Materiales para mientras tanto
A prop¨®sito de la herencia fils¨®fica de Manuel Sacrist¨¢nMe cupo el dudoso privilegio de escribir en este peri¨®dico, con las premuras propias de la circunstancia, una primera nota de urgencia comentando la no ticia de la muerte de Manuel Sacrist¨¢n, en 1985. Conservo vivas mis sensaciones de aquel momento, el estupor ante la brutalidad de la informaci¨®n y la dificultad para enhebrar un m¨ªnimo hilo de disc¨²rso que diera cuenta, por lo menos, de las im¨¢genes mayores que me abrumaban. Diez a?os despu¨¦s, regresan la mayor parte de ellas, con toda su torpeza y con fusi¨®n, como una extra?a evidencia. Como s¨ª el tiempo transcurrido se hubiera complacido en su esterilidad, o, incluso m¨¢s, como si se hubiera aplicado a invertir el signo de nuestras expectativas. La edad, finalmente, no nos hizo m¨¢s sabios, ni m¨¢s conscientes. Es grande la tentaci¨®n de intentar imaginar qu¨¦ pensar¨ªa ¨¦l en una situaci¨®n como ¨¦sta. O, incluso, la de intentar aplicar sus cate gor¨ªas. Pero ambas probable mente sean tentaciones in¨²tiles, v¨ªas muertas que desembocan en un paisaje de perplejidades y silencios.
Existen, como m¨ªnimo, dos formas de intentar traer hasta el presente las propuestas de un autor ya desaparecido. Una, probablemente la m¨¢s habitual, consiste en mostrar las cualidades anticipatorias del pensador en cuesti¨®n: "Constituye un aut¨¦ntico precursor de quienes hoy..."', "percibi¨® con mucha antelaci¨®n", "anuncia una problem¨¢tica que, a?os despu¨¦s, se vio confirmada por... ", suelen ser algunas de la formas habituales de resaltar ese m¨¦rito. Es una contrapartida, si no se quiere correr el riesgo de la parcialidad o el sectarismo: constatar las ocasiones en las que ese mismo pensador anticip¨® mal, err¨® en, su pron¨®stico o, simplemente, se refiri¨® a un mundo que ya no es el caso."
Esta puntualizaci¨®n no es un mero escr¨²pulo de especialista, ni una muestra de ponderaci¨®n, ni, menos a¨²n, una concesi¨®n al justo t¨¦rmino medio. Uno de los comentarios que m¨¢s reiteradamente se puede escuchar en estos ?ltimos meses, cuando se: debate, la actualidad de muchos, de los papeles de Sacrist¨¢n, es el de que "son muy coyunturales". Conviene reparar en el comentario, preguntarse si denota una virtud o una carencia, si es digno de elogio o de mera condescendencia aquel que convirti¨® en pauta de vida la exhortaci¨®n de otros a transformar el mundo. Quien corri¨® el riesgo de que muchas de sus ideas se volatilizar¨¢n al desaparecer la realidad de la que hablaban.
Pero luego hay otra forma de incorporar a nuestro di¨¢logo a quien ya no est¨¢. Consiste en resaltar la estructura de su pensamiento, llamar la atenci¨®n sobre los hitos mayores de su argumentaci¨®n: sobre el nervio de su discurso en definitiva. Cuando se intenta hacer esto con los textos de Manuel Sacrist¨¢n lo que emerge es un fil¨®sofo en toda la extensi¨®n de la palabra ejerciendo de tal, una mente especulativa de primer orden que no tem¨ªa su propio poder. Preocupado por la naturaleza del saber filos¨®fico y por la forma institucional m¨¢s adecuada pata su supervivencia. Consciente -ahora s¨ª: antes de que fuera una moda- de la necesidad del encuentro interparadigm¨¢tico, de, que el proyecto. emancipatorio que representaba el marxismo se beneficiar¨¢ de todos esos instrumentos y t¨¦cnicas de conocimiento m¨¢s afinados y rigurosos que aportaba la filosof¨ªa anal¨ªtica. Decidido, en momentos de confusa euforia te¨®rica, a determinar con la m¨¢xima precisi¨®n posible el significado profundo del proyecto marxiano, los frentes en lo que el combate deb¨ªa de proseguir y las nuevas urgencias que el desarrollo del capitalismo iba marcando.
Alguno de esos debates permanecen, como heridas abiertas, en el coraz¨®n de nuestra actualidad; otros, en cambio, nos devuelven al sepia melanc¨®lico de nuestra memoria juvenil. No es lo m¨¢s importante ahora esa desigual percepci¨®n. No deber¨ªamos incurrir en el pecado (de soberbia) de convertir la particular sensibilidad en criterio. El propio Sacrist¨¢n salud¨® en su momento con satisfacci¨®n intelectual la iniciativa habermasiana de homenajear a Marcuse la la manera propia de los fil¨®sofos: respondiendo a sus propuestas te¨®ricas. Probablemente sea una iniciativa de ese orden la que el pensamiento sacristaniano merece, la ¨²nica que nos podr¨ªa colocar a la altura de sus incitaciones. En el bien entendido de que un di¨¢logo as¨ª no tiene por qu¨¦ equivaler a coincidencia, abundamiento, glosa ni nada semejante. Se tratar¨ªa m¨¢s bien de aceptar la cancha te¨®rica que Manuel Sacrist¨¢n dibuj¨®, para seguir pensando a partir de ella, gracias a ella, a menudo a contrapelo de ella. Sin temor alguno, por tanto, ni a la discrepancia ni al acuerdo. Ser¨ªa una buena ocasi¨®n para desenmascarar la inanidad te¨®rica de tantas formas de dogmatismo como hubo y hay -dogmatismo gr¨¢ficamente ejemplificado por esos interlocutores, inasequibles al desaliento te¨®rico, que a cualquier cosa que sea la que se les diga responden "m¨¢s a mi favor"-. Ser¨ªa un buen lugar para invitar a quienes no saben qu¨¦ hacer con la filosof¨ªa. A quienes quieren retirarla de los circuitos del saber (porque la consideran in¨²til) y a quienes la retiran con su pr¨¢ctica cotidiana (porque la convierten en un puro ejercicio autocontemplativo). Con ambos debi¨¦ramos ser por un igual severos.
A fin de cuentas, el debate que Sacrist¨¢n abri¨® acerca del lugar de la filosof¨ªa en los estudios superiores no se agota, ahora lo vemos bien, en una propuesta de reubicaci¨®n administrativa. Va m¨¢s all¨¢: obliga a pensar c¨®mo se dice hoy un pensamiento de la emancipaci¨®n y cu¨¢les son las tareas del fil¨®sofo que se siente comprometido con el mismo.
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