Evitar la estafa electoral
Cuando los socialistas llegaron al Gobierno en 1982 lo hicieron en las siguientes circunstancias: frontal disparidad entre el programa electoral y el efectivamente aplicado por Miguel Boyer y su equipo; influencia decisiva del fracaso obtenido por el primer proyecto de Fran?ois Mitterrand en Francia, basado en la expansi¨®n de la demanda y en la pol¨ªtica de nacionalidades; autonom¨ªa total del Gobierno respecto al partido, bajo el liderazgo indiscutible de Felipe Gonz¨¢lez.En aquel momento -mayor¨ªa absoluta del PSOE, descomposici¨®n de UCD, salida firme del trauma del golpe de Estado del 23-F- los ciudadanos no pasaron factura alguna a la estafa que supuso ganar los comicios bajo unas premisas concretas y actuar inmediatamente con una pol¨ªtica econ¨®mica diferente.
Quiz¨¢ la sensibilidad social ante este tipo de contorsiones era distinta; mi opini¨®n es que, trece a?os despu¨¦s, esta forma de ver las cosas ha cambiado y que las promesas olvidadas se pagan con una gran impopularidad. La demostraci¨®n est¨¢ en lo ocurrido en Francia, donde el abandono de las propuestas electorales de Jacques Chirac y la puesta en pr¨¢ctica de un programa econ¨®mico alternativo (con cambio de Gobierno incluido) ha gustado a los mercados financieros, pero la falta de coherencia ha escandalizado a muchas personas.
Es por esto por lo que el vuelco dado por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en las jornadas organizadas por The Economist representa un rasgo de realismo. Algunos de los asistentes han resaltado la distancia existente entre su intervenci¨®n en las pen¨²ltimas jornadas (como l¨ªder de un partido de oposici¨®n alejado del poder) y la de la pasada semana (como alternativa, a las puertas de La Moncloa). De lo explicado por Aznar se desprenden algunas pistas interesantes:
- La prioridad del PP, como la de los socialistas, reside en la presencia de Espa?a en la tercera fase de la uni¨®n econ¨®mica y monetaria en el pelot¨®n de cabeza. Se archivan las reiteradas declaraciones de Aznar de que la avanzadilla de su programa era la lucha contra el paro y en segundo lugar la cultura.
- El acercamiento de estas tesis a las de otros dirigentes conservadores europeos como el democristiano Helmut Kohl o el neogaullista Chirac, y, como consecuencia, el abandono de posturas como las de Margaret Thatcher (recu¨¦rdense sus recientes declaraciones en Madrid) o de su ep¨ªgono John Major. Es curioso que Aznar, que se define como liberal y no como democristiano, haya adoptado las posiciones europeas de estos ¨²ltimos. Es l¨ªcito preguntarse qu¨¦ influencia ha tenido en esta conversi¨®n la reuni¨®n en Madrid de los dirigentes del Partido Popular Europeo.
- La insistencia del PP en crear una Oficina del Gasto, vinculada a la presidencia del Gobierno, recuerda la experiencia del poderoso David Stockman en la primera fase del mandato de Ronald Reagan en Estados Unidos. Demuestra la preocupaci¨®n de Aznar sobre la evoluci¨®n del gasto p¨²blico, y dejar¨ªa reducida la significaci¨®n del ministro de Econom¨ªa a la categor¨ªa de un secretario de Estado o de un subsecretario.
La parte m¨¢s endeble del nuevo discurso de Aznar -aprovechada con habilidad por Solbes en las jornadas de The Economist- est¨¢ todav¨ªa en el cap¨ªtulo de los ingresos. Habitualmente, la izquierda no ha sabido vender el coste del Estado del bienestar y ha rehuido el debate pol¨ªtico sobre los impuestos. En cambio, la derecha, que sabe de esta debilidad, propende a hablar de tasas, grav¨¢menes y de d¨¦ficit p¨²blico como centro de la agenda pol¨ªtica. La rebaja de los impuestos y la reforma fiscal se han convertido en la bandera electoral del PP. Que no defraude.
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