Libertad de elecci¨®n con equidad
Si hemos de hacer caso de los reflejado en las ¨²ltimas semanas en las p¨¢ginas de este peri¨®dico (cf. EL PA?S 14 / 10 / 95; 31 /10 / 95), da Ia impresi¨®n de que estamos ante el inicio de un debate p¨²blico sobre la libertad de elecci¨®n en educaci¨®n. Se trata, a mi juicio, de una importante cuesti¨®n que afecta a los ciudadanos d¨¦ muy diversa manera. Las cr¨ªticas a la libertad de las familias de elegir el centro que consideran m¨¢s adecuado para la formaci¨®n moral e intelectual de sus hijos proceden, casi siempre, de los que ven aqu¨¦lla como atentatoria al principio de equidad.
Semejante planteamiento no puede resolverse en una renuncia a la libertad en beneficio de la equidad (ni viceversa), sino que es preciso arbitrar pol¨ªticas tendentes a conciliar en el plano pr¨¢ctico, ambos ideales. Generalizar la equidad por decreto, privando a los ciudadanos (tambi¨¦n por de creto) del ejercicio de un derecho fundamental, es algo relativamente simple (aunque s¨®lo sea en el plano puramente formal); pero el encaje de esos dos principios democr¨¢ticos, para muchos contrapuestos, requiere una, aproximaci¨®n bastante m¨¢s sofisticada que - sea capaz de acomodarse mejor a la complejidad intr¨ªnseca de las sociedades modernas.
La asignaci¨®n obligatoria de alumnos a centros sostenidos con fondos p¨²blicos, en raz¨®n del lugar de residencia, no s¨®lo restringe ampliamente la libertad de elecci¨®n, sino que, en contra de las primeras apariencias, tampoco asegura la equidad, entre otros motivos porque diferencias de acceso a una educaci¨®n de calidad se producen a trav¨¦s, precisamente, del factor lugar de residencia; como es sabido, es en los buenos barrios donde suelen florecer, excelentes escuelas tanto privadas como p¨²blicas. S¨®lo un procedimiento de asignaci¨®n aleator¨ªa, como el implantado en Corea, podr¨ªa garantizar la equidad tal y como parecen concebirla los detractores de la libertad de elecci¨®n.
Algunos se asustan cuando se vincula libertad de elecci¨®n y cheque escolar, pero no. se debe confundir el respeto a un derecho fundamental con una de las, formas posibles de asegurarlo. Existen dos modalidades extremas de financiaci¨®n con cargo a fondos p¨²blicos de los centros de ense?anza obligatoria: una supone depositar el dinero en los centros al margen de las familias, es el sistema que rige en Espa?a; la otra consiste en asignar el dinero a las familias al margen de los centros, es el procedimiento conocido como el cheque escolar. Pero entre ambos extremos existe todo un continuo de opciones intermedias donde elegir, continuo en el que encuentran su lugar las diferentes soluciones adoptadas por los numerosos pa¨ªses comprometidos con la libre elecci¨®n de centro.
Algo parecido puede decirse de las pol¨ªticas compensatorias de car¨¢cter espec¨ªfico. La ayuda al transporte escolar, el apoyo a la igualdad ante la elecci¨®n mediante centros de informaci¨®n o la implantaci¨®n de escuelas especialmente atractivas en zonas habitadas por clases modestas, constituyen tan s¨®lo una muestra del repertorio de medidas posibles tendentes a conciliar libertad y equidad.
No creo que pa¨ªses como Francia o Suecia sean menos sensibles que nosotros a los valores de la equidad, ni que los gobiernos labor¨ªstas de Australia o Nueva Zelanda se hayan cegado de repente. Pero el dinamismo del contexto sociohist¨®rico afecta tambi¨¦n a la educaci¨®n, y nuevas soluciones deben ser convenientemente ensayadas a fin de conseguir una mejor atenci¨®n a los derechos de los ciudadanos, sin prescindir de esa humanidad que la equidad introduce en el ordenamiento social.
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