Pueblos elegidos
El terrorista jud¨ªo Yigal Amir se equivoc¨® escogiendo a Isaac Rabin en lugar de Sim¨®n Peres como su v¨ªctima, cuando tuvo a ambos l¨ªderes al alcance de su arma y prefiri¨® asesinar al primer ministro en lugar del ministro de Relaciones Exteriores de Israel. Porque, si en un principio la autoridad moral y el prestigio militar de Rabin, antiguo halc¨®n y h¨¦roe de la independencia y de todas las guerras libradas por el pa¨ªs en su casi medio siglo de existencia, fueron indispensables para que una mayor¨ªa de israel¨ªes aceptara la negociaci¨®n con la OLP y el principio de cambiar 'tierras por paz' con los palestinos, ahora, con el acuerdo ya en marcha, el hombre clave para su ¨¦xito del lado israel¨ª no es Rabin sino Peres. ?l concibi¨® la audaz idea, supo contagi¨¢rsela a aqu¨¦l, llev¨® a cabo el di¨¢logo secreto de Oslo y ha presionado y obrado todo este tiempo con maestr¨ªa, convicci¨®n y terquedad perruna para que el hist¨®rico acuerdo -que parec¨ªa hasta hace poco una quimera- se haga realidad.De modo que, acaso, los tiros del apacible estudiante de Derecho de la Universidad religiosa de Bar ll¨¢n que segaron la vida del estadista israel¨ª terminen prestando un (monstruoso) servicio a la causa por la cual ser¨¢ ahora recordado Rabin, m¨¢s que por sus proezas en el Palmach, cuerpo de ¨¦lite de la Haganah, Ej¨¦rcito israel¨ª, o sus dotes de estratega cuando era jefe de estado mayor en la guerra de los seis d¨ªas: la paz de Israel con el pueblo palestino.
Nada de eso se puede dar por descontado, desde luego. Al mismo tiempo que, en estos a?os revueltos, descubr¨ªamos que la historia no est¨¢ escrita ni sigue siempre pautas l¨®gicas, que no hay leyes fatidicas que determinen los acontecimientos sociales y que por lo tanto el individuo puede des¨¦mpen-ar un papel protag¨®nico en el desenvolvimiento de una ¨¦poca, un pueblo o una naci¨®n, tenemos que rendimos tambi¨¦n a la sobrecogedora conclusi¨®n de que, si es as¨ª, el terror, m¨¦todo hist¨¦rico de fan¨¢ticos, desesperados o enloquecidos, puede tener consecuencias catacl¨ªsmicas y provocar trastornos profundos en la vida de vastas colectividades. El ejemplo m¨¢s obvio se halla en ese ombligo del mundo que es el Medio Oriente. All¨ª, la paz depende todav¨ªa, en gran medida, de dos hombres -Yasir Arafat y Sim¨®n Peres- que han apostado por ella y hacen esfuerzos sobrehumanos para apuntalarla. Si uno de ellos o los dos caen abatidos por los terroristas es de temer que los acuerdos en v¨ªas de materializaci¨®n se paralicen y retornen la intifada y la guerra -larvada o expl¨ªcita- en que palestinos e israel¨ªes han vivido desde hace cuarenta y siete a?os.
No tuve la menor simpat¨ªa por Yasir Arafat cuando ped¨ªa la destrucci¨®n de Israel y amparaba el terrorismo, pero ahora la tengo, pues no hay duda de que, al cabo de tanta sangre y sufrimiento, como el propio Isaac Rabin en los ¨²ltimos a?os de su vida, ha llegado a aceptar la evidencia: que la ¨²nica manera de parar la hemorragia atroz de vidas y energ¨ªa consiste en que jud¨ªos y palestinos acepten compartir la tierra que ambos consideran suya y renuncien a imponer sus tesis por la fuerza. As¨ª ha aparecido ante los ojos del mundo algo que ha servido mucho m¨¢s alas legitimas reivindicaciones del pueblo palestino que cuatro d¨¦cadas de acciones violentas: una fuerza moderada y pragm¨¢tica, tal vez mayoritaria (esto s¨®lo se sabr¨¢ cuando se celebren elecciones) dispuesta a reconocer el derecho a la existencia del Estado de Israel y a hacer concesiones razonables a fin de alcanzar un modus vivendi con ¨¦ste. Semejante evoluci¨®n no hubiera sido posible sin el coraje y el empe?o con que trabaj¨® por ella Arafat y, por eso, ¨¦ste se halla ahora enfrentado a los sectores m¨¢s radicales del movimiento palestino, como Ham¨¢s o la Yihad Isl¨¢mica, que lo odian tanto como odiaban a Rabin (y odian a Sim¨®n Peres) los disc¨ªpulos israel¨ªes de Meir Kahane, el rabino asesinado en Nueva York en 1990, fundador de la Liga de Defensa Jud¨ªa y cuyas ideas incendiarias a favor del Gran Israel y de la acci¨®n violenta contra los ¨¢rabes alimentaron al grupo extremista Eyal, al que pertenec¨ªa Ygal Amir, el asesino de Rabin.
