Un americano en Par¨ªs
Comencemos en primer lugar por el lado indudablemente positivo del acuerdo de Dayton: el plan americano va a permitir que, al menos durante el pr¨®ximo invierno, cese la carnicer¨ªa en Bosnia-Herzegovina, lo que ya es mucho. En segundo lugar, este plan ha demostrado que las iniciativas diplom¨¢ticas en la ex Yugoslavia no tienen por qu¨¦ estar condenadas de antemano al fracaso. Por otra parte, las innumerables idas y venidas estos meses de los emisarios norteamericanos que desembocaron en el encuentro de Dayton (mejor dicho, en esa detenci¨®n amistosa de los protagonistas del conflicto bosnio) anuncian el regreso pol¨ªtico y militar de EE UU a Europa, 50 a?os despu¨¦s de la liberaci¨®n. Un hecho sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Es, pues la ¨²ltima humiIlaci¨®n, esperemos, de una determinada Europa pol¨ªtica, y, nos tememos, el canto del cisne de cualquier sue?o de nacimiento de una Europa unida y pol¨ªticamente soberana.?Por qu¨¦, al hablar de este compromiso estadounidense, hemos puesto en cursiva la palabra plan? Porque es una copia, algo modificada, de las propuestas realizadas en numerosas ocasiones por los europeos, s¨®lo que, a diferencia de la ONU (alias Uni¨®n Europea), Washington ha respetado escrupulosamente un viejo axioma que afirma que, en la gesti¨®n de los grandes temas internacionales, el poder militar va unido a la habilidad diplom¨¢tica (cuando no la antecede). En cuanto al contenido, la ¨²nica novedad de este plan respecto a las ideas defendidas por las canciller¨ªas europeas es la sustituci¨®n de los criterios ¨¦tnicos con los que los expertos europeos cre¨ªan poder resolver la crisis yugoslava por los criterios geogr¨¢ficos de la Casa Blanca; en la pr¨¢ctica, esto significa que los territorios m¨¢s pr¨®ximos a Croacia deben someterse al control de Zagreb y los territorios que gravitan geogr¨¢ficamente hacia Serbia deben pasar a la tutela de las autoridades de Belgrado. Los territorios suficientemente alejados de Zagreb y de Belgrado pasar¨ªan a formar lo que podr¨ªa llamarse la Bosnia-Herzegovina propiamente dicha, que quiz¨¢ se ajuste a las ambiciones del presidente bosnio, pero desde luego va en contra de la naturaleza de ese Estado (c¨ªnicamente reconocido internacionalmente hace casi cuatro a?os con las fronteras que ten¨ªa en el momento de la disoluci¨®n de la Federaci¨®n Yugoslava).
En otras palabras, se ha sustituido lo malo (los criterios ¨¦tnicos) por lo peor (los criterios geogr¨¢ficos). No importa si, como en la Krajina de Bosnia, que se extiende a lo largo de la frontera oficial entre Croacia y Bosnia, Herzegovina, la poblaci¨®n serbia es mayoritaria (o lo era hace s¨®lo unos meses) y si, como ocurre por ejemplo en la ciudad de Drvar, nunca vivi¨® all¨ª un solo croata. No importa si en Bosnia oriental, y en Particular a lo largo de la frontera oficial entre Serbia y Bosnia-Herzegovina, la poblaci¨®n musulmana era mayoritaria (evidentemente, antes de la limpieza ¨¦tnica cometida por los chetniks) y si, por ejemplo, en la ciudad de Zepa s¨®lo hab¨ªa mu sulmanes. Por ¨²ltimo, no importa si en la Bosnia propiamente dicha y en su capital hay demasiados musulmanes que no aceptan su reducci¨®n a un bantust¨¢n ex clusivamente musulm¨¢n y no laico. Por no hablar de las decenas de millares, de serbios y croatas que viven all¨ª y que prefieren quedarse, en el marco de un Estado civil, arriesg¨¢ndose a no obedecer a los criterios ¨¦tnicos y geogr¨¢ficos impuestos.
