Nunca es tarde para ver un dios
La venida a Madrid del ya m¨ªtico bailar¨ªn ruso-norteamericano, de 47 a?os, Mijail Nikolaievich Barishnikov ha provocado una danza de buitres alrededor del artista. Los gacetilleros han aireado, refritando la peor prensa amarilla de Hollywood, sus romances y tragedias, hasta sus fracasos que incluyen, incluso, el intentar rehabilitar a una bailarina drogadicta, y en realidad se ha hablado e informado bastante poco de su danza perfecta Peligrosamente el mal gust¨®-casi se impone al arte, y la falta de previsi¨®n del festival que se anota el tanto ni siquiera le ha dado la ¨²nica alfombra de lata que le pod¨ªa ofrecer Madrid: el Teatro de la Zarzuela, nuestra magna casa de la ¨®pera provisional de siempre. Pero el Alb¨¦niz de la calle de la Paz es un teatro c¨¢lido con la calidad, con su buen p¨²blico fiel de modo que el dios de Riga tendr¨¢ de antemano su merecido ba?o de bravos, baile lo que baile.
Ahora,Misha nos visita algo m¨¢s cansino que cansado, pero dan do en la distancia de Ias estrellas verdaderas un ejemplo de profesionalidad y de amor elevado por la danza. Hay que luchar por verlo -incluso m¨¢s de una vez, Por lo que pueda pasar y retener sus gestos y sus pasos, su respiraci¨®n y su p¨¢lpito deseado, noble. Mija¨ªl Barishnikov dar¨¢, previsiblernente, al ballet¨®mano mesetano una lecci¨®n magistral a la vez que discreta. No sue?e el entusiasta con que ver¨¢ acrobacias, sino m¨¢s bien el riesgo moral de la experimentaci¨®n. Un bailar¨ªn es honesto siempre que sepa que no miente- cuando mueve alguno de sus miembros, y Barishnikov cuando quiere se emplea a fondo para dejar satisfechos a los m¨¢s exigentes y so?adores paladares. Nunca es tarde para ver un dios, y menos ahora en que parece que tal categor¨ªa o clasificaci¨®n se aleja definitivamente de los escenarios en todas partes.
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