Al mismo tiempo que descubr¨ªa la existencia de una fuerza moderada entre los palestinos, la opini¨®n p¨²blica occidental se enteraba de que, entre los israel¨ªes, pululan tambi¨¦n grup¨²sculos intolerantes, ciegos a todo argumento racional, y dispuestos a justificar los peores cr¨ªmenes en el nombre de Dios. Pero, hasta ahora, estos fan¨¢ticos s¨®lo se manchaban las manos con sangre de ¨¢rabes, como el colono Baruch Goldstein, otro disc¨ªpulo de Kahane, que el a?o pasado, convertido en una bater¨ªa artillera ambulante, entr¨® a una mezquita de Hebr¨®n a la hora de la plegaria y ametrall¨® a los musulmanes all¨ª reunidos, dejando un saldo de 29 muertos y 125 heridos. A sus compatriotas moderados -o palomas- se limitaban con insultarlos o, como ven¨ªan haciendo con Rabin y Peres, a difamarlos present¨¢ndolos en carteles vestidos con uniforrnes nazis o tocados con la koffiyah palestina.
Isaac Rabin no es s¨®lo el primer mandatario israel¨ª asesinado; es, tambi¨¦n, el primer dirigente pol¨ªtico del Estado jud¨ªo asesinado por un jud¨ªo. ?Servir¨¢ esto para despertar de su sue?o teol¨®gico -de su espejismo colectivista- a los extremistas ultraortodoxos que, con proliferaci¨®n de citas de la Biblia a la mano, creen en el 'pueblo elegido' y argumentan que ¨¦ste tiene derecho a quedarse para siempre con los territorios ocupados de la orilla occidental del Jord¨¢n porque Judea y Samaria pertenecen por derecho divino al "pueblo jud¨ªo"? Seguramente, no, porque el fanatismo -religioso o pol¨ªtico- es impermeable a la raz¨®n.
Pero la tragedia que acaba de sacudir a Israel servir¨¢, sin duda, para dar nuevos br¨ªos a quienes apoyan la negociaci¨®n con la OLP -algo m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n-, para atenuar moment¨¢neamente la ferocidad con que la critican sus adversarios del Likud, y para disipar la ilusi¨®n, todav¨ªa enraizada en muchos israel¨ªes de que, si no por elecci¨®n divina, s¨ª en raz¨®n de su tr¨¢gica historia, la di¨¢spora, los pogroms, el holocausto y la hidra incesante del antisemitismo, el pueblo de Israel es distinto a los dem¨¢s, un pueblo al que la persecuci¨®n, la crueldad y los est¨²pidos prejuicios de los otros pueblos han hecho m¨¢s solidario, m¨¢s homog¨¦neo, m¨¢s fraterno. Ser¨ªa formidable, una contribuci¨®n m¨¢s y no de las menores que haya prestado a sus compatriotas Isaac Rabin, si su cad¨¢ver cosido a balazos por un estudiante israel¨ª que cre¨ªa obedecer a una orden de Dios convenciera a muchos israel¨ªes de que el 'pueblo jud¨ªo' no es diferente de los otros, porque, al igual que los otros -digamos, el 'pueblo palestino'- tampoco existe, es una ficci¨®n piadosa, porque lo que trata de representar y unificar es una diversidad protoplasm¨¢tica, una mara?a de individuos que, adem¨¢s de compartir ese denominador que traza uno solo de sus atributos, difieren entre s¨ª por otros mil, y acaso m¨¢s definitivos e irreductibles que la gen¨¦rica pertenencia a una fe, una geograf¨ªa o una historia com¨²n. Existen 'israel¨ªes', m¨¢s diferentes que semejantes entre s¨ª, no el pueblo de Israel, como existen palestinos y no el pueblo de Palestina, pues en esas mir¨ªadas gregarias que designa el vocablo pueblo caben todos los espec¨ªmenes de la humanidad: el tolerante y el fan¨¢tico, el generoso y el mezquino, el verdugo y la v¨ªctima. Por eso, si se trata de generalizar, todos los pueblos son elegidos o ninguno lo es.
