Estamos perdidos
Hace a?os, a las cornisas las manejaba el destino. Un vecino m¨ªo falleci¨® abatido por una corisa cuando iba a recoger un certificado de buena conducta. Llov¨ªa a c¨¢ntaros, y el hombre, que no ten¨ªa gabardina, caminaba pegado a la fachada del edificio cuando una moldura de cemento le golpe¨® en la cabeza y lo dej¨® en el sitio. No se abri¨® ninguna investigaci¨®n porque la casa era de un ex combatiente. En aquella ¨¦poca las cornisas ca¨ªan con cierto ritmo y que te cogieran debajo o no se atribu¨ªa a la fatalidad. Para m¨ª, una de las apariencias m¨¢s comunes del destino era ¨¦sta: la del voladizo que te segaba la existencia cuando ibas a por un certificado de penales o una fe de bautismo. Nos pas¨¢bamos la vida solicitando documentos absurdos en las ventanillas del Ministerio de Justicia o en el Episcopado. A?os m¨¢s tarde, al leer a los griegos, me sorprendi¨® que le hubieran sacado tanto partido al destino. Y es que a ellos les suced¨ªan otras cosas, pero no se les ca¨ªan las cornisas.Mala semana esta ¨²ltima. Seg¨²n las cr¨®nicas del juicio sobre la tragedia del cine Bilbao el estado de la marquesina criminal era espantoso. Si no se hubiera desplomado ese d¨ªa, lo habr¨ªa hecho al siguiente. Sin embargo, parece que a los responsables del cine no se les ocurri¨® que los materiales de construcci¨®n se pudren. Quiz¨¢ son de otra ¨¦poca y pensaban que los edificios se caen por culpa del destino y no porque sus estructuras se oxidan. El destino, si eres empresario, puede ahorrarte mucho dinero en rehabilitaci¨®n y equipos de mantenimiento. Mala semana, en fin. Se cay¨® tambi¨¦n la l¨¢mpara del Teatro Real y alguien, desde el Ministerio de Cultura, lo atribuy¨® a la mala suerte. La mala suerte, entre nosotros, es una forma de destino en lo universal. En los teatros de Nueva York, L¨®ndres o Par¨ªs, las l¨¢mparas no se caen por que est¨¢n bien sujetas, pero cuando se caen se explica racionalmente, y se denuncia al insensato que ha vulnerado las leyes de la gravedad. No digo que la mala suerte no exista, tengo pruebas, pero act¨²a m¨¢s en el ¨¢mbito de lo privado que en el de lo p¨²blico.
Luego hay sucesos fronterizos que no sabe uno si atribuir al destino o a las insuficiencias de las fuerzas del orden. El lunes pasado, por ejemplo, falleci¨® apu?alado, en la estaci¨®n de metro del Conde de Casal, un hombre de 42 a?os. A continuaci¨®n, un agente de paisano abati¨® a tiros al agresor. Escenas de p¨¢nico. ?Mala suerte? Vaya usted a saber. En todo caso, los usuarios se quejan de la falta de vigilancia en una l¨ªnea en la que abundan los atracos. El mismo d¨ªa en el que salt¨® la noticia, El Pa¨ªs Madrid publicaba en la 'Opini¨®n del lector' la carta de una mujer que denunciaba haber sido atracada el domingo 12 en la estaci¨®n de N¨²?ez de Balboa. Sucesos fronterizos, pues, situados en la fina l¨ªnea que separa el destino de la inseguridad ciudadana.
Lo que pasa es que entre nosotros suceden muchos accidentes fronterizos, es decir, que contamos con demasiadas posibilidades de que nos ocurra una desgracia. Tenemos marquesinas, l¨¢mparas, rapados, tribus urbanas, un metro inseguro y un mobiliario urbano m¨¢s peligroso que el cojo Manteca. Por si fuera poco, somos due?os de una estatua de Franco con un caballo entre las piernas frente a la que unos arrojan inmundicias y otros rezan, de manera que si pasas por all¨ª corres el peligro de que te den con una oraci¨®n o un huevo podrido, aleatoriamente, entre las cejas. Lo peor con todo es la noticia de que el Ayuntamiento acaba de convocar un concurso para cambiar las marquesinas de autob¨²s. El director de servicios de Infraestructuras, Aurelio Escalada, ha dicho que buscan "un dise?o no agresivo para la ciudad". Conociendo su concepto de lo no agresivo, materializado en los chirimbolos, podemos temernos lo peor. As¨ª que nos hemos quedado p¨¢lidos, como la estatua de cera que le han hecho a ?lvarez del Manzano para inmortalizarlo en el museo de los horrores. Una ciudad como la nuestra que deber¨ªa ser gobernada por las fuerzas de la raz¨®n, ha ca¨ªdo en manos del destino fatal. ?Mala suerte o malos gobernantes? Vaya usted a saber. En cualquier caso, estamos perdidos.
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