, en un discurso riguroso, estructurado, afortunado en su formulaci¨®n y justo en su pensamiento, Bill Clinton puso punto final a un debate que, en Estados Unidos, enfrenta desde hace un siglo a republicanos y dem¨®cratas. Aunque he dicho antes que nadie le prest¨® atenci¨®n, el senador Dole, a pesar de no ser una lumbrera, se vio obligado a saludar el acontecimiento y a unirse al presidente: "La soledad norteamericana ya no es posible. El Papa no tiene necesidad de invitarnos a no cerrar las fronteras. Nos lo prohibe la l¨®gica econ¨®mica y tecnol¨®gica".
A pesar de su injusta impopularidad y sus defectos reales, si hoy hubiera elecciones, Clinton ser¨ªa sin duda reelegido. Despu¨¦s del veredicto de absoluci¨®n del campe¨®n O. J. Simpson, el acusado m¨¢s famoso del proceso m¨¢s famoso del siglo, se cree que el general negro Colin Powell ya no podr¨¢ presentarse. Por tanto, es Newt Gingrich el rival m¨¢s peligroso de Clinton. Pero las divisiones de los republicanos y su imprudencia al presentar un programa demasiado reaccionario en cuestiones de protecci¨®n m¨¦dica dejan muchas oportunidades a Clinton.
El presidente de Estados Unidos ha llevado a cabo una pol¨ªtica exterior audaz. En Ha?t¨ª, Oriente Pr¨®ximo y Bosnia, ha unido las promesas y las amenazas para obtener resultados espectaculares, im¨¢genes televisadas de apretones de manos y fotos de familia. Pero su sue?o de pasar la Navidad en Jerusal¨¦n y el d¨ªa de A?o Nuevo en Sarajevo puede encontrarse con obst¨¢culos y convulsiones. La gran cuesti¨®n es, por supuesto, Bosnia. Bill Clinton est¨¢ seguro de que, si hubiera, continuado siguiendo, la l¨®gica de su pol¨ªtica original, se habr¨ªa visto empujado a enviar 30.000 soldados estadounidenses para ayudar a la evacuaci¨®n de las fuerzas de Naciones Unidas, uniendo as¨ª el riesgo al deshonor. En ese caso, su reelecci¨®n habr¨ªa estado descartada casi con toda seguridad. En Bosnia, Clinton no ha buscado tanto el ¨¦xito duradero como el evitar una derrota inmediata.
Por ¨²ltimo, est¨¢ la sociedad estadounidense que el caso Simpson ha puesto de manifiesto. La retransmisi¨®n televisada del proceso, igual que las manifestaciones de j¨²bilo de los negros y de tristeza de los blancos tras el veredicto, han hecho comprender a todos los estadounidenses en sus hogares que la divisi¨®n racial era tr¨¢gica y que, al contrario de lo que pensaban los liberales, la evoluci¨®n no tend¨ªa hacia una paz racial.
Los que m¨¢s se alarman por ello son los liberales, los militantes blancos a favor de los derechos civiles, los cruzados de la integraci¨®n. Los expertos del Carnegie Institute lo ve¨ªan venir desde hace tiempo. Sobre todo desde que Reagan, cort¨® todos los cr¨¦ditos de asistencia a los pobres, es decir, principalmente a los negros. Los soci¨®logos (en un a?o ha habido una cuarentena que han publicado libros sobre "raza y poder", "blancos y negros", "activismo y racismo", etc¨¦tera) observan tambi¨¦n -lo que ahonda la desesperaci¨®n negra y ayuda a comprenderla- que la criminalidad hace estragos sobre todo entre los pobres, y por tanto entre los negros, y que sus v¨ªctimas son sobre todo pobres, y por tanto negros. En otras palabras, toda una sociedad marginal, enemiga de s¨ª misma, se hunde bajo sus propios golpes. Los liberales blancos son los que m¨¢s desgraciados se sienten, porque creyeron que estaban viendo despuntar el alba de la comprensi¨®n racial. Creyeron (en Estados Unidos todo es religioso), que la sociedad blanca hab¨ªa expiado por fin sus faltas y que de hecho hab¨ªa sido perdonado el pecado de la esclavitud y posteriormente del racismo y la segregaci¨®n.
Estos liberales no se equivo-
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El secreto de Bill Clinton
Viene de la p¨¢gina anteriorcaban al alimentar una cierta esperanza. Es cierto que existe una aut¨¦ntica burgues¨ªa negr y un aut¨¦ntico poder negro. Una aut¨¦ntica presencia y afirmaci¨®n de los negros en la universidad, el comercio, los negocios y la Administraci¨®n. Ha pasado el tiempo en que los negros s¨®lo pod¨ªan lograr ser aceptados mediante el jazz o el deporte. Existe una ¨¦lite de grandes universitarios o intelectuales una prensa. Sobre todo existe -y es lo unico que aparta a un profesor como Arthur Schlesinger de un pesimismo apocal¨ªptico que afirmaba todav¨ªa ayer- un n¨²mero cada vez mayor de matrimonios mixtos. Los j¨®venes son menos racistas que sus mayores. Han nacido y crecen en un mundo que ha cambiado y donde los negros tienen derecho de ciudadan¨ªa, forman parte del paisaje de los iguales, y ya no est¨¢n recluidos, en los guetos, el Servicio dom¨¦stico o el papel de ama de cr¨ªa sudista.
Sin embargo, los negros constituyen la gran mayor¨ªa de los que, en Estados Unidos, viven por debajo del umbral de pobreza. La droga, la delincuencia, la disoluci¨®n familiar se abaten sobre los j¨®venes parados negros que pueblan las prisiones. Y los activistas blancos despiertan un radicalismo negro que se afirma por doquier.
Ante todos estos problemas, es err¨®neo pensar, como yo mismo hice, que Bill Clinton carezca de lucidez o de visi¨®n. Este hombre decididamente extra?o conoce las cuestiones a fondo y, al an¨¢lisis anterior, Clinton ser¨ªa capaz de a?adir sus preocupaciones sobre la situaci¨®n de sus vecinos mexicanos y canadienses, sobre la proliferaci¨®n nuclear entre Ir¨¢n y China, sobre el tr¨¢fico de armas en todos los Estados de la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica, etc¨¦tera. Pero este hombre l¨²cido es una especie de Hamlet moderno. Encarna los problemas con un f¨ªsico atractivo. Pero no encarna soluciones con una voluntad f¨¦rrea.
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