El azar ha puesto en manos de Sim¨®n Peres la responsabilidad de llevar a t¨¦rmino la extraordinaria empresa del acuerdo de paz con los palestinos que ¨¦l dise?¨® hace un par de a?os y que ha avanzado mucho, en gran parte gracias a su obstinaci¨®n. Probablemente no haya nadie mejor equipado, intelectual o pol¨ªticamente, en Israel para esa ¨ªmproba tarea, contra la que conspiran no s¨®lo los extremistas de ambos bandos, sino, tambi¨¦n, un amplio sector medio de gentes esc¨¦pticas y pasivas, que pueden ser arrastradas por aqu¨¦llos con cualquier pretexto (las acciones terroristas, sobre todo).
Quisiera decir aqu¨ª que, entre los numerosos pol¨ªticos a los que he tenido ocasi¨®n de escuchar, pocos me han impresionado mejor que Sim¨®n Peres. Estaba yo cenando, en marzo de este a?o, en casa de Zev Birger, el director de la Feria Internacional del Libro de Jerusal¨¦n, cuando en la tibia terraza apareci¨® la cara paleol¨ªtica y avinagrada del que era entonces el canciller israel¨ª. Vino a sentarse a mi lado y se puso a hablar de Flaubert, con desmedido entusiasmo y sorprendentes conocimientos. Pronto descubr¨ª que su tremebunda cara era una mera t¨¢ctica para despistar, que ella disimulaba a un hombre muy cordial. Mis esfuerzos para sacarlo de la literatura y llevarlo a Ben Gurion, su mentor -hizo sus primeras armas de pol¨ªtico a la vera del fundador de Israel- fueron in¨²tiles. Pero, poco despu¨¦s, reaccionando a los alfilerazos que recib¨ªa de otro comensal amigo, el periodista y escritor Amos Elon -un irreverente profesional-, comenz¨® a hablar de los acuerdos de paz. "Usted sabe muy bien que la opini¨®n p¨²blica israel¨ª se les est¨¢ volteando y que si contin¨²a la negociaci¨®n con la OLP los laboristas perder¨¢n las pr¨®ximas elecciones", dec¨ªa Amos Elon. Y, entonces, Bib¨ª Netanyahu -el, l¨ªder del Likud- desanudar¨¢ todo lo que haya atado usted con Arafat". "Cuando lleguen las elecciones habremos avanzado tanto en los acuerdos, que los cambios logrados ser¨¢n irreversibles", respond¨ªa Peres. "Bib¨ª, por lo dem¨¢s, tiene grandes dificultades para desanudar los cordones de sus zapatos. As¨ª que...". "?Y Siria? -contraatacaba Elon-. ?De qu¨¦ valen los acuerdos con la OLP si no hay un acuerdo con Siria sobre el Gol¨¢n?". "Tambi¨¦n habr¨¢ un acuerdo con Siria sobre el Gol¨¢n. Y, para mayor precisi¨®n, antes de las elecciones". "?Eso va en serio o es mera conjetura de optimista?". "Es una realidad en marcha que en cualquier momento saldr¨¢ a la luz". "?Es usted consciente de que el premier Rabin puede desanimarse de seguir apoyando los acuerdos de paz y dejarlo a usted dando manotazos en el aire? Porque Rabin no quiere ser derrotado en las elecciones y la opini¨®n p¨²blica, irritada con el terrorismo, est¨¢ perdiendo la ilusi¨®n que tuvo al principio por los acuerdos y escuchando cada vez m¨¢s las cr¨ªticas del Likud". "Rabin no dar¨¢ un solo paso atr¨¢s y los acuerdos se firmar¨¢n y se pondr¨¢n en pr¨¢ctica, aunque esto sea lo ¨²ltimo que ¨¦l y yo hagamos en la vida p¨²blica". "?Est¨¢ Arafat tan decidido como usted a sacar adelante los acuerdos de paz, pese a la oposici¨®n feroz a que tiene que hacer frente?". "Creo que s¨ª lo est¨¢ y, por otra parte, a estas alturas del partido, ni para ¨¦l ni para m¨ª hay ya viaje de retorno. El problema de Arafat no son los acuerdos de paz, sino acostumbrarse a operar en democracia. '?Qu¨¦ complicada es la democracia!, se queja siempre'. '?Pero, por lo visto, no hay m¨¢s remedio que ser democr¨¢ticos!'. Bueno, eso mismo ocurre con la paz entre israel¨ªes y palestinos. Nos guste o no nos guste, ?no hay otro remedio que hacer la paz entre nosotros!".
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