Pero no ser¨ªa honesto culpar a los norteamericanos de la impotencia europea. Tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Europa se convirti¨® por su voluntad en un igual (o incluso un rival) de EE UU. Cuando comenz¨® la crisis yugoslava se vio obligada a ocuparse de ella (los Balcanes forman parte de Europa). En 1992, los estadounidenses, llevados por sus propios intereses geoestrat¨¦gicos, que no tienen por qu¨¦ coincidir con los del Viejo Continente (el legado del imperio sovi¨¦tico, el papel de Turqu¨ªa en Oriente Pr¨®ximo y entre los pa¨ªses musulmanes, la vigilancia del Mediterr¨¢neo ... ), decidieron definir el eje Tirana-Skopje-Ankara como una don't touch zone para los guerreros balc¨¢nicos. As¨ª, Mace donia consigui¨® un lugar bajo el paraguas de Washington con independencia de la salida de la crisis yugoslava. Mientras tanto, los norteamericanos aguardaban. Tambi¨¦n mientras tanto, varios pa¨ªses europeos buscaron y en contraron sus propios intereses en los Balcanes. Alemania consigui¨® ampliar su commowealth pol¨ªtica a Eslovenia y Croacia e instaurar en el resto del territorio yugoslavo el marco como ¨²nica moneda nacional de aceptaci¨®n general. Rusia, que nunca hab¨ªa sido tan d¨¦bil en su historia moderna, se acerc¨® por fin al Mediterr¨¢neo (un sue?o que no realizaron Pedro el Grande ni Stali), ayudada por los estadounidenses (que, por definici¨®n, necesitan una pol¨ªtica bilateral). Tambi¨¦n Italia, que como Rusia era hasta ayer pol¨ªticamente marginal en los Balcanes, parece presentarse hoy como uno de los principales adjuntos de la puesta en marcha del plan americano: ya sea como tutor (?por ejemplo en Montenegro?) o como freno a las exageraciones nacionalistas del presidente croata (quien, de momento, dispone de carta blanca por su trabajo en favor del plan), dada la situaci¨®n en Istria e incluso en Dalmacia. El gran perdedor es la UE, y tambi¨¦n Francia. Y, sin embargo, Par¨ªs ha trabajado m¨¢s que nadie. Las explicaciones de esta falta de ¨¦xito son numerosas, y puede que pasajeras. Sea como sea, las conferencias de Londres y Par¨ªs en el mes de diciembre son en el mejor de los casos una cortes¨ªa diplom¨¢tica de Washington; en el peor de los casos, s¨®lo la demostraci¨®n de la perversidad de los norteamericanos, que con ello quieren hacer valer su actitud igualitaria y sin privilegios respecto a los pa¨ªses miembros de la Uni¨®n Europea. Washington se comporta con Francia como si deseara que los contactos entre ambos pa¨ªses se mantengan m¨¢s o menos al nivel de un americano en Par¨ªs.
Pero la posici¨®n actual de EE UU no carece de fisuras. Si lo que nos ofrecen como acuerdo de Dayton representa la totalidad del plan americano, hay que prepararse para otros escenarios catastr¨®ficos, esta vez con Washington en el papel de protagonista. Para ilustrar esta hip¨®tesis basta mencionar la posibilidad del abandono de la doctrina de la intangibilidad (al menos formal) de las fronteras, en la que norteamericanos y rusos vienen insistiendo desde 1945 (incluso en el caso de Chechenia, Washington critic¨® la brutalidad del Ej¨¦rcito ruso, pero no cuestion¨® la base jur¨ªdica del mantenimiento de esa rep¨²blica dentro de Rusia); este abandono dar¨ªa paso a una nueva serie de conflictos, desgraciadamente no s¨®lo en la ex Yugoslavia. La imposibilidad del regreso d¨¦ los refugiados de todos los bandos, una imposibilidad que no disgusta a los distintos actores pol¨ªticos locales, implicar¨ªa inevitablemente el surgimiento de un s¨ªndrome palestino multiplicado al menos por tres (musulmanes, croatas, serbios) y en pleno coraz¨®n del Viejo Continente. En resumen, si se sigue por ese camino, incluso, la amenaza de un Vietnam europeo dejar¨ªa de ser una mera ficci¨®n, Por no hablar de la democracia, vital para Europa, que en esas condiciones podr¨ªa desaparecer definitivamente de los Balcanes.
Por todo ello, y partiendo simplemente de las premisas citadas y sin tener en cuenta los conocimientos rel¨¢tivos al ¨¢mbito de la pol¨ªtica stricto sensu, es l¨®gico esperar un segundo acto del acuerdo de Dayton. Tambi¨¦n es razonable suponer que ese segundo acto, se est¨¦ preparando ya, y no necesariamente con los mismos actores. En este mismo con texto, y siempre, en ¨¦l terreno de las hip¨®tesis, es ¨²til recordar en primer lugar tres hechos archiconocidos por los especialistas: 1) en la historia de la humanidad, son excepci¨®n los responsables de una guerra que pasan a ser arquitectos de la paz (del mismo modo que nunca un aut¨®crata se ha convertido en dem¨®crata); 2) no existen cambios de fronteras por la v¨ªa pac¨ªfica (en consecuencia, en caso de que no tuviera lugar el segundo acto, ?qui¨¦n podr¨ªa evitar el peligro de la desaparici¨®n f¨ªsica de la Bosnia-Herzegovina propiamente dicha en un plazo, digamos, de tres a?os? Esta desaparici¨®n se ver¨ªa facilitada por la negativa de los europeos a tener un Estado islamista dentro de su continente, sin importar demasiado si esa apreciaci¨®n es falsa o no); 3) la principal llave de la soluci¨®n duradera de la crisis yugoslava se halla en Belgrado, y el actual presidente de Serbia -hoy disfrazado de paloma pese a ser el m¨¢ximo culpable de la tragedia- no parece dispuesto a utilizarla. Por eso -s¨®lo me centrar¨¦ en Serbia- es indispensable fomentar la creaci¨®n de una tercera v¨ªa, puesto que la primera personifica el poder actual y la segunda los restos de una oposici¨®n agotada. La valoraci¨®n popular de Milosevic es hoy dos veces inferior a la que ten¨ªa hace dos a?os. Pero el problema es que la valoraci¨®n de ¨²nica oposici¨®n pol¨ªticamente articulada se ha hundido a¨²n m¨¢s. No ser¨ªa nada sorprendente que incluso el hombre fuerte de Belgrado se est¨¦ arrepintiendo de su eficacia a la hora de demoler a sus adversarios: hoy no tiene a nadie con quien repartir., como reparte un faquir su peso en los clavos de su alfombra, su responsabilidad por los da?os causa dos. En la actualidad" los serbios que viven fuera de Serbia son s¨®lo un 40% de los de 1991; la econom¨ªa est¨¢ destruida, m¨¢s a causa de los robos y la mala gesti¨®n que del embargo internacional (con el levantamiento de las sanciones, Milosevic corre el riesgo de que se compruebe que el emperador est¨¢ desnudo); m¨¢s de 300.000 representantes de las ¨¦lites nacionales (todos ellos antinacionalistas y dem¨®cratas, y la mayor¨ªa j¨®venes) se han marchado de Serbia; paralelamente, con la llegada. de refugiados serbios, Serbia ha pasado a estar super poblada...
Una tercera v¨ªa, que habr¨ªa que fomentar por ser democr¨¢tica (algo in¨¦dito hasta ahora en la ex Yugoslavia), podr¨ªa reconciliar a Serbia con sus vecinos; podr¨ªa luchar eficazmente para que los refugiados serbios vuelvan a sus hogares y sean. respetados all¨ª como ciudadanos de Croacia y de Bosnia-Herzegovina; podr¨ªa entablar un di¨¢logo con los albaneses de Kosovo sobre la creaci¨®n de un Kosovo que formase parte (ni m¨¢s ni menos que la Serbia propiamente dicha) de un Estado complejo y tuviese las obligaciones y ventajas de una independencia interna dentro de ese Estado; podr¨ªa, por ¨²ltimo, acercar Serbia a Europa. En la actualidad, en Serbia existe un inmenso vac¨ªo pol¨ªtico, del que se aprovechan en gran medida las autoridades actuales. Los nacionalistas ya han demostrado lo que sab¨ªan hacer; ha llegado el momento de, que los patriotas, dem¨®cratas y antinacionalistas salven lo que se pueda salvar. Los dem¨®cratas bosnios y croatas esperan con impaciencia una Serbia as¨ª. ?Es concebible que el poder actual de Belgrado deje de asustar a los muIsulmanes? ?Es pensable que organice el regreso de los refugiados (cuya manipulaci¨®n y posterior ¨¦xodo, independientemente de la responsabilidad de Zagreb, se debe exclusivamente a los socialistas de Belgrado)?. ?Es imaginable un di¨¢logo entre opresor y oprimido, como en el caso de los albaneses salvo que se trat¨¦ pura y simplemente de aceptar la secesi¨®n de Kosovo? ?Es realista imaginarse a alguien del poder actual discutiendo un d¨ªa en Bruselas mientras figura en La Haya como criminal de guerra? S¨ª, todo esto es posible, pero poco probable.
Para concluir: una Serbia fuerte y democr¨¢tica es necesaria para sus vecinos, para Europa y para EE UU, pero sobre todo es indispensable para: los serbios. Y tambi¨¦n para que Dayton no sea el acto ¨²nico y exclusivo del plan americano.Iv¨¢n Djuric es historiador serbio y presidente del Movimiento por las Libertades Democr¨¢ticas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.